El origen de un largo viacrucis

Julio Á. Fariñas REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Una estrategia de defensa más realista habría evitado una buena parte del martirio del que se siente víctima la Casa del Rey

09 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando la Casa Real española, hace ya casi dos décadas, dio el visto bueno a la entrada en la familia al medallista olímpico Iñaki Urdangarin, difícilmente se podía imaginar todo lo que vino después, pero tampoco debería haberles pillado del todo por sorpresa porque la pareja, que formalizó su relación en el año 1997, no tardó en dejar claro que quería volar alto y al margen de la agenda oficial de la casa.

Los duques se instalaron en Barcelona, donde ella tuvo todas las facilidades imaginables en una persona de su rango para conseguir un buen trabajo en una entidad de crédito. A él, cuando le pasó la hora del balonmano y, mientras no quedaba vacante el puesto de presidente del Comité Olímpico Internacional, descubrió el mundo del márketing deportivo y la imagen de la mano de Diego Torres, quien fuera profesor suyo en ESADE, una prestigiosa escuela de negocios donde obtuvo la titulación que le faltaba, un máster en Administración de Empresas.

Profesor y alumno deciden unir sus destinos. Torres ponía los conocimientos y Urdangarin los clientes, que acudían a la empresa montada por ambos, atraídos por el caché del yerno del rey de España. Sus mejores clientes fueron los gobiernos autonómicos de Baleares y Valencia.

La primera alarma

Los problemas no llegaron hasta febrero del 2006 cuando a un diputado antinómico balear se le ocurrió preguntar por el dinero gastado -1,2 millones de euros- en un convenio sin concurso público firmado por dos organismos dependientes del Govern balear con el Instituto Nóos, para organizar en el 2005 un Fórum que duró un fin de semana. Aquella pregunta encendió la primera alarma en Zarzuela. José Manuel Romero Moreno, asesor del rey, ordena a Urdangarin que rompa con la empresa Nóos, pero el duque y su socio se limitan a crear empresas instrumentales.

Al año siguiente estalla el caso Palma Arena y en el 2007 comienzan las desavenencias entre los dos socios. Urdangarin pone mar por medio, la familia se instala en Washington, esta vez a sueldo de Telefónica, y Torres, a la vista de lo que va dando de sí el caso Palma Arena y de la fuga de su exsocio, busca abogado.

El duque, que se siente blindado, no se da por aludido, pero Torres, no. Se presenta ante el juez y aporta documentación del Instituto Nóos. Cree que lo mejor es cooperar y personarse. El 22 de julio del 2010, el juez abre una pieza separada del caso Palma Arena dedicada a investigar los pagos del Gobierno balear al Instituto Nóos.

Al final al duque no le quedó más remedio que dar la cara. Los esfuerzos de la familia, con el apoyo más o menos velado del aparato del Estado, que no han podido evitar su imputación judicial, se volcaron en salvar de la quema a la hija del rey. Con una estrategia poco realista, lograron evitar que en abril declarase como imputada, como una ciudadana más. Es más que probable que de haberlo hecho, la cosa, al menos para ella, no pasase de ahí, pero lo único que consiguieron fue sacar a la luz un talante que dejaba en evidencia su imagen oficial. A partir de ahora el martirio del que recientemente se quejaba el jefe de la Casa del Rey puede convertirse en un largo viacrucis.