PP y PSOE: refundación o decadencia

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Están amenazados por el lógico desgaste de un sistema asentado en décadas pero acelerado en su erosión por la crisis

18 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Las crisis se llevan por delante grandes baluartes de la sociedad, hasta ese momento supuestamente inexpugnables. En España cayó la poderosa industria inmobiliaria, que tenía apaños con buena parte de la nómina política municipal; además, se arruinó una nube de pymes y se desplomaron dos docenas de cajas de ahorro, entre otras víctimas. Así se dispararon dramáticamente las listas de desempleados.

Falta ahora pasar cuentas en la política de primera división. PSOE y PP están amenazados por el lógico desgaste de un sistema asentado en décadas pero acelerado en su erosión por la crisis. Cuando se celebren las próximas elecciones generales, en el 2015, se cumplirán cuarenta años de la muerte de Franco. Cuarenta años de democracia por tanto, tras cuarenta años de dictadura. El sistema exige reformas, cambio de cañerías y remodelación de fachada, sin olvidar alguna apertura del sistema electoral. Por lo menos una combinación de listas abiertas y cerradas -el voto preferencial- como en Italia, donde se elige a los diputados preferidos sobre la papeleta de un partido o coalición.

Si en el final del franquismo se hablaba de inmovilismo frente a aperturismo, ahora puede utilizarse un lenguaje similar. De momento, el PP y el PSOE están en el inmovilismo sin matices. Y no parece que se lo puedan permitir sin acelerar su propia decadencia. El PP prosigue su desgaste sin límite a cuenta del caso Barcenas. Y el PSOE con los ERE de Andalucía que la jueza Alaya no quiere soltar porque es el caso de su vida. Ya va por 130 imputados, algo sin precedentes en la historia judicial.

Rajoy está tocado, o motivos suficientes tiene para ello. El paseíllo de los secretarios generales del PP por la Audiencia Nacional -Álvarez Cascos, Arenas y De Cospedal- lo ha dejado más en el punto de mira que antes. Podría ser llamado a declarar en calidad de exsecretario general, junto a Ángel Acebes, o por el desmarque de María Dolores de Cospedal de la «reunión del finiquito» mantenida por Rajoy, Bárcenas y Arenas, amigo del extesorero y enemigo declarado de la señora De Cospedal. Se ha limitado a decir la verdad: si ella no fue convocada allí, pues no estaba.

Estrategias de despiste

Para desviar la atención del fiasco, los estrategas del PP aplican sin demasiado éxito una doble estrategia: desde el Gobierno, el episodio veraniego de las fricciones con Gibraltar, que dejan más bien frío al personal, y, en el interior del PP, preguntar en voz alta de donde sacó tanto dinero Barcenas. Lo malo de preguntar es que te pueden responder y el juez Ruz y las comisiones rogatorias en Suiza pueden acabar diciendo, por ejemplo, que ese dinero es en parte del extesorero pero el resto de otras personas a las que representa. Las quinielas de nombres ya empiezan a circular.

Populares y socialistas tienen aún algunos malos tragos por pasar en esta legislatura, pero si quieren llegar medianamente recompuestos a las próximas elecciones, deben emprender la refundación de sus partidos, dejando de vivir económicamente por encima de sus posibilidades, porque eso conduce inexorablemente a las malas prácticas. En el caso del PP, refundar quiere decir, además, renovar profundamente su dirección incorporando desde las autonomías gente joven y sin historias raras. Aunque públicamente no se manifieste así, las opciones parecen concretarse en dos: renovación a fondo de la dirección o transición controlada bajo la dirección de la actual secretaria general. Cualquier cosa menos aplicar la teoría marianista de que es mejor esperar eternamente a que los problemas se resuelvan solos. En época de calma eso puede dar algún resultado, pero en crisis profunda, como ahora, hay que actuar: refundación o decadencia. No hay más.