«No se ha probado el daño ecológico del 'Prestige'»

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Apostolos Mangouras
Apostolos Mangouras

El abogado de Mangouras afirma que el «Prestige» lo hundió el Gobierno y sorprende a la sala agarrándose al testimonio de algunos expertos que minimizaron los efectos del vertido

05 jul 2013 . Actualizado a las 14:11 h.

Al abogado de Mangouras siempre lo rodea cierta liturgia. Ayer acudieron a la sala algunos fans, estuvo arropado por su familia y dejó la vehemencia de algunos interrogatorios para el anecdotario de un juicio al que le quedan dos sesiones. Coautor de un manual que es la biblia del Derecho Marítimo, José María Ruiz Soroa genera expectación por sus salidas sorpresivas, a veces aparentemente extravagantes, pero todas engarzadas en una estrategia sólida y repensada.

Ayer no fue una excepción. Puso cara de policía bueno para pedir disculpas por haber dicho que España no estaba preparada para ofrecer un juicio justo al capitán del Prestige -«Fueron unas expresiones altisonantes», admitió-, pero de inmediato acusó a la Administración de «deslealtad procesal», hacer «trampas» y «no respetar las garantías del proceso judicial», por incautar sin orden judicial documentos del buque y no aportar a la causa las mediciones de estructuras realizadas en el pecio. También cuestionó que el Estado promoviera una «dualidad judicial» y no aportase cientos de documentos del pleito de Estados Unidos contra la clasificadora ABS.

Ruiz Soroa construyó su discurso retrocediendo en aquellas cosas que más molestaron al tribunal y avanzando aún más en sus fieros ataques a la Administración española, a la que culpó indirectamente de los problemas de seguridad marítima que Galicia arrastra en los últimos decenios. Aunque defendió la teoría de la ola anormal, matizó que no fue esa ola lo que hundió al petrolero. «Al Prestige lo hundió la Administración y además le costó seis días hacerlo», alegó. «Fue el rumbo noroeste lo que destrozó el barco», algo que calificó de «terrible error».

Sin delitos

La estrategia legal del letrado giró sobre dos ejes: es difícil encontrar un delito que justifique el proceso penal y son los convenios internacionales los que son aplicables en este caso, algo que incluso recomienda el Código Penal en vigor. En esa táctica del no delito se dedicó a cuestionar la existencia del medioambiental, el más grave con el que se acusa a su defendido. Y sorprendió a la sala arrojando dudas de que en la causa se hubiera constatado la existencia de daño ecológico. Ruiz Soroa suele decir que hay cosas que se dan por supuestas, pero hay que probarlas, pese a que pocos gallegos le queden dudas de los efectos de la marea negra. En Derecho, además, los hechos notorios no necesitan ser contrastados. «No se ha probado el daño ecológico, no se ha probado que el vertido produjo una alteración del equilibrio medioambiental». Recordó que varios biólogos de la Administración atestiguaron que la recuperación de la costa «fue rápida» y que el propio fiscal habló de delito «económico» y no medioambiental.

Niega la desobediencia

El letrado precisó que Mangouras nunca desobedeció la orden de remolque. Recordó que la aceptó, pero comunicó que iba a consultarlo con su armador y le dieron permiso para ello. Esta costumbre, dijo Ruiz Soroa, la tienen todos los capitanes, «aunque no es jurídicamente correcto», reconoció. Los diálogos con la torre de control, denunció el abogado, se manipularon «para convertirlo en un enemigo público», en un «chivo expiatorio». En cualquier caso, dijo que el retraso en el remolque no habría tenido influencia en el desenlace del accidente.

Ruiz Soroa defendió que Mangouras no tenía obligación de conocer supuestos defectos del Prestige que a los expertos de la Administración y a los peritos del pleito de Estados Unidos, «más cualificados que el capitán», les llevó años de investigaciones. Pero además añadió: «Al capitán solo se puede condenar se si acepta que tenía conciencia de que el buque estaba en un estado tan lamentable que se iba a destrozar, que aceptó tomar el mando a sabiendas de lo que iba a pasar y despreció ese conocimiento». Pero la principal prueba de que no se daban estas circunstancias, dijo, fue que el capitán «se quedó a bordo y creyó que el buque iba a resistir».