De la FP al éxito sin pisar el paro

CARME D. PROL / S.F.

EDUCACIÓN

M.MORALEJO

Son jóvenes con trabajo fijo. Tienen entre 20 y 30 años y, después de cursar una Formación Profesional, han encontrado empleo rápidamente en su área. Nos cuentan su experiencia y por qué esta modalidad tiene tantas salidas

24 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El paro es una de las principales preocupaciones de los jóvenes gallegos y, con este panorama, la Formación Profesional aparece como una de las opciones más directas de cara al mercado laboral. Con 44.000 estudiantes en Galicia es una opción consolidada como alternativa a la universidad.

Cuatro de cada diez ofertas de trabajo se dirigen a graduados de ciclo medio o superior. Sin embargo, no es el único motivo que movió a los jóvenes con los que hablamos a tomar este camino, también les influyó la vocación personal o la herencia de un oficio familiar. Con el ciclo terminado ahora pueden elegir entre seguir formándose o trabajar en la empresa que les abrió las puertas nada más salir del instituto. Sea como sea, no se arrepienten y animan a otros jóvenes a lanzarse a por esta oportunidad.

El más hábil de Galicia

A Andrés Salgueiro la vocación le vino «en las fiestas de la aldea», «viendo lo ágiles que eran los camareros sirviendo pulpo y bebidas, me hacía gracia y tenía curiosidad por estudiar para poder hacer eso», cuenta. De esta forma llegó al instituto Manuel Antonio de Vigo, desde Silleda, para estudiar un Ciclo Medio en Restauración y después el Ciclo Superior en Dirección de Servicios. Había intentado sacar el bachiller pero «era muy mal estudiante». En este ciclo preparan a los alumnos para trabajar en la hostelería, especialmente en la parte práctica, para que puedan ejercer tanto de baristas como de camareros de sala, entre otros puestos. Tiene una duración de dos años, como cualquier otra Formación Profesional, pero en este caso Andrés pudo mejorar sus habilidades gracias al concurso de skills: «Cuando empecé el ciclo, a final de curso, me dieron la oportunidad de acceder al skills, que es el concurso que prepara FP Galicia para las distintas ramas. Si lo ganas, después vas al español y si ganas ese, al mundial», explica. Una oportunidad que lo cogió por sorpresa ya que «no sabía ni hacer un café»: «Lo peor que se podía hacer lo hacía yo. Tenía compañeros con alguna experiencia trabajando, yo lo que tenía eran muchas ganas». Durante meses se preparó con ayuda de un profesor, quedándose desde tres a cinco horas practicando después de las clases. En estas pruebas se enfrentó a «todas las situaciones que se pueden dar, una cata de vinos, montar una mesa, atender a los clientes en un bufet, una gala...O técnicas específicas como el pelado de frutas o hacer cafés», recuerda. Así consiguió ganar el concurso gallego y, al año siguente, quedó cuarto en el español, algo que también le sirvió como «márketing para mí mismo, es una forma de que te vean».

Una de las características de la Formación Profesional es el contacto de los alumnos con el mundo empresarial. Por una parte, muchos de sus profesores son trabajadores del sector que enseñan y dedican mucho tiempo a la parte práctica de cada módulo. Después, tienen la opción de entrar como alumnos en prácticas en alguna empresa, muchos de ellos incluso consiguen contratos después. En el caso de Andrés, consiguió sus primeras prácticas en el Culler de Pau, «fue una experiencia y un aprendizaje enorme, aunque muy duro», cuenta. Allí estuvo «con otros dos chicos de prácticas y con ellos se hacía todo más ameno porque éramos un equipo. No pude tener mucha vida social pero al final pasaba tiempo con amigos dentro del trabajo y eso se agradece mucho». Además, Andrés se llevó del Culler de Pau su gran vocación, la viticultura: «Gracias a la bodega y a los contactos que manejan allí descubrí gran parte de mi pasión por el mundo del vino, ahora quiero especializarme en ello». Lo hará mediante el Ciclo Superior en Viticultura, que en este caso se imparte en Ponteareas.

Con 23 años, Andrés tiene muy claro adónde quiere dirigir su futuro, «quiero acabar de formarme con 25 y entrar directamente en el mundo de las bodegas, que en Galicia tenemos bastantes», asegura. La pasión no es lo único que lo mueve, «que haya ofertas de trabajo es un factor que también tienes que visualizar hoy en día. Estudiar algo que te gusta mucho y no tiene salida no sé hasta qué punto es viable», declara.

Lo cierto es que el empleo no ha sido un problema para él, ya que «muchas ofertas vienen de los propios profesores porque tienen un negocio o son gerentes de una cuadrilla de camareros. Esto te permite probar muchos ámbitos y después elegir; el mundo del vino fue el que más me gustó».Y ahí que va.

Daniel Pol: «Como se aprende es trabajando»

Encontrar un rato para hablar con Daniel Pol no ha sido fácil ya que estaba sacando el curso de prevención de riesgos, necesario para poder comenzar a trabajar. Lo hará en la misma empresa en la que hizo las prácticas del Ciclo Medio de Instalaciones Eléctricas y Automáticas, que acabó este curso. Además de trabajar, Daniel quiere seguir formándose con un Ciclo Superior en Automatización y Robótica que hará a distancia, para que sea compatible con el empleo.

Un oficio que le viene de familia

Daniel, original de Lugo, siempre tuvo claro que la carrera académica no estaba hecha para él: «En la ESO ya veía contenidos que no eran útiles para mí, entiendo que hay que estudiar lo básico, pero sabía que no me iban a servir a nivel profesional». A pesar de esto, «por insistencia de mi madre», indica, decidió cursar el bachillerato, probó tanto la rama de ciencias como la de sociales, también por adultos y, con 20 años, entró en la Formación Profesional.

El ámbito de su ciclo, instalaciones eléctricas, no era deconocido para él: «Mi padre se dedicaba a esto y desde pequeño me explicaba cosas. Siempre me llamó la atención y ahora me veo trabajando en ello». Algo que le fue muy útil durante la cuarentena porque tuvo que formarse desde casa, «tuve la ventaja de que mi padre me ayudaba con lo que no entendía», recuerda.

Sobre su experiencia en el ciclo, destaca la parte práctica, aunque es exigente: «Hay módulos que tienen cosas escasas, por ejemplo el de renovables, que son 60 horas. No es suficiente para aprender bien cómo hacer esas instalaciones». Las prácticas en empresa fueron fundamentales para la formación de Daniel: «Como aprendes es trabajando. Tenemos mucha práctica pero en tableros, cuando sales y trabajas en una instalación de verdad ves la realidad». Sobre esto plantea que «con la cantidad de edificios públicos que hay podrían ponernos a trabajar ahí, con supervisión, pero aprenderíamos mejor». Ideas tampoco faltan.

Daniel no duda en recomendar este camino ya que en su entorno también ve que es una buena opción. «Tengo varias primas que estudiaron empresariales y ahora están trabajando de camareras porque no encuentran empleo de lo suyo», concluye.

Yolanda Balsa: «Tengo un puesto y un suelo bueno»

OSCAR CELA

Yolanda perdió su empleo de dependienta en una gasolinera con 26 años y ahora, con 28, tiene un puesto fijo en el área en la que se especializó. Cuando llegó al paro no tenía esperanza en encontrar otro trabajo pronto, así que decidió matricularse en un curso de Formación Profesional en un ámbito que le pudiera generar seguridad. Ella es de Vilalba, algo que la ayudó a decantarse por el Ciclo Superior de Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria, en Lugo, ya que «aquí tenemos industria».

Consiguió su objetivo. Hizo las prácticas del ciclo en la empresa Entrepinares y ahora trabaja ahí como operaria de producción: «Estoy en el control del concentrado del suero que sale al hacer el queso», explica. A pesar de estar en una industria tradicional, Yolanda destaca que es un puesto innovador: «Antes este suero se consideraba un desecho, no era un producto como tal. En el ciclo tuvimos algunas clases sobre esto pero era bastante desconocido», cuenta.

Del aula a la empresa

Sobre su experiencia en la formación, valora mucho, igual que sus compañeros, la parte práctica: «No es lo mismo verlo en papel que poder hacerlo, aunque sean pequeñas experiencias, eso tiene mucho valor. Ya sabes cómo funcionan ciertos aparatos, sabes cómo sale un queso, el tacto de la cuajada... Eso ya lo practicas mucho antes de llegar a la empresa y es un paso que llevas adelantado a la hora de ponerte tú a trabajar». Un aprendizaje que se completó con su llegada a Entrepinares porque, al final, no es lo mismo «lo que ves en el ciclo que lo que pasa en una empresa», «además pude pasar por varios puestos y ver cómo son todos los procesos», declara.

Cuando acabó su período de prácticas se quedó con un contrato temporal, que no tardó en convertirse en uno fijo. En dos años su vida ha dado un giro, «si no hiciera el ciclo, probablemente no estaría trabajando en estas condiciones, ahora tengo un trabajo bueno con un sueldo bueno y además de lo que estudié, no puedo estar más contenta. El ciclo me abrió puertas en lo laboral y en calidad de vida», comenta Yolanda.

No duda en animar a otros jóvenes a que «se atrevan a todo y estudien; si quieren trabajar encontrarán su lugar, al final todo esfuerzo tiene su recompensa, yo lo viví en mi propia piel».