El drama del paro: «La edad y el acento cierran puertas»

M. M. SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

Sandra Alonso

Roseana Franco, con 49 años, llegó de Brasil en el 2019 y, desde entonces, no encuentra trabajo a pesar de que en todas las entrevistas elogian su currículo y experiencia

30 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Roseana Franco Saraiva puso rumbo a Santiago en el 2019 junto a su marido Enrique Méndez Silva, hijo de un gallego de Boqueixón, por «la inseguridad de Brasil, y porque, tras fallecer mi suegro, pensamos que era el momento. No queríamos que nuestro hijo se criará en ese ambiente». Roseana creía que tenía todo planificado, «y llegamos con dinero, y un piso en propiedad en Santiago que su padre tenía». Su plan comenzó a venirse abajo y «los ahorros se fueron agotando». En Brasil había trabajado ocho años para una empresa y «tengo experiencia como comercial y de logística. Cuando hago entrevistas reconocen que tengo un currículo bueno, pero no me dan el trabajo. En un caso me dijeron que lo malo era el acento y los 49 años. La edad y el acento cierran puertas». Estuvo trabajando algún tiempo, pero actualmente acumula meses de paro, y se mantienen «con la ayuda familiar de 400 euros que cobro yo, y otro tanto de mi marido». De forma esporádica hace traducciones para un juzgado de Madrid, «pero son pocas horas. Por suerte, el piso está pagado, pero hay muchos gastos». Roseana repite una y otra vez, a lo largo de la conversación, que «solo quiero una oportunidad. Jamás pensé que estaríamos así. Nosotros éramos de los que ayudábamos». Pese a todo «tengo esperanzas de que mejoraremos. Aquí estamos seguros. No podéis imaginar lo que es salir por la mañana, y no saber si vas a volver». Su hijo juega en el Bertamiráns, y «su ayuda permite que mi hijo este bien mentalmente».

Juan Carlos Docal: «No hay empresa del metal en la que no entregara el currículo» 

Lleva más de dos décadas de trabajo en el sector naval de Ferrolterra. Juan Carlos Docal atesora conocimientos y experiencia, pero la falta de ocupación en Navantia Ferrol le ha llevado a permanecer prácticamente el último año en el paro, salvo un mes que fue contratado para unos trabajos en la división de Reparaciones. La búsqueda de un empleo ha sido incansable, pero por el momento sin éxito. «No hay empresa del metal en la que no entregara el currículo», afirma este especialista en soldadura y armadura, que en los últimos días se plantó en el naval de la provincia de Pontevedra para buscar una oportunidad.

Como este ferrolano, otros muchos profesionales ven con frustración la posibilidad de que tengan que marcharse a otros lugares, cuando en el plazo de un año va a arrancar la construcción de cinco fragatas F-110 para la Armada española, obra que precisará de un gran número de trabajadores. «Aquí, hasta dentro de un año no hay nada», lamenta.

Por ello, el sector naval ferrolano se enfrentará a un problema endémico que todavía no ha resuelto: en los momentos valle de actividad el personal experimentado, para huir del paro, tiene que emigrar a otros lugares y después, cuando los contratos se ponen en marcha, las empresas tienen dificultades para contratar a trabajadores experimentados. «El metal es duro, y hay algunos profesionales, que después de tener que buscarse la vida en otros sectores, ya no quieren volver», explica, a la vez que subraya que le duele que no se les den oportunidades a los más jóvenes. Docal, que no se cierra puertas y también ha presentado su currículo en distintas cadenas de distribución de la ciudad, subraya las dificultades que se encuentran especialmente los trabajadores de más de 40 años, especialmente en una comarca como la ferrolana, con una situación laboral complicada.

Martina Miser

Liliana Meneses: «La búsqueda es agotadora; si no tienes experiencia, no te quieren»

r. estévez

Las circunstancias empujaron a Liliana Meneses y a su familia a dejar Venezuela. «Decidimos venir a Galicia porque mi marido es músico y tenía una oferta para una orquesta», cuenta esta mujer, que trabajó desde que acabó los estudios en el sector de la banca. Con un contrato en perspectiva, hicieron el equipaje y llegaron a Vilagarcía «con todos nuestros ahorros», dispuestos a construir una nueva vida para ellos y sus dos hijos. «Llegamos aquí en febrero, con nuestros papeles -el permiso de residencia y el de trabajo- en regla» y un montón de ilusión. Pero entonces «nos agarró el covid-19» y todo se torció. «Con la pandemia las orquestas pararon, no hay verbenas, no hay nada... Así que no hay trabajo», y de pronto la pareja de recién llegados se encontró con que no tenía nada a qué agarrarse. «Nos pusimos a buscar empleo de inmediato. Yo estoy haciendo una búsqueda súper activa: todos los días reviso todas las páginas de Internet, he contactado con todas las instituciones... Me han llamado en alguna ocasión para hacer entrevistas, pero siempre me encuentro con el mismo problema: quieren experiencia».

Al principio, Liliana recibía el no de los empresarios con entereza. Pero a medida que el tiempo pasa y los ahorros se agotan, nota crecer la angustia y la desesperación. «He hecho entrevistas para hostelería, para conserveras, para limpieza de oficinas... Estoy abierta a todo. Pero no hay manera. La búsqueda te agota y si no tienes experiencia no te quieren. Hasta he llegado a ofrecerme a trabajar gratis durante una semana o dos, para que viesen que tengo ganas de trabajar y de aprender, pero ni siquiera así. Solo quieren gente que tenga experiencia... Pero si no me dan la oportunidad, no la voy a conseguir nunca», relata desesperada. En cualquier caso, rendirse no es una opción. Así que, aunque se reconoce anímicamente agotada, seguirá revisando día a día las ofertas de empleo hasta dar con la que sea para ella.

Trinidad: «Teño unha pequena axuda, e imos capeando o temporal así»

M. Gómez

El desempleo tiene muchas aristas, tantas como ciudadanos engrosan las listas de parados, aunque hay un colectivo especialmente vulnerable a la falta de oportunidades laborales: el de las personas en una edad próxima a la jubilación. Es el caso de Trinidad, una vecina del municipio coruñés de Noia que confiesa que necesita ayuda para ir tirando: «Estou indo a Cáritas e teño unha pequena axuda por ser maior de 55 anos, e imos capeando o temporal así».

A sus 64 años confiesa que, a estas alturas y después mucho tiempo sin ocupación, ya no busca trabajo activamente: «Estou esperando a xubilarme porque a axuda que me dan non me chega. O problema é que me penalizan porque non teño 30 anos cotizados». Explica que perdió su último empleo, en Tenerife, donde trabajaba en la limpieza de un colegio, debido a una grave depresión que la acompañó mucho tiempo y luego enfermó de cáncer. Todo ello contribuyó a su exclusión del mercado laboral. Y hay otras dificultades, más allá de su edad: «Aquí non hai nada, non hai empresa ningunha, hai que desprezarse para traballar e agora non teño coche».

En su momento, sí se desplazaba. De hecho, explica que en su juventud hizo de todo, desde coser a trabajar en una conservera, pero ahora lleva mucho tiempo parada: «A vida é así, hai altos e baixos».