El coste milmillonario de apagar las cubas del aluminio de Alcoa

m. sande / f. fernández VIVEIRO / LA VOZ

ECONOMÍA

Xaime Ramallal

El Gobierno rectifica y considera esencial la actividad de la multinacional, que puede operar normal

31 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El Gobierno considera esencial la actividad de Alcoa en San Cibrao (Cervo), que, de esta manera, puede seguir funcionando con normalidad. Por tanto, la única fábrica de aluminio primario que queda en España mantiene los mismos turnos y horarios de trabajo y el ritmo de producción establecido. Tras el confuso real decreto del domingo por la noche, que no recogía explícitamente la fabricación de aluminio entre el sinfín de excepciones a la parada de actividad industrial, la multinacional solicitó este lunes su inclusión, porque, de hecho, el metal provee a farmacéuticas y alimentación. El Gobierno ha aceptado, según la compañía.

De lo contrario, hubiera ocurrido un desastre. Porque las cubas de electrolisis -en las que se elabora el aluminio- no se pueden parar así como así. Ni mucho menos. Ha de ser en todo caso una parada programada con antelación para evitar que el metal se solidifique en su interior: una parada así sería irreversible, tal como advertía el comité de empresa. Significaría el cierre.

La última vez que se apagaron las cubas con el aluminio fue en diciembre de 1987. Perdura en la memoria de todos los vecinos de A Mariña cuando trasladaron a la fábrica los 255 bidones con productos tóxicos del carguero panameño Cason, varado frente a las costas de Fisterra y que luego naufragó.

Aquello provocó un enorme conflicto en el complejo industrial, entonces Alúmina Aluminio. La oposición a recibir esos productos tóxicos provocó la paralización de la fábrica y el apagado de las cubas. Volver a ponerlas en funcionamiento le supuso un coste a la empresa de 20.000 millones de pesetas de entonces (120 millones de euros) aunque la aseguradora estatal reconoció 3.300 millones.

De lo delicado de las cubas dan cuenta también las operaciones que se llevaron a cabo hace justo un año en las antiguas fábricas de aluminio de A Coruña y de Avilés (Alcoa se las vendió en verano el fondo Parter Capital), cuando se detuvo la producción. La multinacional, todavía dueña de las instalaciones, decidió parar el corazón de las plantas, pero de forma que los futuros compradores pudiesen recuperar esa actividad. Los trabajadores emplearon días en vaciar y limpiar las cubas para que hibernasen en perfecto estado. Un año después, Parter no ha retomado la fabricación de aluminio ni en A Coruña ni en Avilés (donde operan como Alu Ibérica) por los elevados costes de la energía eléctrica en España, un asunto pendiente de resolver por parte del Gobierno. Además, la planta gallega -que se dedica, entre tanto, a la fundición de metales- está en cuarenta tras la muerte, hace unos días, del expresidente del comité de empresa.

El complejo industrial de A Mariña -compuesto por la fábrica de aluminio y otra de alúmina con la que se elabora el primero- tiene unos 1.100 trabajadores; de Alcoa dependen una veintena larga de empresas auxiliares, con más de 700 empleados. Se estima que unos 5.000 mariñanos viven, directa e indirectamente, de este complejo en la costa lucense.

No al «peche abrupto»

La Consellería de Industria «non ve o peche abrupto da industria como unha alternativa, xa que neste caso dar ao botón de pausa pode significar o final de moitas empresas e, polo tanto, de moitos postos de traballo». Además, la Xunta «defende a necesidade de que o Goberno central realice un peche ordenado da actividade económica e aclare as dúbidas que o real decreto aprobado o domingo a última hora da noite están a xerar no tecido empresarial galego. É preciso que as nosas empresas, especialmente as pemes e autónomos, despexen todas as incertezas que teñen neste momento».