La aparición de la EEB también elevó las inspecciones en las salas de matanza. Primero con análisis a todas las reses mayores de 12 meses, a las que se les extraía la médula espinal -principal transmisor de un posible contagio-, y después ampliando esta edad hasta los 24 una vez se rebajó el nivel de positivos y se fueron conociendo nuevos datos sobre la transmisión de la enfermedad. Actualmente, solo se analizan los animales de más de 30 meses que procedan de países de riesgo o hayan tenido relación directa con ellos.
Desde mayo del 2016, España está incluida en la relación de países donde el riesgo de EEB es insignificante, según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE). De hecho, desde el 2013 la prevalencia de la enfermedad ha ido cayendo y el año pasado solo se detectaron tres casos: dos en Cantabria y otro en Salamanca. Esta clasificación sanitaria posibilita acuerdos comerciales con otros países para exportar tanto bovinos vivos como sus despieces cárnicos. En Galicia, pese a contar con la cabaña vacuna más importante del Estado, no se han confirmado casos de animales enfermos desde junio del 2014.