¡Nos vacilan todos los días y yo me empiezo a hartar!

ECONOMÍA

María Pedreda

Poderes públicos y privados intentan tomarme el pelo con el único interés de cogerme mi pasta

17 sep 2017 . Actualizado a las 13:39 h.

Estoy harta de que poderes públicos y privados intenten tomarme el pelo con el único interés de cogerme mi pasta.

1. Me parece fatal que un ciudadano que deje el coche en un espacio regulado por la ORA y no pueda poner su tique porque el parquímetro está estropeado cuando llegue al vehículo minutos después tenga una sanción de 60 euros. El hombre reclama a la trabajadora de la contrata del Ayuntamiento de A Coruña y ella le explica que debe llamar a un número de teléfono. Telefonea y el interlocutor se limita a decir: o paga la multa o anula la denuncia con el abono de 6 euros. «Porque si el parquímetro estaba fuera de servicio usted debería haberme llamado antes», puntualiza en ese tono que alguna vez hemos oído. A lo que el ciudadano contesta: «Yo no trabajo para su empresa: dígame por qué tengo que avisar». Sin embargo la conversación no tiene más recorrido: o paga 6 euros o 60. Pero paga aunque el aparato de la empresa no funcione. Ojo, que si se le ocurre meter el coche en un párking de concesión pública debe tener en cuenta que las plazas sean espaciosas. Es curioso ver en el estacionamiento de la plaza de María Pita de A Coruña a dos personas que les dicen a los usuarios: arrime más, arrime más su coche, que tiene que coger otro. El usuario para salir del vehículo que acaba de aparcar saca una pierna, encoge barriga, mete culo, y así poco a poco va liberando cuerpo. Una vez fuera observa cómo hay decenas de plazas vacías que están «reservadas».

2. No veo lógico que las entidades financieras y las autoridades intenten fomentar el uso de dinero de plástico (o tarjetas de crédito y débito) y, sin embargo, cuando usted va a un banco e intenta abonar un recibo cualquiera (agua, luz, teléfono...) con una tarjeta de crédito de otra entidad no se la aceptan. Pruebe. Eso sí, usted paga religiosamente una comisión por disponer de la tarjeta.

3. Considero delirante que cuando usted circula por la autopista que vertebra Galicia y llega al peaje vea un cartel que pone «Pago fácil», cuando no es así. Eso no es pago fácil ni es nada. Usted tiene que parar el coche, sacar la tarjeta de crédito o las monedas del bolsillo, introducirlas en un cajetín, intentar que la máquina le dé un justificante, esperar, y nada; de repente, ve un botón, lo aprieta, y allí tiene el justificante. ¿Y eso es fácil? No, es una broma de mal gusto, porque lo único que persiguen los dueños de las autopistas es ahorrar en personal. ¡Qué raro!

4. Califico de poco ético que por hacer un ingreso a través de un cheque de una cantidad de dinero (40.000 euros) el banco, que ingresa el dinero, intente cobrarle al cliente 126,50 euros de comisión. Lo peor es que se los cobró y luego reculó pero, eso sí, como haciéndole un favor al cliente y con «el objetivo de la transparencia».

5. Siento pena cuando veo a personas que perdieron todos sus pocos ahorros con la declaración de seudoquiebra del Banco Popular-Pastor y que se limitan a decir: «Qué le vamos a hacer. Le pasó a todo el mundo». Ese tono de resignación cuando eres un jubilado o un ama de casa que vive de una pensión me pone del hígado.

Ligado a este asunto tampoco llevo nada bien que una alto cargo de Europa -eso sí, bien preparada- decida que el Banco Popular se venda por un euro para que, pocos días después, las autoridades de Bruselas reconozcan que las leyes que rigieron la decisión no están del todo bien perfiladas. Pero lo peor de todo es que esa alta funcionaria -Elke Köning, una alemana responsable del Mecanismo Único de Resolución que antes trabajó de auditora en KPMG- permitió tres semanas después del caso español que se rescatara con dinero público a dos bancos italianos: Veneto Banca y Banca Popolare di Vicenza. Parece que los favores políticos no conocen fronteras. Tampoco comprendo cómo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y los ministros de Economía y de Hacienda, Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, respectivamente, se cansaron de decir que «el rescate bancario no iba a costar ni un euro al contribuyente», y hace unos días el Banco de España reveló que 40.078 millones serán irrecuperables.

6. Estoy harta de que todo el mundo sepa que la tarifa eléctrica más barata, la que se denomina «regulada», sea la que no les interesa a las compañías que usted contrate. Sin embargo, no sale ningún político de peso y de altura para alertarle a usted, que es su votante. (¿Será que no tenemos políticos de peso o de altura, o es que quieren utilizar en un futuro las puertas giratorias?).

7. Resulta kafkiano comprobar cómo una gran empresa se ve incapaz de conseguir que Apple le desbloquee un móvil que vale 1.000 euros. ¿Por qué es incapaz? Porque es preciso tener paciencia para recorrer varias páginas web, hablar con dos o tres personas, contestar a cientos de preguntas, hacerles llegar documentación variada y no claudicar antes de que pasen cinco semanas, que es el tiempo medio que parece puede llevar un trámite de este tipo. Así que en un cajón del escritorio de esa persona que reclama hay al menos diez terminales que pasaron a tener el valor de ferralla. Si esto le ocurre a una gran empresa, qué no le va a pasar a usted.

8. Es cansino no poder comprender por qué las empresas que se dedican a la gestión de las comunidades de vecinos no se preocupan ni de cómo concluyen las obras que se acometen en los edificios, ni de si el ascensor se estropea muchas o pocas veces, ni si un servicio que se contrata (limpieza, pongamos por caso) se cumple. Eso sí, todos los meses pasan una factura.

9. ¿Y qué me dicen de esos profesores que suspenden al 60, al 70, al 80 y hasta al 90 % de sus alumnos de primero de bachillerato? En ese momento los padres tienen claro que toca pagar clases particulares (10 euros por una hora como mínimo) y volver en septiembre al centro educativo, y preguntar: ¿qué habrá hecho ese profesor durante el verano?

10. Aquí escriba usted.

Como dice la canción, «No por pobre y feo, ni por antojao». Esta es mi realidad.