Magnitudes y proporciones

ECONOMÍA

14 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Nunca las cifras nos han abrumado tanto. Sobre todo porque casi todas ellas son nefastas. Cada día, desde cualquier medio, una oleada de cifras -sobre desequilibrios macroeconómicos, problemas empresariales, predicciones que muchas veces acaban por demostrarse fallidas- percuten sobre los oídos y la mente del ciudadano; el cual sospecha que detrás de esos números extraños, que apenas entiende, hay un anuncio de nuevos tajos a su propio bienestar.

Aunque pudiera ocurrir también que su exceso traiga consigo el desconcierto o, peor aun, un veneno paralizante: 14.593 millones de agujero en Bankia; 102.149 millones de recortes fiscales en tres años? ¿Qué hacer entre tal desmesura?.

Los efectos de miedo y vacío que causan las magnitudes absolutas se atemperan cuando utilizamos proporciones, ratios, cifras más amables que nos permiten establecer relaciones con fenómenos de los que tenemos una idea al menos aproximada. De todas ellas la más utilizada y recomendable es la relación con el producto interior bruto (PIB). Afortunadamente el actual PIB español se acerca bastante a una cifra cerrada, el billón de euros (en el 2012, 1.049.525 millones), lo que facilita los cálculos rápidos. No hay duda, en todo caso, de que cualquier dato en relación con el PIB del país se hace más comprensible, incluso intuitivo: apabulla al ciudadano normal saber, por ejemplo, que el crédito privado ascienda en España hoy a 1,55 billones de euros; o que las ayudas a las entidades financieras desde que empezó la crisis han superado los 125.000 millones; o que la reducción prevista en el gasto educativo entre el 2010 y el 2015 superará los 10.000 millones.

Pero si decimos que, después de un proceso de desendeudamiento, la deuda privada sigue estando en el 146 % del PIB, que hemos empleado el 12 % en salvar bancos, y que el objetivo del Gobierno es pasar de un 4,9 a un 3,9 % de gasto en educación -nuestro futuro- en cinco años, entonces el mensaje se hace más claro: se comprende que hablamos de esquinas del prisma de problemas económicos y sociales que nos asolan.

Otro problema de las cifras, tanto las absolutas como las relativas, es su frecuente sacralización, no pocas veces interesada. Recuérdese un caso reciente: desde la publicación de un trabajo en el 2010 de los, por otro lado excelentes, economistas Ken Rogoff y Carmen Reinhart, quedó escrito en letras de oro que una deuda pública superior al umbral del 90 % del PIB se hace insostenible. Un cálculo que se ha demostrado equivocado -el famoso «error de la hoja de Excel»-, pero que durante tres años sirvió para justificar la política de austeridad compulsiva, que tanto daño ha causado. En ese tiempo, cualquiera que criticase esa política, se encontraba de inmediato con la réplica definitiva: «Recuerda, el 90 %».

Se suele decir que hay que tener cautela con las palabras, porque con frecuencia las carga el maligno. ¿Y las cifras?. También cuidado con ellas: no vayan a ser peores los contables del diablo que el diablo mismo?