El IVA es un impuesto polémico. Proporciona recursos e información a las Administraciones, pero añade regresividad al sistema. Tiene efectos positivos sobre el ahorro de las familias, pero incentiva el fraude fiscal al ser gestionado por empresas y profesionales. Estos incentivos aumentan cuando los tipos son elevados. En todo caso, es el impuesto más evolucionado para gravar el consumo de bienes y servicios; y armonizado por la UE.
Pero esta subida del IVA es la contraprestación mas descarnada de la intervención y control de Bruselas en la economía española. Decir lo contrario, como hace De Guindos, no es serio. Porque nos prestan dinero para financiar los desmanes de la banca, pero también nos dicen cuáles son nuestros deberes. Y el primer deber es penalizar a las personas más débiles de la sociedad. Unos 25 millones de personas sufrirán la subida del impuesto con dolor y angustia infinita.
O sea, el IVA también redistribuye rentas al revés. Los beneficiarios son los defraudadores y algunos consumidores cómplices. Pero interesa saber que el fraude en el IVA implica a su vez fraude en el IRPF o en el impuesto de sociedades.
Y en estas condiciones el ministro Montero dice que se aumenta el IVA porque en España se defrauda mucho. Pero subir tipos en vez de perseguir el fraude -como sucede con la amnistía fiscal- es castigar la honradez y premiar el engaño.
Entre el IVA, el IRPF, el IBI y los copagos sanitarios crecerá la desigualdad y el privilegio. ¿Qué sienten nuestros gobernantes cuando bendicen estas decisiones? ¿Piensan de verdad que tras la extenuación social viene el crecimiento? La verdad es que Rajoy nos debe muchas explicaciones.