La epidemia de la deuda se propaga

Mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

La infección traspasa fronteras y llega a Bélgica y a dos de las grandes, Austria y Francia

16 nov 2011 . Actualizado a las 15:43 h.

Estados que gastan más de lo que ingresan, perspectivas de crecimiento anémicas y líderes mundiales incapaces de hacer frente a una situación que les viene grande, muy grande. Son el origen de una enfermedad que ha llevado a Grecia, Irlanda y Portugal a pasar por el quirófano, colocado a Italia con un pie en la mesa de operaciones y a España, en la lista de espera.

Pero el mal ya no es solo cosa de la periferia. Dos de las grandes, Francia y Austria -dos triples A en toda regla- ya sienten los escalofríos. Sus primas de riesgo -el diferencial que separa sus bonos a diez años de los inexpugnables títulos alemanes al mismo plazo- alcanzaron ayer niveles desconocidos en la era euro. La gala trepó hasta los 190 y la austríaca cerró a un paso de ese listón, una zona por la que se movía la italiana hace menos de seis meses. No solo eso, la belga ya rebasa los 300, el nivel por el que transitaba la española en julio.

Estos especuladores, que no respetan nada. Ni siquiera a Austria, la más insensible a lo largo de toda esta crisis a las acuciantes necesidades de los más enfermos, y a la que ahora, caprichos del destino, la situación puede acabar quitándole el sueño.

Las letras, a más del 5 %

Con todo, el paciente con peor evolución a lo largo del día de ayer fue otra vez España. El empeoramiento se hizo evidente desde primera hora de la mañana, cuando la prima de riesgo se asomó a los 450 puntos. Y se agravó tras una nada propicia subasta del Tesoro, que tuvo que ofrecer más de un 5 % para encontrarle comprador a las letras a doce y dieciocho meses que quería colocar. Se trata del coste más alto para ese tipo de títulos desde 1997 y es un 40 % superior al que el organismo que dirige Soledad Núñez pagó hace apenas un mes. Lo único positivo de la subasta, la demanda: 2,13 veces la oferta. La víspera, su homólogo italiano hubo de contentarse con una ratio de 1,4. A esa «altísima demanda» se agarró la vicepresidenta económica, Elena Salgado, para no perder la sonrisa.

Al final, colocó 2.600 millones en letras a un año, al 5,02 %, y otros 557 en títulos a un año y medio. En total, consiguió que le prestaran 3.158 millones de euros, muy cerca de la meta que se había fijado: 3.500.

Tan atractivos tipos reducen a papel mojado cualquier oferta de superdepósitos de las que estos días promocionan bancos y cajas, a la caza desesperada de capital. Pero esa es otra guerra

Tan negra era la situación, con el bono patrio superando el 6,3 % en el mercado secundario -donde cambian de manos los títulos ya emitidos-, que el portavoz de Asuntos Económicos de la Unión Europea, Amadeu Altafaj, salió al paso para descartar cualquier hipotético rescate a España. Nada nuevo, por otra parte, porque si no hay dinero para curar a Italia, tampoco lo hay para pagarle el tratamiento a España. «Esta cuestión no ha sido planteada, y no tengo ningún comentario que hacer», zanjó Altafaj, quien aseguró que los ataques no responden a los fundamentos de la economía española.

Puede que tenga razón, pero ahora lo único cierto es que nuestro riesgo es el mismo que arrastrábamos en 1995, cuando la peseta acababa de ser devaluada.

Italia, en la picota

No marcharon mucho mejor las cosas en Italia, donde, rumores de rebaja de rating incluidos, la brecha con respecto a los bonos alemanes se ensanchó de nuevo y volvió a superar los 500 puntos, la marca de no retorno para las rescatadas Grecia, Irlanda y Portugal. Y sus títulos a diez años, otra vez rindiendo más de 7 %.

En medio del caos, todas las miradas posadas en el Banco Central Europeo, que intenta frenar la sangría sin demasiado éxito. Más munición es lo que le reclaman todos los expertos.

Así las cosas, la fotografía nos devuelve al último verano, cuando se dispararon las alarmas sobre la capacidad de pago de España e Italia (entonces el orden era ese, no como ahora). Desde entonces se han escenificado multitud de reuniones de líderes sin liderazgo y hemos asistido a otros tantos altisonantes discursos sobre soluciones definitivas. Incluso hemos presenciado la caída de Papandreu y Berlusconi. Y todo para nada. Tiempo perdido.

Caída de las bolsas

Para redondear un día negro, las bolsas, a las que, a la vista del desastre, no les quedó otra que caer. Aunque, eso sí, lo hicieron con menos estrépito que la víspera, gracias a la mano amiga de Wall Street. En el caso del Ibex, el retroceso fue del 1,61 %, hasta los 8.237,6 enteros.

La peor parte se la llevó ayer París, que cerró sus puertas casi un 2 % por debajo del nivel al que las abrió. En Fráncfort y Milán, los recortes rondaron el 2 %.

En el mercado de divisas, el euro dijo adiós a los 1,36 dólares.