Kiko Rey, exfutbolista gallego de Primera: «No me siento un desgraciado por tener ELA, hice todo lo que quise»
DEPORTES
El mítico goleador saborea «cada momento» para convivir con la enfermedad mientras entrena a la SD Viveiro cadete
21 oct 2024 . Actualizado a las 22:49 h.En la banda del Municipal Marcos Gómez de O Cembedo, donde pronto impartirá otra lección a los cadetes de la SD Viveiro, Francisco Javier Rey García, Kiko (Viveiro, 1967), exhibe la misma serenidad que recordarán aficionados del Salamanca, Almería, Logroñés, Eibar u Ourense. Goleador en las cinco primeras categorías del fútbol español, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) condiciona su vida desde hace casi dos años, pero no le impide disfrutar de las cosas que ama: «Desde el primer día quise quitarle todo el poder, tratar de seguir haciendo mi vida».
—Su día a día no parece haber cambiado mucho.
—Entretenerse, seguir haciendo cosas, es fundamental. Lo fastidiado de esta enfermedad es que el deterioro es físico, pero de cabeza estás igual. Ves que tu cuerpo te va abandonando, pero tus facultades mentales están intactas, te das cuenta absolutamente de todo. Es una enfermedad dura por eso, porque tienes que saber asimilarlo.
—¿Cuándo comenzó ese deterioro físico?
—Lo noté jugando al pádel, en el agarre de la pala. Pensé que tenía artrosis en los dedos. Luego empecé con fasciculaciones musculares, y decidí mirarme por si acaso. Me fui a Lugo por privado, tuve la suerte de que me atendió el jefe del servicio de Neurología del HULA y me ingresaron durante una semana para hacerme todas las pruebas. El diagnóstico fue ELA, solo queda asumirlo y convivir con ello.
—¿Cuánto hace de eso?
—Me lo detectaron en noviembre del 2022. Desde entonces pasaron dos años en los que el deterioro ha sido progresivo. He perdido el agarre en las manos, me tienen que ayudar a vestirme, incluso a comer. Lo bueno que tengo ahora mismo es que está afectada la segunda neurona motora, que dirige a brazos, articulaciones y piernas; pero la bulbar, que es la que afecta a la respiración y la deglución, y es la más grave y agresiva, la tengo intacta. Dentro de lo que cabe, yo sigo hablando, sigo andando, sigo yendo a entrenar y puedo hacer una vida relativamente normal. Necesito apoyos, y seguro que con el paso del tiempo más, pero llevo una vida bastante autónoma.
—¿Se planteó dejar de entrenar?
—No. Estoy con el cadete de la SD Viveiro desde el año pasado y, mientras pueda, voy a seguir. El club me pone todas las facilidades, me brinda ayuda y ojalá algún día pueda devolverles lo que hacen por mí.
—El pasado junio lo homenajearon en la gala de fin de temporada del suplemento Líder. ¿Cómo lo trata la gente a su alrededor?
—Estoy muy agradecido al Líder por cómo me ha tratado siempre y este año me hicieron un homenaje precioso en su gala de fin de temporada. Evidentemente yo tengo una enfermedad que a día de hoy es incurable y todo el mundo a mi alrededor lo sabe, me condiciona muchas cosas, pero desde el primer día quise quitarle todo el poder, tratar de seguir haciendo mi vida. Como cualquiera, nunca sabes qué va a pasar mañana. Tener ELA me abrió los ojos en eso, solo pienso en disfrutar cada momento. No me siento un desgraciado por tener esta enfermedad, hice todo lo que quise, jugué al fútbol, tengo a mi mujer y mis hijas, mucha gente que me apoya... Y no me da vergüenza pedir ayuda para todo lo que la necesito.
—¿Cómo es su convivencia con los chavales?
—Está normalizado. Saben que tengo un problema, pero está en segundo plano. Ellos vienen a gusto a entrenar y yo disfruto con ellos, nos dedicamos al fútbol.
—¿Qué significa la aprobación de la ley de la ELA?
—Es una muy buena noticia. Especialmente, porque había mucha gente con ELA que tenía que morirse porque su familia no podía costear el precio de mantenerla viva. Unzué lo dijo por activa y por pasiva: los enfermos de ELA quieren una vida digna, no una muerte digna. Esta ley es un avance muy grande para nosotros, pero sobre todo para las familias, que son las que soportan el tema económico, el psicológico, el físico... Hasta hoy tenían que dejar de vivir su vida para que el paciente viviese, era muy injusto. Esta ley permite que haya profesionales las 24 horas del día para ayudar.
—¿Jugó contra Unzué? ¿Le marcó?
—Sí, coincidimos él en el Sevilla y yo en el Salamanca, pero no le marqué. Coincidí con él en Santiago, wasapeamos bastante, tenemos grupos en común de gente afectada por la ELA. Hay que sacarse el sombrero ante él porque fue quien llevó a la opinión pública todo lo que significa esta enfermedad. Gracias a él y a otros, muchos por desgracia ya no están, se consiguió esta ley.
«Al llegar al Madrid aprendí a valerme por mí mismo»
Hace pocos días Kiko Rey participó en una quedada de las viejas glorias que entre el 93 y el 95 condujeron a la UD Salamanca de Segunda B a Primera.
—¿Fue su mejor etapa deportiva?
—Sin duda. Fue espectacular a nivel deportivo y humano. Fueron dos ascensos consecutivos. Llegué al Salamanca desde el Endesa As Pontes y pasamos de Segunda B a Primera cuando nadie contaba con nosotros, especialmente en el segundo ascenso. Perdimos 0-2 en casa contra el Albacete y fuimos capaces de darle la vuelta allí con un 0-5. Desde luego es el mayor logro deportivo de mi vida.
—¿Cómo era trabajar con aquel jovencísimo Juanma Lillo?
—Se vislumbraba el Lillo que es hoy en día. Yo creo que fue uno de los precursores del sistema de 4-2-3-1, trabajaba muchísimo la presión y se anticipó a muchas de las cosas que vemos en el fútbol actual. Para nosotros fue un aprendizaje brutal, descubrimos una forma diferente de ver el fútbol.
—¿Qué significa para usted haber marcado goles en todas las categorías desde Preferente a Primera?
—Bueno, en Primera solo marqué un gol y, por desgracia, fue para ganarle al Compostela, pero haber marcado en todas las categorías desde Preferente es muy bonito. Significa haber progresado desde categorías inferiores y haber hecho las cosas bien para siempre meter goles. Tras disfrutar tanto tiempo y retirarme con 42 años es un orgullo que aun haya muy poca gente que tenga ese récord de haber marcado en todas las categorías.
—¿Cómo se inició en el fútbol?
—Empecé a jugar al fútbol sala siendo muy pequeño en los Diablos Rojos de la antigua OJE que teníamos en Viveiro. Comencé de portero, pero pronto me pasé a jugador de campo. El fútbol campo lo probé con 14 años, en el torneo de Landrove, que fui a jugar con mis primos. Allí estaba de árbitro Ángel Couceiro, que entrenaba al Viveiro juvenil, y me fichó.
—¿Qué recuerda de sus primeros pasos en el Viveiro?
—Mi abuelo fue el socio número 1 del Viveiro, para él era un orgullo que yo jugase en el equipo de casa. En juveniles me daba 50 pesetas cada vez que marcaba, y cuando empecé a jugar en Tercera me dijo que me daría 100 por cada gol. En cuanto acababa el partido lo primero que hacía era ir corriendo a buscarlo a la calle de A Zapatería, donde tomaba los vinos, para que me diese el dinero. Mis primos siempre se quejaban de que era el favorito.
—Casi pierde dinero yendo al Madrid de joven...
—No (ríe). Gané muchas cosas yéndome al Real Madrid. Ir al mejor club del mundo es un salto cualitativo en todos los aspectos, aprendí mucho. Aprendí a valerme por mí mismo, llegué a Madrid y no sabía volver a casa si doblaba una esquina. Aquello era un mundo inmenso, muy distinto a lo que yo había vivido hasta entonces. Me hizo totalmente independiente y me formó, quizá muy tempranamente, como persona.
—¿Qué supuso a comienzos de los 80 que el Madrid viniese a por un chaval de Viveiro?
—Pasé toda mi carrera deportiva presumiendo de que soy de Viveiro, el pueblo más bonito que hay. En ese momento había una Tercera mucho más potente que la actual, con el Lugo, el Ourense, el Pontevedra... Competir contra ellos era un hito y el Viveiro lo conseguía con muchos jugadores de fuera. Por eso ver que salía un chaval de aquí para el Madrid fue un orgullo para mí y todos los chavales que venían por detrás y una señal para demostrar que aquí había potencial.
—Pocos casos hay de jugadores que triunfan y deciden terminar en su lugar de origen. ¿Siempre lo tuvo claro?
—Me fui con 16 años, sacrifiqué muchas cosas y mi sueño siempre fue volver. Aquí tengo a los amigos que ya tenía de chaval, mi mujer y mis hijas son de Viveiro, encontré un trabajo tras retirarme... El fútbol me dio muchas cosas, pero una de las más bonitas fue volver.
«Hay alevines que tienen representante ya, es algo que no concibo»
Retirado a los 42 años, el técnico viveirense es un apasionado conversador de fútbol.
—¿Tienen la misma ilusión los niños que los de su época?
—Creo que no. Empiezan a jugar y a competir con 5 o 6 años, y cuando llegan a cadetes están saturados. O les gusta muchísimo el fútbol, o lo dejan. Mucha culpa es de los entrenadores, porque los obligamos a competir y con ciertas edades solo deberían aprender y disfrutar. Además, las presiones mediáticas que hay en el fútbol ya llegan a la base. Hay alevines que ya tienen representante, es algo que no concibo. Alguna ley debería proteger a los menores, son los clubes los que deben tutelarlos, no personas con intereses económicos.
—¿Usted no tuvo representante?
—Cuando ya jugaba en Segunda B con el As Pontes, al irme fui al Salamanca. Entiendo que el fútbol ha evolucionado, hoy todo se mueve por representantes, hay un negocio paralelo.
—¿Prioriza el talento o la táctica?
—Ahora los equipos trabajan una barbaridad tácticamente y siempre tiene que haber un orden, pero los partidos los gana el talento. Si tienes jugadores que son buenos en el uno contra uno rompes cualquier sistema, por muchas ayudas que lleguen, por muy bien que basculen, que hagan las permutas... Si en el uno contra uno eres mejor que el contrario vas a ganar muchos partidos, Messi es el caso evidente. Como era capaz de llevarse a dos o tres jugadores, generaba superioridades. Para mí el talento está por encima de todo lo demás.
—Ahora que se vive para los récords, ¿usted se enfadaba cuando no marcaba gol?
—Sí. Es que la máxima del fútbol es el gol. Puedes tener mucha posesión, pero juegas para ganar, y solo ganas si metes gol. A mí me cabreaba muchísimo no marcar y hoy en día con mis cadetes sigo haciéndolo porque la ocasión de gol pasa y ya no vuelve.
—¿A sus jugadores les habla del Kiko futbolista?
—No me gusta hacerlo. Alguna vez me sale alguna anécdota o algún ejemplo que puedo aplicar a un caso concreto, pero el fútbol actual es muy diferente al mío. No sé cómo me iría ahora. La velocidad de balón es impresionante, los jugadores cada vez son más rápidos, más fuertes y mejores técnicamente. Y la cabeza es fundamental: saber competir y saber descansar.
—¿Se ve reflejado en algún jugador actual?
—Es que hoy en día el delantero de área prácticamente no existe. Se pide que baje a recibir, que se gire, dé juego... Joselu puede ser algo parecido a lo que éramos los delanteros antes, pero los jugadores ahora son más completos.