Un misil llamado Ducati

Borja González / Colpisa

DEPORTES

MOHD RASFAN | AFP

La moto italiana da una exhibición de velocidad en el último día de test en Sepang, con Petrucci, Bagnaia, Miller y Dovizioso rompiendo el récord del trazado

08 feb 2019 . Actualizado a las 20:58 h.

Se juntó todo para que la primera hora del último día del test de Sepang de motoGP permitiese disfrutar a los pilotos de una pista en el mejor estado posible: dos días de acumulación de goma, sin una gota de lluvia que alterase el asfalto, algo que no se había visto en mucho tiempo en este circuito; y un compuesto nuevo de mejor rendimiento de Michelin que, además, regaló un neumático blando más a cada piloto.

Esto, en una moto como la Ducati, potencia pura, y que se mueve tradicionalmente como pez en el agua en el trazado asiático, permitió ver un espectáculo de una hora aproximada de duración en el que los contendientes de motoGP, literalmente, volaron.

El jueves Maverick Viñales se había quedado cerquísima del récord absoluto del circuito fijado el 30 de enero de 2018 por Jorge Lorenzo, un 1:58.830 del mallorquín con la Ducati que hizo lanzar las campanas al vuelo sobre sus opciones sobre la moto italiana, aunque su explosión tardó todavía unos cinco meses en llegar.

Con esa misma moto, pero con la versión del 2019, su sustituto, Danilo Petrucci (que va a estar todo el año como compañero de Andrea Dovizioso con la alargada sombra del piloto español encima, tras la discutida decisión por parte de la casa roja de deshacerse de los servicios del tricampeón de motoGP, ausente por lesión en Malasia), llevó el límite de tiempo para completar los 5.543 kilómetros del trazado hasta el 1:58.239, una barbaridad, con otros cinco pilotos por debajo del registro de Lorenzo: el novato y último campeón del mundo de moto2 Pecco Bagnaia, su compañero Jack Miller, Dovizioso, Maverick Viñales y Cal Crutchlow. Y es que, esta vez, y como se expresa en el paddock de la clase reina, parecía que se regalaban estos 1:58. Ducati exhibió músculo, sobre todo en una faceta, la velocidad, en la que es la gran dominadora, lo que obliga a la competencia a apretar.

«¿Quién no quiere más potencia? Es tiempo gratis en la recta», explicaba Marc Márquez con una sonrisa, de nuevo en perfil conservador lastrado por la recuperación de su hombro izquierdo, y que reconoció que en ese apartado su moto había mejorado, aunque faltaba controlar mejor esa subida de caballos. El campeón del mundo acumuló 105 vueltas en los tres días de trabajo, una cantidad de giros discreta si las comparamos, por ejemplo, con las 205 de Viñales (o las 302 de Zarco y las 290 de Pol Espargaró, con dos días más de trabajo en pista que los demás).

Márquez, con las manos llenas de ampollas por la falta de entrenamiento en moto de este invierno, pudo hacer, en cualquier caso, el trabajo básico para llegar con buena información al inicio del año, quizás con más preocupación por lo físico, aunque su recuperación vaya por el buen camino.

Viñales y Rossi continuaron afinando la Yamaha en un circuito propicio, pero que dejó mejores pistas que en el pasado curso, lo que aventura una mayor competitividad.