Julia Vaquero: «No sé qué será de mí cuando mi madre no esté para ayudarme»

míriam v. f

DEPORTES

GUSTAVO RIVAS

El trastorno bipolar que sufre marca los días de la deportista, que sobrevive con 369 euros al mes

05 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A Julia Vaquero (Chamonix, 1970), la mejor atleta gallega de todos los tiempos, las llamadas tras darse a conocer en La Voz su situación -sobrevive con una pensión de 369 euros y lucha contra un trastorno bipolar- le recuerdan a sus tiempos en la élite. «Que se preocupe me sube la autoestima. Es como cuando ganaba una carrera y al día siguiente no paraba de sonar el teléfono», compara. Pero al mismo tiempo, plenamente consciente de su dolencia, adelanta que en pocos días «vendrá el bajón». Es la dura realidad con la que convive desde los 28 años.

-¿Cómo se encuentra en este momento?

-Hoy estoy eufórica. Pero el domingo me sentía fatal y no recuerdo por qué. Todo me afecta: puede ser una mirada, un gesto... Unos días me activo y luego me vengo abajo y todo es oscuridad. Me conozco muy bien. Al publicarse el lunes lo que me ocurría empecé a recibir llamadas que me hicieron mucha ilusión, como la de Estela Estévez, que era mi gran rival. Me dijo: «Eras la mosca cojonera que siempre me daba la lata». Muchos solo preguntaban qué pueden hacer por mí.

-¿Qué responde a esa pregunta?

-Ojalá lo supiera. Las llamadas y el cariño ayudan. Por suerte al estar medicada y controlada los estados de euforia y de depresión no llegan a los extremos de cuando pensaba que podía sobrevivir sin dormir y me creía mejor que nadie para luego pasar tres meses sin levantarme de la cama. Pero me he sentido muy desprotegida, muy desamparada.

-¿Qué echó de menos?

-Cuando eres atleta te exigen estar al mismo nivel todos los años para mantener la beca. Pides a tu cuerpo más de lo que puede dar hasta un punto que ni siquiera es sano. Y al retirarte se acaba el apoyo. Terminas tu carrera y, ¿a dónde vas? Te dedicaste a correr, resulta que de la universidad de la vida no has aprendido nada y te ves sola. Creo que habría que cambiar la Ley del Deporte y no abandonarnos así.

-En su caso, además, la enfermedad le impide trabajar.

-Sí. Estudié INEF pero luego me desvinculé por completo. Los métodos han cambiado mucho y por mi dolencia tampoco me veo preparada para ejercer. Hay gente que lo logra, pero yo no me veo capacitada para llevar una vida normal, no tengo confianza.

-¿Cómo se sobrevive con 369 euros al mes?

-Me hice un apartamento en casa de mi madre para ahorrarme un alquiler y ella y su pareja corren con los gastos. Mi mayor miedo es pensar qué va a ser de mí cuando no estén, cuando deje de estar arropada por ellos. Tengo una hija a la que dar de comer y que a la vez es quien tira de mí muchas veces para que sea capaz de levantarme de la cama. Para que me dieran esa pensión ridícula tuve que hacer dos entrevistas psicológicas. Yo, que tomo tres pastillas por la mañana, dos al mediodía y me parece que diez por la noche para tratar de controlar el trastorno.

-¿Ha llegado a culpar al atletismo de la enfermedad ?

-Yo no, creo que la tenía desde pequeña, pero que al pertenecer a una familia humilde no fui al psicólogo ni nada parecido hasta mucho después. En mi entorno sí ha habido personas que han culpado a mi carrera. Al principio la familia no me apoyaba, me decían que a dónde iba, que con eso no iba a ganar nada. Mi abuela me repetía que me iba a romper las piernas.

-Si mira atrás, ¿mereció la pena su carrera como atleta?

-No lo sé, tengo muchas dudas sobre eso. Soy una persona perfeccionista, siempre quise dar el máximo. No era fácil ser atleta en un pueblo pequeño como A Guarda, donde los recursos no tenían nada que ver con los centros de alto rendimiento de Madrid o Barcelona y estabas sometida a la presión de conseguir la beca para poder continuar. Sufrí mucho y he seguido sufriendo.

-¿Con qué se queda de su trayectoria como deportista?

-Tengo muy buenos recuerdos. Al mismo tiempo que no sé si mereció la pena, me entra cierta nostalgia cuando recuerdo aquellos años. Y sobre todo me viene a la cabeza el mundial de Sevilla 1999. Después de no clasificarme para Barcelona quise retirarme, pero mi entrenador, que fue como mi primer psicólogo, me convenció de no tirar la toalla. En esa cita, que para los atletas es como un mundial pero sin el resto de deportes, hice una marca increíble. Mi técnico miraba el cronómetro y creía que me iba a desfondar. Pero lo conseguí. Miré al estadio y sentí que no iba a volver a estar en una situación parecida a esa. Y así fue, me tuve que retirar justo después.

«Llegué a aborrecer el atletismo, no quiero ni salir a correr»

Cuando Vaquero echa la vista atrás y repasa su carrera y su vida, las sensaciones son contradictorias. Instantes de gloria casi siempre sucedidos de la más absoluta amargura. Ha aprendido a convivir con una enfermedad que casi nunca le da tregua y que le obligó a dejar el atletismo antes de lo que le hubiera gustado.

-¿Cómo recuerda el momento en el que le diagnostican el trastorno bipolar?

-Tenía 28 años, todavía estaba en activo. Jamás había oído hablar de que existía esa enfermedad y me costó mucho aceptar que la padecía. Al principio me rebelaba, no quería tomar la medicación. Pensaba que qué pastillas iba a necesitar yo, y mucho menos tomarlas de por vida. He sido siempre muy guerrera. Pasé una época de euforia total en la que hice cosas de las que me avergüenzo y dañé a la gente que me rodeaba. No es lo mismo decir que te medicas para el colesterol o para la diabetes, que es normal y nadie dice nada, que para un problema mental. La gente te mira de otra manera, hay mucha incomprensión y lo pasas realmente mal.

-¿Fue el detonante para su retirada?

-Sí. Yo digo que otros se retiran por una lesión física y yo lo hice por una lesión psicológica. Al principio quería seguir, pero mi cuerpo no respondía. Decidí tomarme un año sabático y fui madre. Hay atletas que tras el embarazo vuelven mejor y teníamos esa esperanza, pero tampoco fue mi caso. Durante la gestación reduje la medicación y estuve bien, incluso pude cumplir el deseo de amamantar a mi niña. Pero después sufrí una depresión posparto asociada al trastorno bipolar. Mi idea era seguir, por lo menos haber hecho maratón hasta los treinta y muchos, pero fue imposible.

-Llegó a decir que no quería saber nada del atletismo. ¿Suscribe a día de hoy esa frase?

-Lo sigo diciendo, llegué a aborrecerlo. Ya no quiero saber nada de correr y no me sirve salir a trotar porque soy demasiado competitiva y siempre quiero dar el máximo. Intenté la bicicleta por hacer deporte, pero tampoco funcionó. En mi etapa como deportista de élite me sentí explotada, sin una remuneración acorde con el esfuerzo y el rendimiento, y mucho menos si la comparas con las millonadas que se ganan en el fútbol. Es una discriminación y produce muchísimo daño.