El parataekuondista Santi Malvar combate una enfermedad rara con deporte
05 dic 2012 . Actualizado a las 06:00 h.Santi Malvar llega una mañana al gimnasio Mace Sport de Pontevedra ayudándose de un bastón para caminar. Sin ese apoyo podría colapsar sobre el asfalto. El pontevedrés tenía 26 años cuando los médicos le diagnosticaron la malformación de Arnold Chiari -una malformación en el cerebelo-. Es una enfermedad degenerativa que provoca una parálisis momentánea en su brazo y pierna.
«¿Qué le vas a hacer? Hay que tirar para adelante, no queda otra», señala Santi, de 35 años. «Recorrí media España, los médicos no tenían mucha información, no había medicación».
Fue el momento de resignarse y aprender a convivir con una enfermedad catalogada como rara en la Unión Europea. Se refugió en el taekuondo, una disciplina deportiva que ya le había gustado de niño. Dio sus primeras patadas sobre el tatami a los 10 años en el colegio, pero dos años más tarde la actividad extraescolar dejó de ser una prioridad para el centro educativo.
Sin embargo, volvió a encontrarse con el taekuondo a los 14 años. Trabajaba con su padre en la reforma de un bar de la plaza Barcelos. «Veía a los chavales cuando salían de un gimnasio (Gimsport) que había al lado del bar y me daba envidia», relata.
Aunque se levantaba a las 7 a.m. y trabajaba hasta las 20 horas, se matriculó en el gimnasio y todos los días entrenaba de 20.30 horas a 22.30. A los 18 años, hizo el servicio militar en Figueirido, se mudó a Madrid y completó el curso de acceso universitario por la Uned. También se matriculó en Derecho, esta vez en Pontevedra. Más tarde, le llegó la noticia de su enfermedad. Fue un golpe casi mortal. Su amigo Carlos Durán -«mi hermano del alma»- le habló del Mace. «Fui a mirar los entrenamientos y le pregunté a Miguel (Cortegoso) si era posible entrenar con ellos al taekundo», recuerda Santi Malvar. «Movía bien una pierna, no quería estorbar, pero Miguel me dijo que no molestaba», añade.
Y así empezó la historia de Santi Malvar con el Mace Sport de Pontevedra, toda una institución en el taekuondo. De momento, Santi y el Mace han escrito capítulos maravillosos, aunque el mejor se completó hace unos días. «Es muy buen deportista», destaca Miguel Cortegoso, responsable del Mace. «Trabaja muy bien».
El escenario fue Aruba, una isla del Caribe. Allí, a unos 7.000 kilómetros de distancia del Mace Sport, Santi Malvar subía al podio del Campeonato del Mundo de Parataekuondo. Era su primera participación en un mundial, y regresó a su hogar en Ponte Caldelas con una medalla de bronce al cuello en la categoría de menos 80. Cayó en semifinales ante Mahamoud Jafarzadeh, el iraní que acabó llevándose el oro.
Con la medalla en la mochila, Santi confiesa que viajó a Aruba lesionado. En las semanas previas al Campeonato del Mundo no entrenó. «Si rompía, preferiría romper en Aruba», subraya, para detallar que había fastidiado un gemelo durante una sesión de entrenamiento.
El deporte también le abrió las puertas del mercado laboral. «Antes no me daban trabajo, pero ahora con el deporte de alto nivel hay puestos para discapacitados», sostiene.
Este año logró una beca para el Centro Galego de Tecnificación Deportiva. «Tengo médico, fisio, entrenadores», precisa. Entre sus compañeros están Lúa Piñeiro, Fernando Rascado y Raúl Bouzas. «De salud estoy perfecto», sentencia. «Es raro -puntualiza-. La gente queda desencajada. Me ve pelear y luego me ve caminando con un bastón».