Lo que nunca olvidas

Alberto Blanco

DEPORTES

11 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Aprovechando la etapa de bostezos (ayer, excepto el Rusia/Grecia, lo demás no nos aportó mucho o casi nada), mi mente rebuscó imágenes para hacer una película del básquet y mantener el ingrávido estado en que nos dejó España tras su exhibición con Serbia. Y claro, fueron flashes que me llevaron hacia ídolos, hacia los míos y los de muchos, supongo.

¿Cúantas veces hemos escuchado a muchos grandes jugadores (Barkley, Malone, Villacampa, etcétera) siempre decir que cambiarían muchos de sus premios individuales por un anillo, un título imperial o un currículo repleto de éxitos colectivos? Esa es la esencia del baloncesto, un deporte colectivo donde lo personal se funde en un abrazo con lo grupal. Pero a la vez, donde una figura superlativa se prolonga gracias a su sello en triunfos.

No podría hablar de Russell, Dalipagic, Robertson o Buscató. No llegué a tiempo. Mi mente se disparó al Madrid de Corbalán, a la Italia de Meneghin, a los Lakers de Magic y Jabbar; a Larry Bird y sus Celtics. Pero también a la Grecia de Gallis, al Barça de Epi o la Alemania de Detlef Scrempf. Y más cercano, al impacto de Bodiroga en toda Europa, al más grande Arvidas Sabonis o al rey y señor, don Michael Jordan. Ver una canasta en directo en Utah y decidir un anillo, eso, eso no tiene precio. No lo olvidaré jamás.

Como al Dream Team en Barcelona y ese halo especial de algo sobrenatural. Creo, que con el paso de los años, a esta España de Pau Gasol la podremos ver, tocar, recitar y hasta soñar cuando en tertulias, canchas, Europeos o piscinas, el básquet salga a la cita. Se dice algo así como carpe diem. Hoy toca Francia.