Jorge Pardo: «Para tocar flamenco no vale un vídeo de YouTube, hay que tirarse al barro»

Javier Becerra
JAVIER BECERRA REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Jorge Pardo
Jorge Pardo

Considerado el «mejor soplo» del género, actúa el viernes 29 en el MEGA de A Coruña

28 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una leyenda del jazz y el flamenco. Premio nacional de las músicas actuales del 2015 y reconocido en el 2013 por la Academia Francesa de Jazz como el mejor músico europeo del año, Jorge Pardo (Madrid, 1956) encadena trabajos históricos. Entre otros, se encuentran sus discos con Camarón de la Isla, Paco de Lucía y Chick Corea. El viernes 29 estará en Galicia (A Coruña, MEGA, 21.00 horas, entradas agotadas).

—¿Hay que esperar de usted lo inesperado?

—Sí, porque ha sido una constante en mi vida. Conmigo no van mucho los guiones ni los corsés, sino que mi música suele estar atada a lo no previsto.

—Es un pionero de la mezcla de jazz y flamenco. ¿En sus inicios tenía la sensación de adentrarse en mundos inexplorados?

—Cuando empecé toda esta aventura apenas tenía 20 años. A esa edad no piensas demasiado las cosas, ni lo que va a suceder en el futuro. Te adentras por intuición, gusto o necesidad, porque ves que es por dónde va la onda de tus compañeros. Hay muchos motivos, pero pocos que respondan a la meditación de pensar en ello. Al contrario, todo es menos elaborado. Luego, con el tiempo, te das cuenta de que tienes algo que es original y atiende a diferentes tradiciones musicales.

—Su primera vez en un estudio fue grabando con Las Grecas.

—Sí, tenía 16 años e hice un par de canciones. El productor, el portugués Johnny Galvao, que había tenido éxitos con los Four Tops y Los Bravos, estaba en la línea del flamenco-rock. Me vio en un club tocando y me preguntó qué hacía al día siguiente. Le dije que nada. Y me invitó al estudio.

—Ese sonido rompedor hoy está totalmente reivindicado.

—La verdad es que con el paso del tiempo me voy dando cuenta de que he estado en este tipo de movidas. Cosas que en su momento no han sido muy trascendentes, pero han ido encontrando la trascendencia con el paso del tiempo. Siempre me ha pasado.

—En ese sentido, destaca su participación en «La leyenda del tiempo» (1979) de Camarón de la Isla, cima de la música popular. ¿Tampoco había consciencia de lo que tenían entre manos?

—Perdone que rompa la mística de todo esto. O, a lo mejor, añada más mística al asunto [risas]. La leyenda del tiempo, bien sabido es, no tenía que haber sido de esta manera. Tenía que haber sido con Manuel de Molina, de Lole y Manuel, que le compusiera unas cosas a Camarón. Por diferentes cuestiones, el caso es que no sucedió. Se tuvo que improvisar un plan B con las letras de García Lorca, y el amparo de Kiko Veneno y una serie de músicos que estábamos por allí en aquella órbita. El director de todo, Ricardo Pachón, no sabía muy bien cuál era el rumbo del barco, o al menos a mí me daba esa sensación. Pero fue. La verdad es que, cuando todo aquello terminó, no dejó satisfecho a nadie. Yo creo que ni a nosotros mismos. Era como un hijo no reconocido por nadie. Con el tiempo, se vio que ese niño tenía su personalidad y fue un momento trascendente en la historia de la música en España. Pero es que eso pasó incluso con Paco de Lucía y su sexteto. Fue un grupo exitoso en el extranjero, pero en España no nos dieron demasiado cuartel. Luego, sí que ha funcionado

—Dice que para tocar jazz aprendió mucho del flamenco, que su jazz se queja, gime y respira.

—Cuando añades elementos esenciales a otro estilo, en realidad lo estás enriqueciendo. En una época en mi vida, tenía la impresión de que, cuanto más flamenco tocaba, luego tocaba jazz y lo hacía mejor. Con otra esencia, añadiendo datos y emociones a la otra música.

—También afirma que para tocar flamenco no vale solo con tutoriales de internet.

—Hay mucha información que nos facilita YouTube. ¿Cómo sacar un tornillo oxidado? Pues vas y lo miras. Lo mismo sirve para hacer un ritmo por bulerías. Tienes doscientos vídeos. El saber no ocupa lugar, pero la pregunta que viene luego es para qué haces la música. Ahí hay que tirarse al barro. No vale el tutorial de YouTube, sino ir a los sitios y que te miren mal, que te vayas de compás y sufras las decepciones para armarte de valor y volver reforzado.

—Usted era un elemento extraño en ese mundo: payo, saxofonista, no bailaba... ¿Se veía así?

—Pues sí, era un elemento bastante extraño ahí. Pero se daban dos circunstancias en contraposición a eso. Primero, tenía buenos padrinos, como eran Paco de Lucía y Camarón. Eso me abría casi todas las puertas de las casas flamencas, gitanas o payas. Después, el instrumento que tocaba era extraño, pero, como no cantaba, bailaba ni tocaba la guitarra, que podrían ser la gran competencia de los flamencos, en realidad iba a añadir. Muchos puestos de trabajo de flautistas gitanos y payos flamencos llegaron gracias a que en su momento di ese paso. Tocando el saxo tuve las puertas de las casas más abiertas que si fuera guitarrista.

—Cuando se habla de usted como «el mejor soplo flamenco», a los no iniciados les sueña extraño.

—[Risas] En mi caso se da una doble circunstancia. Esto de meter el saxo ahí es histórico, y no lo digo por afán de notoriedad. A veces cojo un taxi o voy a una tienda y me preguntan a qué me dedico y les digo que soy saxofonista y toco flamenco. ¿Pero se toca el flamenco con saxo? Para una gran mayoría de la gente sigue siendo una anécdota de la que no tiene ninguna notificación.