Olga Mojón: «Donde te sientes niña es donde naciste»

Sara Pérez Peral
Sara Pérez LA VOZ

CULTURA

Miguel Villar

Luchadora y un poco rebelde, ha conseguido que el Teatro Principal de Ourense sea una referencia no solo a nivel gallego, sino también estatal

05 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos días antes de viajar a Egipto con su hija, Olga Mojón Costela (Santa Tegra, Castro Caldelas, 1966) me abre las puertas de su despacho en la última planta del Teatro Principal. Finalizado el Festival de Cine de Ourense, confiesa que siempre que puede escapa de actos protocolarios.

—Casi 30 años dedicados al Teatro Principal. Lo conocerá mejor que nadie.

—Lo conozco bastante. Las esquinas, los entresijos… Del lado del escenario hacia dentro, donde poca gente lo ve, entre bambalinas, y hacia fuera también.

—¿Tiene un rincón favorito?

—En Paraíso, y sobre todo cuando es música clásica, que me gusta escucharla con los ojos cerrados. A veces puede dar lugar a equívoco porque podrían pensar que te has quedado dormida… La acústica es fantástica.

—¿Qué es lo que la ha mantenido tanto tiempo enganchada a la dirección del teatro?

—Dentro del trabajo de las Administraciones, que la mayoría suele ser monótono, qué duda cabe que el relacionado con la cultura y el teatro es distinto. Cada día es diferente, en cada función tienes que llegar a que se levante el telón. Y no siempre es fácil.

—Es un trabajo muy social.

—Tiene una implicación personal. La gente que trabaje aquí tiene que estar implicada, que el equipo se vuelque a nivel personal es fundamental.

—Y en tres décadas no habrá vivido nada parecido a lo que ocurrió con la pandemia.

—El teatro estuvo poco tiempo cerrado, pero esta fue la primera vez desde que se abrió en el año 1992 que tuvo que cesar su actividad. Fueron dos meses.

—¿Cómo fue la vuelta?

—Muy emotiva. En cuanto pudimos abrir, lo hicimos. Aunque fuese con 30 espectadores. Cuando se subió de nuevo el telón y vimos al público... No sabría explicarlo, pero hubo una conexión muy fuerte. La gente mayor vino tan pronto se abrió, te lo agradecían. Fueron los que más.

—Todos perdimos un poco con los teatros cerrados.

—A veces es necesario ser cautos, pero hay cosas que son necesarias para la salud mental. Hay que tener otras medidas pensando en que no todo el mundo vive en casas adecuadas o acompañado. Es muy triste morir de tristeza. Los temas culturales hicieron muy bien.

—¿Ha cambiado nuestra relación con el teatro?

—Ahora se vive más. El público ya no lo toma como algo a lo que viene y se va, le sirve para evadirse y desconectar. Antes lo hacía y pasaba más desapercibido.

—Hace un año se hablaba de un acuerdo por el que el Concello asumiría la gestión del Principal.

—No se llegó a hacer. Considero que políticamente se toman decisiones igual que la ciudadanía en su día tuvo el derecho a luchar por lo que creía justo. El Principal se recuperó como teatro porque hubo una revolución de los ciudadanos de Ourense para que fuese un centro cultural y no lo ocupase una tienda. Los ciudadanos tenemos la obligación de luchar por las cosas. Como hicimos toda la vida.

—Un profesor suyo decía que era la rebelde del grupo. ¿Lleva dentro esa lucha constante?

—Hay personas a las que quizás les sea más fácil conseguir las cosas. O tener las cosas. A otros nos tocó luchar más en la vida. Por suerte tuvimos unos principios que mamamos en casa para seguir adelante. Con 14 años tuvimos que desplazarnos para poder seguir estudiando. No fue fácil.

—Pero era traviesa.

—Es cierto que siempre fui una niña muy traviesa. Luego eso me llevó a que hubo que luchar sobre todo por lo que no te parece sano, por aquello que te parece un abuso… A lo largo de mi vida hubo determinadas condiciones que me facilitaron muchas cosas. Algunas veces dependes de otras personas que son un poco abusonas para poder tener un trabajo o conseguir ciertas cosas. Cuando me pongo en ese papel me da mucha rabia y lucho mucho.

—Dentro de esa causa está también la feminista.

—Me encontré con cabezas más cuadradas y machistas en la ciudad que en la aldea. No lo sufrí porque no me sometí a sufrirlo, pero sí luché contra él dentro de gente que se consideraba muy formada. Y sí, formación teórica mucha, pero de cabeza no había avanzado nada.

—¿Qué es lo que le da fuerza en el día a día?

—Siempre fui muy vitalista. Me gusta vivir, me gusta la vida. La vida ancha, no larga. Tengo la suerte de tener una familia que me ayuda, unos amigos y una hija maravillosa… Eso es la vida. Además del licor café y la bica de Castro Caldelas, que eso también tira y da fuerza.

—Si tuviese que elegir un lugar en el que es feliz, ¿cuál sería?

—Donde te sientes niña es donde naciste. La Olguita de siempre es en mi tierra, con mi gente. Donde tienes tus pies es allí.

—¿Qué impresión cree que causa a la gente?

—Hay muchas referencias externas mías, a nivel de Ourense. Unos me juzgan de un modo y otros todo lo contrario.

—¿Y cómo es realmente?

—Yo soy muy de los míos. Humilde y de luchar.

—Lo importante en la vida es...

—Vivir, vivirla.