Es más un artefacto con estilo

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

En «Verónica» los cabos sueltos dañan como una granizada a un campo de lechugas

02 sep 2017 . Actualizado a las 09:21 h.

Y no es que sea negativo, pero quedarse en notable ejercicio de estilo no basta para empaquetar lo que pudo ser uno de los mejores terrores castizos de los últimos años. Por ejemplo, la monja jubilada y ciega, que fuma a hurtadillas en el trastero del colegio y a la que además llaman Hermana Muerte. Fue aparecer en pantalla e invitarme a salir del asunto que se nos vendió como una historia real en la madrileña Vallecas de los 90, y que, dicho sea al caso, luce una recreación perfecta de época. Aunque ahora nos pueda parecer que treinta años son apenas un soplo, fue un tiempo con un aquel marciano, sin Internet, sin móvil, con mucha gente atolondrándose con chorradas como las que afectan a la protagonista, una adolescente cuya madre regenta un bar de barrio y que debe hacerse cargo de sus tres hermanos en su ausencia. Esta Verónica -una espléndida debutante Sandra Escacena- juega a la ouija con unas amigas y desde entonces se embarca en una comedura de tarro, mezclada con la freudiana ausencia del padre. Así, comienza a sentir inquietantes y aterradoras presencias en el pequeño piso, y toma la decisión de autoprotegerse junto a sus hermanos.

A priori, Plaza trabaja un material suculento enriquecido con el aporte tan querido a la ficción audiovisual de los traumas sobre el miedo a crecer. Si en cuanto a factura, pulsión dramática, trabajo de arte -la foto, muy atinada- y tono, la película acierta, los cabos sueltos dañan como una granizada a un campo de lechugas… Se pudieron ahorrar a la monja de marras, otro tanto ocurre con la pedestre visualización del malo al modo poltergeist. E incluso el detective encargado del caso, propio de un serie B de los años cuarenta, nunca un aburrido funcionario del distrito de Vallecas. Vale que son convenciones necesarias en el género, pero Plaza habría redondeado la faena de haberse contenido y tomado como referencia, por ejemplo, el inquietante realismo del cine nórdico. Y es que Hollywood ya hizo Expediente Warren (2013), otro caso real con casa poseída, y les salió bien porque va en sus genes: venden truculencia y tan panchos.