«Rey Arturo: La Leyenda de Excalibur»: Una brújula para Guy Ritchie

miguel anxo fernández

CULTURA

O alguien se vuelve loco, o este Arturo ya no seguirá en otras cinco entregas como habían previsto

12 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Sería muy cómodo atribuir este desaguisado a los productores -Warner entre ellos- y al director, el antaño refrescante Guy Ritchie y ahora un tipo necesitado de brújula para recuperar su norte creativo. Pero Ritchie también está en el guion, con lo cual habrá que empitonarlo por varias razones. Por haberse tomado a chirigota la manoseada leyenda del rey Arturo, exprimida por el cine hasta el moño, con lo cual uno esperaba que, al menos, le diera un revolcón. Por haber despilfarrado 170 millones de dólares, ofreciendo un producto ya visto muchas veces en lo que va de XXI. Por haber mangado con descaro secuencias y looks de franquicias previas como El señor de los anillos -incluso de El Hobbit-, Juego de tronos e incluso Harry Potter, que al menos apostaban por la originalidad y la honestidad mainstream. Aquí todo suena a ventajista, y uno lamenta que este fracaso de taquilla -que ya lo es en medio mundo- lleve a los apocalípticos a reafirmarse en que el cine para pantalla grande ya no vale la pena. Una desfachatez.

La falsa creencia de suponer que garantizar un buen espectáculo pasa por asimilar las convenciones de los videojuegos es otro error. Rey Arturo: la leyenda de Excalibur también cae en esa trampa, tanto en su concepción del ritmo, en lo esquemático de sus personajes, en su acabado visual -hasta abusa del slow-motion, léase cámara lenta- y en su renuncia a sorprender. Regresemos a los personajes, el malo-malísimo que encarna Jude Law es de traca, quizá el peor registro de su carrera, aunque seguramente muy sabroso para su bolsillo. El propio Arturo es un mostrenco durante más de media película, sin una definición clara. Se cría entre fulanas en Londonium -¡como para fusilar a los guionistas!-, reparte mandobles a porrillo y al final, hala, la espada de marras... De guinda, sale Beckham, aquel galáctico de Florentino, un futbolista de aprobado que ahora pide a gritos diez años en el Actor’s Studio... Ah sí, la música muy guay. Pero o alguien se vuelve loco, o este Arturo ya no seguirá en otras cinco entregas como habían previsto. Penita, pena.