La delicada manzana de Adam

César Casal González
César Casal REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

MARIJAN MURAT | efe

El poeta polaco Zagajewski, varias veces finalista del Nobel, gana el premio Princesa de Asturias de las Letras con sus versos sobre el exilio y sus ensayos sobre la belleza

09 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los sueños son un búnker en los poemas de Adam. Se llama así, Adam, nada más y nada menos, y su poesía es como la manzana, el pecado original de ser terriblemente humano. Zagajewski retoma la tradición del jurado del premio Princesa de Asturias de ser lanzadera, Sputnik, del Nobel, en el que el autor polaco suele estar en las quinielas.

El escritor, hijo de la posguerra, ha sido desplazado y exiliado. Nació en 1945 en un sitio que cambió de país. En Lvov, que era Polonia, luego fue Unión Soviética y ahora es Ucrania. Vivió su infancia en Gliwice, otro lugar que mudó de bandera. Era Silesia alemana hasta que después de la Segunda Guerra Mundial se la quedó Polonia. Normal que el artista dude de todo. Pero hay más. Siguió adelante, itinerante, casi circense, convirtiendo su vida en una oca (¿qué vida no lo es?). Tuvo que irse de Cracovia -por subversivo-, donde estudió Psicología y Filosofía e hizo sus primeros versos. Él prefiere contar la versión de que se marchó siguiendo a una mujer. Recaló en los ochenta en el Sena, en París. Luego su obra fue creciendo. El caudal de su poesía, pero también el de sus ensayos, que redacta con los mismos cuidados paliativos que aplica a sus poemas. Y llegaron las universidades americanas. Houston, por ejemplo, el no-lugar que necesitaba en aquel momento. Y luego el viento de Chicago, con la que sigue vinculado. Regresó a Polonia, a Cracovia, en el 2002. Pero nunca dejó la maleta quieta. Todo el recorrido, como el orfebre que es, está taquigrafiado en sus versos. Y es que su tono es el de la taquigrafía de las huellas que dejan las gaviotas en la arena.

En su aspecto físico, hay algo de Coetzee lírico. Tiene 71 años, pero hace una poesía que pesa siglos. Ama la música, la misma música que sabe tocar con sus palabras. Chopin, free jazz, Gustav Mahler, que fue para él una obsesión. Los expertos dicen que Adam es un médium, alguien que teclea entre la realidad y el sueño, un caminante entre lo vivido y lo intuido. El jurado cita a Machado, Antonio, y acierta. La obra del premiado es asequible. Casi se suman con el veredicto a la avalancha de poesía auténtica que vivimos, con el renacimiento de Gloria Fuertes, por ejemplo. Adam no es tan directo como nuestra heroína de la calle, qué fuerte, Gloria, pero sabe cubrir con un cristal sencillo, transparente, su exquisitez.

«Hijo» de Wislawa

La manía esa que tenemos los humanos de fijar categorías con lo que es único dice que Zagajewski es miembro de la Generación del 68 o de la Nueva Ola. Lo es. Pero es mucho más. Los poetas suelen ser familia. Y Adam, como polaco, es nieto e hijo de dos Nobel, Czeslaw Milosz y Wislawa Szymborska. Del primero tiene algo del ritmo a veces catedralicio, de misal y vitral. De la segunda, Szymborska, la cercanía y el humor, la pincelada de ironía no tan acentuada como la de la incomparable Wislawa, pero presente. Defiende que hay que releer a Rilke, cómo no, y hay que releerlo a él. Un ejemplo de pila bautismal para los que no lo hayan catado pueden ser estos versos sobre el pintor español Zurbarán: «Zurbarán pintó santos españoles y naturalezas muertas, los alternaba, y por eso los objetos que yacen en las pesadas mesas de sus naturalezas muertas son, también, santos». No sé cómo afinar su definición. Tal vez, con un nombre muy conocido. Donde Neruda es un océano, Zagajewski es la gota perfecta de ese océano.

El artista está muy unido a España y tiene a Antonio Machado como uno de sus clásicos

En España le queremos como si fuese un poeta nuestro. Siempre ha sido muy publicado. Y acogido. Acantilado es su editorial de referencia. En ese sello encontrarán poemas y ensayos. Desde Ir a Lvov, de la cosecha del 85, a Mano invisible, del 2012. O sus ensayos Dos ciudades, de 1995, o En defensa del fervor, libro exquisito, del 2002, reeditado en el 2005. En Pre-Textos están sus Poemas escogidos, otra fabulosa manera de aproximarse a la caricia de su trabajo. De esa antología son estos versos: «Alrededor de nosotros se extiende la prosa del mundo, y en un ventrículo del corazón, la poesía acecha». El presidente del jurado del Princesa de Asturias, el gallego Darío Villanueva, ha querido resaltar la excelencia para todos los públicos de un poeta que se identifica con España.

El «Quijote», su primera lectura

Él nos devuelve el cariño que ha recibido aquí. Ama este país. «Lo primero que leí fue una versión del Quijote para niños. Después, dediqué mucho tiempo a los libros sobre la Guerra Civil. Y más tarde, Antonio Machado, mi preferido». Ahí, entre Adam y Antonio Machado, el jurado ha cerrado un círculo precioso, un círculo de tiza que perdura. «Más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno». Cita de Machado que resume a los dos.

Leer la delicada manzana de Adam es como mirar la hora en un reloj de arena. Él, que habla la lengua de los niños y de los humillados.