«El bar» ahoga una buena idea en un lodazal

José Luis Losa BERLÍN / E. LA VOZ

CULTURA

AXEL SCHMIDT | REUTERS

La película de Álex de la Iglesia, recibida con desdén por la crítica internacional en Berlín

16 feb 2017 . Actualizado a las 08:28 h.

Parte Álex de la Iglesia en El bar de algo más que una ocurrencia, una buena idea, diría que de las mejores que se recuerden en su cine: nada menos que orquestar el hundimiento de un trasatlántico y la lucha de sus supervivientes en el marco reducido de una cafetería de barrio. Esto es, constreñir el gran clásico del cine de catástrofes de Ronald Neame e Irwin Allen La aventura del Poseidón al espacio de una barra de tasca y de un sótano que conduce a las alcantarillas. Las conexiones con la citada película de 1972 son notorias aunque inconfesas: atañen a toda la segunda parte de El bar, en ese subsuelo de luz en penumbra dantesca, y a su banda sonora que remite a John Williams. A un plagio de situaciones como la dificultad para colar un cuerpo por un angosto túnel (Shelley Winters en el filme de Neame, aquí Carmen Machi), la imposición fetichista de sus mujeres en lencería entre tuberías y aguas pútridas (Blanca Suárez, por Stella Stevens o Pamela Sue Martin) o la escalerilla hacia el exterior de la penúltima secuencia, calcada de aquel grupo de elegidos que comandaba Gene Hackman hacia la salida al océano o a la Gran Vía. Pero ese link cinéfilo que arranca con fuerza lo va cortocircuitando De la Iglesia por su congénito problema: la incapacidad de construir un guion estructurado, la insolvencia a la hora de escribir unos diálogos que superen la escatología o el chascarrillo pseudocastizo.

Imagino que nadie en la cohorte que rodea a este hombre es capaz de quebrar su egomanía y decirle que para narrar -incluso el cine de acción más presuntamente liviano- hay que ponerse a pie de obra y que los personajes hablen de algo más consistente que la comparación del sexo de Carmen Machi con los macarrones con tomate. La película y sus expectativas se hunden en el lodazal del humor zafio y las réplicas patibularias en ese callejón sin salida en el cual el cine de De la Iglesia se interna siempre para no salir (con la excepción de la incomprendida y muy interesante Mi gran noche). Y aunque esa secuencia final de Blanca Suárez asomada al asfalto madrileño posea viveza es solo para recordarte que El bar te ha sumergido durante más de hora y media en un baño de cine estancado, la necrosis pueril y perezosa a la que aboca la autoindulgencia perenne de su director.

En la sección oficial, el cine portugués sigue demostrando su pujanza con la excelente Colo, en la que Teresa Villaverde deconstruye con elegancia una familia al ritmo de la crisis del Portugal del austericidio. Y Volker Schlöndorff da una nueva señal de su agotamiento en Return to Montauk, una académica y plana historia de amor redivivo solo agitado por las miradas y la presencia de esa actriz mesmerizante que es la alemana Nina Hoss.