El único taxi que resiste en Irixoa

Toni Silva IRIXOA / LA VOZ

IRIXOA

CESAR QUIAN

María continuó la labor de su marido cuando este falleció hace tres años

18 dic 2022 . Actualizado a las 16:23 h.

María nunca quiso ser taxista. Pero hoy conduce el único taxi de Irixoa, un municipio rural de mucha extensión y poquitos vecinos. Su cometido era gestionar una explotación ganadera especializada en carne. Pero en el 2019, la muerte de su pareja, titular de la licencia, le obligó a tomar el volante del vehículo y redirigir su vida. Hoy, con 52 años, compagina como puede los dos trabajos para mantener la casa familiar. No esconde que lo de conducir «é o que menos me gusta, e incluso non me oriento moi ben», pero también afirma que el taxi es su «válvula de escape» que le permite socializar y seguir escalando peldaños en la superación de su tragedia personal.

Insistimos en que este es el único taxi habilitado en Irixoa pese a que en sus puertas luce un 3, como si la inercia numérica nos llevara a pensar que hay dos licencias más. «Cando eu era nena chegou a haber cinco, pero agora son eu soa», indica María del Mar Caínzos, quien explica así la compatibilidad de su oficio de transporte y la explotación ganadera: «Polas mañás solto as vacas (14) no pasto, e meu pai as vixía durante o día. De noite as volvo recoller. E o horario da limpeza da granxa fágoo en función da demanda de viaxeiros».

El medio rural también contagia su ritmo tranquilo al mundo del taxi. María no sufre conflictos con otros iguales, no pertenece a ninguna asociación enfrentada con otras, no siente la necesidad de acelerar y llevar el reglamento de circulación al extremo legal para regresar pronto a la parada a recoger a otro cliente. Aquí la demanda viene marcada por las citas médicas, bien al centro de salud de Irixoa, al PAC de Betanzos o al hospital de A Coruña, donde los clientes suelen pedir a María que les espere para la vuelta. Son los trayectos más cotizados. También hizo varios servicios para trasladar a gente a Expocoruña a ponerse la vacuna del covid.

Pero la demanda es muy irregular. «Podes pasar unha semana sen saír e despois ter dous días nos que non paras de ir de aquí para alá». También tiene un importante número de clientes en el vecino municipio de Monfero, que la reclaman especialmente para ir al supermercado de Irixoa. Los martes por la tarde acude a Betanzos a recoger a estudiantes de los institutos. Aunque ya se ha dicho que no tiene competencia, María nombra «algún taxista camuflado en Monfero», un turismo ordinario y sin licencia que cobra a sus vecinos por los desplazamientos.

Cuando apenas llevaba unos meses con el taxi, a principios del 2020, a María se le multiplicó un trabajo al que aún se estaba acostumbrando. La pandemia había encerrado a la gente en sus casas, los vecinos no podían compartir vehículos, así que a ella el confinamiento la exprimió, en muchas ocasiones sin la presencia de usuarios. «Chamábanme coa lista da compra ou de medicamentos na farmacia, eu mercaba e leváballelos ás casas», recuerda.

Un taxista tiene un lado de confidente. «Moitas veces fago de psicóloga, cóntanme os seus problemas e houbo quen se botou a chorar durante a viaxe», recuerda María, quien tiene una línea roja en el derecho de admisión de clientes: «Se me chaman de noite e non coñezo á persoa, ese servizo non o fago, tampouco é que sexa o máis habitual, pero non o fago».