Aquellos años en los que en A Coruña el coche se podía aparcar en María Pita y junto a la torre de Hércules

marta valiña A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

La circulación junto al Ayuntamiento fue posible hasta 1987, cuando se construyeron el aparcamiento y el túnel subterráneos, y alrededor del faro se interrumpió a mediados de los noventa

18 may 2024 . Actualizado a las 11:52 h.

No hace falta peinar demasiadas canas para recordar que hubo unos años, muchos, en los que en A Coruña era posible aparcar el coche en la mismísima plaza de María Pita (pegadito al Ayuntamiento, no en el párking subterráneo, como ahora) y circular alrededor de la explanada central como si estuviésemos jugando con un Scalextric. Hay que remontarse mucho menos para evocar aquellos tiempos en los que vehículos de todos los tamaños llegaban hasta la base de la milenaria torre de Hércules, era posible circular a su alrededor como si se tratase de una rotonda y su entorno más próximo se convertía muchas noches en el aparcamiento en el que las parejas daban rienda suelta a los arrumacos.

Años en los que la flota automovilística de la ciudad era muchísimo menor que la actual, pero en los que las ruedas se imponían a los peatones en la movilidad urbana. No era una A Coruña que apostase por la peatonalización, como ahora, y el coche se podía aparcar prácticamente en cualquier lado y en el caso de María Pita incluso a la sombra, porque en la plaza todavía había árboles.

Asfaltada en los cincuenta, durante el mandato de Alfonso Molina (para que los deportistas pudiesen practicar hockey, baloncesto y balonmano), el estacionamiento y la circulación alrededor de la plaza de María Pita fue posible a partir de la década siguiente. Con vehículos llegó hasta finales de los años ochenta, concretamente hasta el 6 de mayo de 1987, cuando el entonces alcalde socialista Francisco Vázquez inauguró, tras dos años de obras no exentas de polémica y protestas, el aparcamiento subterráneo (el primero de los ocho proyectados durante aquel mandato municipal). Simultáneamente, ese mayo de hace 37 años, entró en servicio el túnel subterráneo por el que se canalizó el tráfico desde Puerta Real hasta la plaza de Millán Astray (hoy Atochas), y viceversa. Y se acabó en ese momento el circular alrededor de la plaza, que a principios de septiembre de 1989 perdió también el famoso rastro dominical que se celebraba bajo sus soportales.

Unos años más tarde, a mediados de los noventa, comenzó la gran puesta en valor de la torre de Hércules. Un ambicioso proyecto de reforma de su entorno que fue adjudicado por 690 millones de pesetas (algo más de 4 millones de euros) a finales de 1993.

Las obras supusieron la demolición de algunas construcciones anexas, como la antigua casa del farero, la instalación del parque escultórico y la desaparición del tráfico rodado alrededor de la Torre. Desde entonces, acercarse al faro, declarado patrimonio de la humanidad en junio del 2009, supone una caminata cuesta arriba desde la pequeña rotonda en la que confluyen el paseo de los Menhires y la calle Doctor Vázquez Iglesias. La escultura de Breogán, de Xosé Cid, se encarga de vigilar que no se cuele ningún coche.