Colirio para el jardín

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

ANGEL MANSO

La primavera empieza cuando en el arbolillo de la esquina empiezan a asomar las flores rosas que el viento ha hecho volar estos días

05 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Pido un colirio en la farmacia. Receta de la médica contra una conjuntivitis que nos tiene en régimen de penumbra mientras en la calle luce el sol y sopla el nordés, moviendo las hojas de los árboles frente al portal, y alfombrando la acera con pétalos rosas. Detrás de la farmacéutica, todo un estante de gotas para los ojos. ¿Hay más alergias?, le pregunto. Nunca había visto semejante variedad de colirios. Ni se lo imagina, responde. Nuestro picor de ojos es de otra clase, pero esta revelación sobre las gotas oftalmológicas y sus decenas de presentaciones me lleva a mirar el jardincillo de mi calle con otros ojos, nunca mejor dicho. Para mí no es una fuente de alergias, sino un espacio verde que de la primavera al otoño explota y tapa toda la acera que en invierno se puede ver desde la terraza. Los árboles desnudos del invierno también descubren los nidos de las pegas, ocultos ahora en lo alto de las ramas.

La primavera empieza cuando en el arbolillo de la esquina empiezan a asomar las flores rosas que el viento ha hecho volar estos días. Estos mismos días en los que nuestra diminuta terraza se convierte en un trajín de tierra y macetas: toca trasplantar un brote de carballo que salió el año pasado de unos talleres infantiles en María Pita, y del que nos habíamos olvidado. Y sacar un hijuelo del aloe para que no terminen enredadas las raíces en la planta original. En la tienda de donde sale la tierra no se creen que una lobelia haya sobrevivido al invierno. Sus flores me recuerdan a las jacarandas que el fin de semana pasado estallaban en el Largo do Carmo en Lisboa. No hay jacarandas en mi calle, dudo que seamos capaces de criarlas en la terraza. Las flores de la lobelia, más oscuras, parecen decir que ellas son suficientes.