Padre José Carlos Alonso: «Cada mes logramos que dos, tres o cuatro personas encuentren un trabajo»

Tamara Rivas Núñez
Tamara Rivas A CORUÑA

A CORUÑA

GUSTAVO RIVAS

Desde las Cáritas parroquiales prestan atención a un centenar de familias de manera fija, una ayuda que considera que va en el «ADN del cristiano»

14 ene 2022 . Actualizado a las 16:35 h.

Llegó y lo puso todo del revés. El covid sacudió todos los sectores de la vida, desde lo puramente personal a la faceta laboral o la economía de medio mundo. Daba igual si uno estaba en una gran ciudad como Nueva York o en un pequeño pueblo como Oleiros. Desde este municipio, el padre José Carlos Alonso (A Coruña, 1965) supo adaptarse a todo y continuar tanto con el culto, que pasó a ser online, como las Cáritas parroquiales, que «con la pandemia ha aumentado un 30 % el volumen de su ayuda». 

—Cómo nos ha cambiado el covid a todos.

—Ha sido un cambio enorme en nuestras vidas, sobre todo en los hábitos, y ahí se incluyen también los espirituales. Ahora nos pensamos mucho el acudir a los bares, sentarnos en terrazas o ir a sitios en los que hay aglomeraciones. Y a nivel espiritual la gente se lo piensa también. Con la pandemia tuvimos que adaptarnos a las nuevas tecnologías y hay muchos que se resisten a volver al modo presencial. 

—¿Qué necesidades han salido a la luz?

—El volumen de ayuda que prestamos aumentó un 30 %. La gente ha pasado por ERTE y sus sueldos se han visto reducidos cuando las necesidades siguen siendo las mismas. Antes no ocurría lo que ahora sí pasa, que hay gente que está trabajando y aún así roza el umbral de la pobreza.

—¿Cómo de importante fue la labor de Cáritas en todo este tiempo?

—Fue fundamental, pero no solo con el reparto de alimentos. También les ayudamos a buscar empleo, que es la mayor caridad. Ayudarlos a que puedan ganarse su propio sustento es vital. A pesar de la pandemia, cada mes logramos que dos, tres, o cuatro personas encuentren un trabajo.

—¿A cuántas familias prestan ayuda en la actualidad?

—Semanalmente a unas cien familias del pueblo de un modo fijo más otras veinte que no son de aquí pero vienen a nuestra Cáritas a por fruta, comida o lo que sea. Toda es gente muy honrada, que cuando vuelven a una situación normal dan las gracias y nos dicen que ya no necesitan nada más, que sigamos ayudando a otros.

—¿Cómo fue el trabajo que se llevó a cabo desde las parroquias?

—Las Cáritas no cerraron nunca, ni siquiera en los tiempos más difíciles. Incluso armados con EPIs seguían haciendo repartos. Y la actividad eclesial, igual. Nos tuvimos que reinventar y tirar de imaginación. Si había que dar la comunión uno a uno, se hacía. Que el catecismo había que hacerlo en grupos de cuatro, pues también. Las nuevas tecnologías nos permitieron llegar a todos. 

—¿De dónde sale esa implicación de los feligreses?

—No es gracias a mí. La gente ve la necesidad en la puerta. Antes quizá pensábamos que la pobreza estaba más lejos, pero ahora ven cómo su primo o su hermano han sufrido las consecuencias. La caridad va en el ADN del cristiano. 

—El covid le obligó a dar misa con el templo vacío cuando la iglesia de Santa Cruz suele estar hasta la bandera.

—No es que esté lleno, es lo siguiente. Es un templo con capacidad para 500 personas sentadas y siempre están los bancos llenos y la gente de pie. Cuando llegó el covid tuvimos que reconvertirnos. Empezamos a celebrar misa de modo online y seguimos haciéndolo. Es algo que vino para quedarse. La gente lo agradeció. Incluso ahora que tenemos a muchos vecinos en cuarentena nos dicen que no nos olvidemos de la misa online porque están pendientes desde sus casas. 

—¿Ir a misa es seguro?

—Tanto desde las diócesis de Santiago como en las parroquias se puso el foco en extremar al máximo las medidas: geles, distancias, pasillos de entrada y salida para evitar aglomeraciones, aforos… Lo de los aforos fue un poco de cachondeo, la verdad. Los limitaron a 25 personas y daba igual que fuese la catedral de Santiago o la parroquia más pequeña de Oleiros. Con las medidas de seguridad seguimos siendo estrictos hasta tal punto que, salvo en los inicios cuando sí hubo algún caso aislado en alguna iglesia, no han surgido brotes. 

—¿Se ha notado el covid en el día a día de sus parroquias?

—En el 2020 las bodas y bautizos fueron prácticamente nulos. Hasta finales del verano del 2021 hubo muchas anulaciones, pero desde octubre las cifras están empezando a recuperarse y ya estamos en un 80 o 90 % de las celebraciones que se hacían antes de la pandemia. Y creo que seguirá mejorando. 

—¿Qué se puede sacar en positivo de esta pandemia?

—Muchas cosas, pero sobre todo la solidaridad, tanto a nivel social, como personal o empresarial. La gente se da cuenta ahora de que se ponía demasiado interés en lo material y ahí no estaba la felicidad. Ahora se vuelve a la familia, a la que no pudieron besar ni abrazar, y ahora la valoran mucho más.