«La vida misma es degenerativa»

r. d. seoane A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Con la esclerosis múltiple «se trata de aprender a vivir con lo que tienes y valorar a quien tienes», opina Diego Saavedra Trasancos

01 jun 2020 . Actualizado a las 12:46 h.

Hace 13 años que Diego Saavedra Trasancos recibió el diagnóstico.«Para mí fue un alivio» sorprende antes de explicar tal reacción ante una enfermedad que ahora, a los 46, ya le deja poco margen para dar pasos. «Por fin, le pusieron nombre», dice. Tenía esclerosis múltiple.

Fue entonces cuando empezó a atar cabos sobre su dificultad para pisar firme, su sentirse caer cada vez que se quedaba a oscuras, la corriente eléctrica que le corría por la espalda cuando bajaba la cabeza... Comenzó a explicarse sus problemas para retener cuando estudiaba ingeniería industrial y también los mareos cada vez que, trabajando en Alcoa, subía a alguna altura.

«Yo lo achacaba al cansancio», cuenta, pero la persistencia lo llevó al médico tras una excursión a las Fragas do Eume en la que acabó arrastrando un pie y agarrándose, literalmente, a los árboles. «Ahí pensé que tenía que mirarme en serio», dice. Y empezó el peregrinaje: «Primero, decían que si estaba en mi cabeza, y cuando me derivaron al neurólogo, al principio pensaron que era un tumor de columna», cuenta. Ya casi no extraña que se sintiese aliviado con el diagnóstico, aunque es consciente de que «hay gente que lo lleva muy mal». ¿Que es una enfermedad progresiva? «La vida misma es degenerativa», sentencia.

Hacer todo de otro modo

Hasta hace un par de años iba a yoga, de vez en cuando a la piscina, a la Casa del Agua, al gimnasio... Pero el cansancio fue a más y el simple trecho de llegar desde su casa en Monte Alto hasta la parada del bus se convirtió en un problema. Ahora, hace ejercicio en casa y también, fuera del confinamiento, intenta ir a fisioterapia. «Fui empeorando, caminar ahora con muletas ya me cuesta muchísimo», cuenta.

«Las cosas te llevan mucho tiempo, y las horas pasan rápido», resume sobre el impacto sobre un día a día en el que ha tenido que aprender a «hacer todo de otra manera», desde vestirse a fregar, con paradas técnicas en medio, o dedicar buena parte de sus horas a la asociación de afectados que este sábado volverá a conmemorar el día dedicado a la enfermedad «para que se nos vea».

Durante años, Diego llevó el bastón en el bolso. Solo lo sacaba cuando no podía más. Hace cuatro empezó a usarlo siempre y ahora ya le cuesta tanto caminar que va sobre ruedas. «Lo malo de verte en la silla no es solo la cuestión de no moverte, es que siempre dependes de los demás. Y te ves como atado», reflexiona en voz alta sin dar demasiadas vueltas: «Hasta que te acostumbras. Si tienes suerte de tener gente a tú lado, como yo, es de valorar», opina quien cree que se trata de «aprender a vivir con lo que tienes y valorar a quien tienes».

También sabe Diego mirar más allá: «Hay mucha gente peor que yo y hay un montón de cosas por hacer que si estuviera sano probablemente no hubiera probado nunca». Se refiere, en concreto, a la vela, un deporte que ha descubierto de la mano de la Fundación María José Jove y en la que, además de los beneficios físicos que reporta, ha encontrado también un nuevo modo de relacionarse.