De ermita a centro de empresas

A CORUÑA

El iglesario de Agrela, casi oculto por las industrias que lo rodean, mantiene dos siglos de función social
El iglesario de Agrela, casi oculto por las industrias que lo rodean, mantiene dos siglos de función social Manuel Rodríguez

El iglesario de A Grela, casi oculto por las industrias que lo rodean, mantiene dos siglos de función social

18 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene Rosalía (la de Castro, no la cantante) un poema que quizá alguien someterá ahora a revisión por ser políticamente incorrecto y que acaba así: «San Antonio bendito, / dádeme un home, / anque me mate, / anque me esfole, / que, zambo ou trenco, / sempre é bo ter un home / para un remedio». El santo franciscano era el patrono de la capilla construida en A Grela unos dos siglos antes de que existieran ni el polígono, ni la refinería, ni ninguna de las industrias que ahora rodean a este conjunto de capilla y vivienda conocido como el iglesario de A Grela. Es posible que entre quienes en su día acudían a los cultos hubiera quien invocara al santo pidiendo novio, o novia, y ante su imagen (que algunas fuentes dicen que es la que está ahora en la iglesia de San Cristóbal das Viñas) llegaron a celebrarse bodas.

Las instalaciones, ubicadas detrás del desaparecido Parque de Automóviles, «al fondo del polígono», indican desde estas, acogen el Centro Municipal de Empresas. Con ello se mantiene la función social con la que nacieron en el mes de junio de 1724 cuando, según recoge Carlos García Cortés en su libro Templos coruñeses (Xerión), tuvo lugar la fundación del «Mayorazgo y Capilla de La Grela», otorgada en Cádiz por Antonio Pardo y donde «la ejecución de los fines fundacionales estaba a cargo de un capellán que oficiaba los cultos (abiertos al vecindario, especialmente los días festivos) e impartía clase gratuitamente a los niños de la zona, además de tener residencia en el edificio».

Los autores de la edificación, llevada a cabo entre 1754 y 1765, fueron dos maestros del barroco compostelano: Simón Rodríguez y Clemente Ferrer Sarela.

La construcción de colegios públicos en la zona y la falta de fondos de dicha fundación hizo que en el siglo pasado las dependencias pasaran a ser municipales. En la publicación de la Asociación de Empresarios de Agrela, del 2013, con motivo de su medio siglo de existencia, aparece una imagen del iglesario de 1990 sin techo y muy deteriorado. Fue a comienzos de esa década cuando empezó su recuperación con la puesta en marcha de una escuela taller municipal que, durante cinco años y siguiendo el proyecto de la arquitecta Angelika Lorenzen, restauró la construcción. 

Doce empresas

Aunque inicialmente fue habilitado como un centro de empleo, en la actualidad el iglesario tiene locales para acoger a 12 empresas, que disponen de espacios para reuniones, entre los que llama la atención un patio interior.

Los alquileres de estos locales rondan los 200 euros mensuales el más elevado, y en estos momentos son ocho empresas de ámbitos muy diferentes las que están instaladas allí. El tiempo máximo de estancia es de cinco años, ya que el objetivo es apoyar a estos emprendedores, alguno de los cuales cuenta ya con tres empleados, en los primeros pasos del desarrollo de la empresa.

En cuanto a la antigua capilla, de unos cien metros cuadrados, ha sido transformada en salón de actos con capacidad para treinta personas sentadas. Tras una cuidadosa restauración, el espacio mantiene el ábside, lógicamente sin retablo ni altar, su altura original, el coro de madera y hasta los lugares donde, en la entrada, estaban en su día las pilas del agua bendita.

La ermita da, además, nombre a la calle que pasa por un lateral de la misma. De hecho durante mucho tiempo era el número 1 de dicho vial, pero ahora la dirección postal está en el 62 de la calle Galileo Galilei. También en eso se ha plasmado el cambio de esta ermita de San Antonio, convertida ahora en centro de empresas.

«Un matrimonio que se había casado aquí vino a por los papeles de la boda»

La estética externa del iglesario de A Grela, además de sorprender por su aspecto pétreo dentro de una arquitectura industrial, despista a quienes llegan hasta él. Por ello, en varias ocasiones ha habido personas que entraron en las instalaciones preguntando por el Centro Municipal de Empresas sin saber que ya estaban allí y buscando un edificio de aspecto bien distinto. Esto cuenta Isabel, que atiende en la entrada de las instalaciones a todas las personas que se acercan a preguntar o curiosear. También evoca cómo en una ocasión el que llegó fue «un matrimonio que se había casado aquí y vino a por los papeles de la boda». Eran personas mayores y no sabían del cambio de uso de la capilla. Delante de la imagen de San Antonio se había celebrado su boda.