Quemar el año viejo

Por Xosé Alfeirán

A CORUÑA

RETROSPECTIVA DE UN DESFILE DE UNA 
EXPOSICIÓN DE  OCHES EN LA PLAZA DE MARÍA PITA
RETROSPECTIVA DE UN DESFILE DE UNA EXPOSICIÓN DE OCHES EN LA PLAZA DE MARÍA PITA ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Peleles de paja ardían el 31 de diciembre en María Pita, en los años 20

02 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Carnaval en Fin de Año. Así lo recogían, de vez en cuando, las crónicas periodísticas, que reflejaban lo que sucedía en la plaza coruñesa de María Pita en algunas despedidas del año. Las referencias a los hechos son escuetas y es muy posible que en otras ocasiones ni siquiera se mencionen por considerarlos, la prensa, irrelevantes en una sociedad moderna y civilizada.

La costumbre de ir a celebrar el Fin de Año a la plaza de María Pita se inició con la despedida de 1912, alcanzando posteriormente gran popularidad. Pero fue en el adiós a 1918 cuando por primera vez aparecieron elementos simbólicos que parodiaban el año viejo y estaban destinados a ser quemados. Esa noche, las miles de personas allí congregadas presenciaron el paso de varias comparsas que conducían ataúdes con peleles, simulando llevar dentro al año viejo. Al sonar las campanas del reloj del palacio municipal, el griterío de las voces unido al sonido estridente producido por gaitas, cuernos, panderos, ¡latas de petróleo! y tarteras de cocina crearon un clamor ensordecedor que solo se paró al engullir las uvas de la suerte.

Después, los peleles y ataúdes que simbolizaban al año viejo de 1918 fueron quemados sin piedad en medio de la plaza. En la despedida de 1921, la multitud vio cómo los vecinos de la barriada del Gurugú (alrededores de las calles Sinforiano López y Juan Castro Mosquera) bajaron con una mascarada formada por una efigie que representaba al moro Abd el-Krim y simbolizada el año viejo, y otro muñeco vestido como un legionario que figuraba el año nuevo. Tras las campanadas, gritos, sonidos y las uvas de rigor, el año viejo (AbdelKrim) fue muerto a palos por la multitud, paseando después victoriosamente al año nuevo (legionario).

En la de 1923, la masa humana contempló, entre otras, y en medio de un aquelarre colosal, a una comparsa grotesca con peleles, banderas y antorchas simbolizando el entierro del Celta, año viejo, vencido al fin por el Deportivo, año nuevo. Después de las 12 campanadas, las uvas y los sonidos tradicionales, incrementados por las sirenas de los barcos anclados en la bahía, se encendieron muchas fogatas de paja, ardiendo en ellas todos los antroidos y peleles que se llevaron a la plaza.

Lo mismo sucedió en la despedida de 1924, en la que se quemaron tres peleles de paja; en la de 1925, con antroidos destinados al fuego y una carroza adornada con ramaje, tirada por bueyes y ocupada por jóvenes del Fortaleza F. C., de Santa Margarita, simbolizando los pleitos futboleros; en la de 1926, con repetición de carroza del Fortaleza F. C. criticando el americanismo, y muchos portadores de escobas y haces de paja condenados a ser incinerados, y en la de 1930, siendo quemado un pelele de paja. La Guerra Civil cortó temporalmente esta celebración que se recuperaría a su fin, pero ya no volverían los antroidos de paja.

Según los antropólogos, esta costumbre de quemar el año viejo está relacionada con creencias ancestrales de muerte y resurrección y con ritos propiciatorios que se celebraban con la intención de librarse del mal.

¡Morra o ano vello!