La ciudad de las mil hogueras

S. Acosta / Á. M. Castiñeira A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

La pleamar destrozó las primeras hogueras por la tarde.
La pleamar destrozó las primeras hogueras por la tarde. GUSTAVO RIVAS< / span>

Bomberos y 092 y revisaron las lumeiradas y vigilaron las playas

24 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Esta es la mejor fiesta del mundo», gritaba Eduardo, un veinteañero llegado de Santiago en el tren de media tarde. A su lado, un grupo de voluntarios de Protección Civil trazaba la línea de pleamar, la frontera entre la diversión y el traicionero mar.

A la misma hora, bomberos y Policía Local recorrían las más de mil hogueras repartidas por toda la ciudad para velar por una noche tranquila. Tras el susto de las olas llevándose la madera que afanosamente habían ido recopilando las miles de personas que acudieron a las playas urbanas de la ciudad a media mañana para coger los mejores sitios, la normalidad volvió a los arenales a las siete de la tarde. A esa hora, el humo de las primeras barbacoas en muchos barrios de la ciudad ya dejaba huella en el cielo y el olor a sardina contagiaba de espíritu festivo todos los rincones de A Coruña.

El reparto de madera ecológica -25 toneladas en media hora- en las Catalinas se inició con un leve retraso. Un pequeño accidente de un coche que se estrelló contra la salida del aparcamiento subterráneo del acceso a Rubine alteró la normalidad de la tarde.

Pero el espíritu lúdico de las miles de personas que llegaron a A Coruña a lo largo del día desde todos los rincones de Galicia, el norte de Portugal y Asturias pudo con todas las adversidades. Se reconstruyeron las cacharelas y la alegría se desbordó entre el gran número de personas congregadas.

Poco antes de las diez de la noche los primeros fuegos empezaron a alumbrar el ocaso. Una hora después, con una gran luna llena tapada por enormes volutas de humo. El alcalde, Carlos Negreira, que permaneció toda la noche en el puesto de mando de la Coraza, junto con su concejal de Seguridad, Julio Flores, y el jefe de Policía, Carlos Touriñán, no paraba de saludar gente. Y de pedir «sentidiño» para la larga velada en la que su réplica, disfrazada de Picasso, acabó consumida por las llamas. En la medianoche, con el fuego reduciendo a cenizas las llamas, la fiesta se desmadró al ritmo de la Panorama. San Juan recibió otra vez su tributo de felicidad y cariño. Hasta el 2014.