A los mandos del coloso del aire

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Enrique Marchesi-Herce, sentado de nuevo en la cabina del Jumbo Lope de Vega
Enrique Marchesi-Herce, sentado de nuevo en la cabina del Jumbo Lope de Vega cedida

Marchesi-Herce pilotó el Jumbo Lope de Vega, que se expone en el Muncyt

16 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

«Pilotar uno de estos es otra cosa. Es como llevar un Rolls Royce, no tiene comparación». Así se refiere al hecho de cruzar el océano a los mandos de un Jumbo Enrique Marchesi-Herce, aviador actualmente retirado que tuvo la «fortuna» -así lo define él mismo- de volar «en cientos de ocasiones como segundo piloto y unas cuantas veces más como comandante» un Boeing 747 como el Lope de Vega cuya inmensa cabina se exhibe por gentileza de Iberia en el Muncyt.

De hecho, este coruñés fue de los que jubiló al gigante del aire: «A principios de los 90 hicimos los últimos vuelos. Pero la tecnología cambió radicalmente, y se quedaron obsoletos», asegura. Ese es, precisamente, uno de los recuerdos que conserva con mayor nitidez Marchesi-Herce sobre estos colosos, la navegación tradicional: «Llevar un aparato de esas dimensiones no era fácil. Tenías que adelantarte a las maniobras, porque su respuesta era bastante lenta. Tardaba en obedecer, así que no había lugar para la improvisación», cuenta.

En su relato de las miles de anécdotas vividas a bordo de una de estas naves, destaca la excitación que suponía atravesar el polo norte, con una instrumentación que obligaba a realizar un vuelo casi artesanal: «Las brújulas convencionales indicaban el Polo Magnético, mientras que nuestra navegación era relativa al Polo Norte Geográfico, separados el uno del otro en más de 700 millas». Con los Jumbo atravesó el mundo en más de una ocasión, con rutas que le llevaban a Sudamérica, a Estados Unidos, Sudáfrica o a Japón, «siempre evitando entrar en cielo soviético, lo que nos obligaba a extremar la precisión de la navegación», rememora. No cubrió el viaje del Guernica, que vino a España desde Nueva york a bordo del Lope de Vega, «pero esa ruta sí la hice unas cuantas veces, claro», matiza.

La cabina del Jumbo es uno de los más destacados atractivos con los que cuenta el Muncyt. Apoyado su tren de aterrizaje delantero sobre un solo punto, se erige en una sala dedicada en exclusiva a este nave que supuso una auténtica revolución en la aeronáutica en su momento. Acompañada de un extremo de de una de las alas del avión, sus cajas negras o algunos de los asientos, la zona de mando se integra en el museo como una sala más, ya que a través de la cabina puede accederse a un piso superior para continuar con la visita.

«Realmente me emocioné, una vez allí sentado, de nuevo, en la cabina... Fue muy emocionante, sí», reconoce Marchesi sobre su visita al Muncyt. Cuando se enteró de que la cabina del Lope de Vega iba a estar allí expuesta no dudó en aceptar la invitación para poder volver a ocupar su puesto a los mandos del aparato. «Es una pena que desaparecieran, eran unos aviones maravillosos. Pero la tecnología avanza. Aun así, no se han hecho aviones como aquellos, supusieron una auténtica revolución. Y pilotarlos fue un privilegio», concluye.