¿Y si les diera por cumplir todas las promesas?

La Voz

A CORUÑA

Por Laureano López | laureano.lopez@lavoz.es

03 ene 2011 . Actualizado a las 14:10 h.

¿Y si lo hicieran?, ¿y si los políticos se conjuraran este año para cumplir todo lo que han prometido?, ¿y si llegaran a un acuerdo para desbloquear todos los planes y proyectos atascados, para aplicar, al dedillo, todo lo que durante estos años nos han jurado y perjurado por activa, por pasiva, por escrito y de viva voz, que harían de inmediato?, ¿y si el cheque en blanco con el que nos engatusan tuviera en realidad fondos para parar, es un decir, un tren?

Si así fuera, este 2011 no se despediría con un fenomenal atasco en la ciudad como lo hizo el 2010. Sería el fin de una tradición introducida en el calendario navideño a golpe de claxon. No habría más discusiones sobre quién ni por qué se bloquea la obra de la tercera ronda, los cisnes que chapotean en el lodo de la ría de O Burgo cobrarían por visitarla, no llevaríamos entonces más de 1.300 días esperando una solución a las obras del párking del Parrote, la Ciudad Vieja sería peatonal, San Juan sería festivo, no habría que recordar más que alguien, un buen día, prometió que A Coruña tendría un centro nacional de referencia para el cuidado de personas enfermas de alzhéimer y la reforma del Eusebio da Guarda estaría a la altura de Pablo Ruiz Picasso.

Si fuera así, entonces nos sobraría el tiempo: nadie perdería el juicio esperando en las urgencias del Chuac, el pequeño comercio nadaría en la abundancia y, si acaso, protestaría por el agobiante aluvión de ayudas de las administraciones. Si cumplieran todos sus promesas, no habría calles sin alumbrado navideño, ni casas en ruina, ni 20.000 pisos vacíos, ni baches, ni socavones, ni avenidas oscuras o decoradas por los vándalos, ni inseguridad ciudadana, y todas y cada una de las aceras estarían diseñadas a la medida de cada ciudadano; el tren bala llegaría esta misma mañana a la intermodal y Penamoa sería el recuerdo vago de una pesadilla. El 010 se reconvertiría en un servicio telefónico para mostrar agradecimientos. En el polígono de Morás las empresas funcionarían ya a pleno rendimiento, no habría peaje en la autopista a Carballo ni buzón de lector en los periódicos con cartas que denuncian el incumplimiento de la ley de dependencia o la permisividad con un local cuya música hace imposible conciliar el sueño.

Si cumplieran, de repente, como nos han dicho que iban a cumplir, la Universidad sería tratada tal y como se merece, la facultad de Medicina celebraría este mes su primer o segundo aniversario, no habría fugas de cerebros ni de talentos, la glorieta de Sabón sería un magnífico parque de atracciones, y en los tribunales no habría juicios lentos ni juicios rápidos; habría, simple y llanamente, juicios.

Si tuvieran que cumplir sí o sí todo lo que prometen, en el Registro Civil de la plaza de Vigo no usarían nunca más bufanda, la fragancia de Bens se vendería en las perfumerías y no habría listas de espera de viviendas protegidas. Sería entonces realidad el transporte metropolitano, y el gran parque metropolitano, y el área metropolitana, y volaríamos a Roma y a Pekín desde la ampliación de Alvedro. Los árboles, atendiendo a sus promesas, serían legión en la ciudad, en la antigua cárcel habría un parador, San Andrés ya no tendría lonas verdes ni andamios-obstáculo por los siglos de los siglos, la Fábrica de Tabacos recuperaría todo su viejo esplendor; en la Torre habría una zona especial para las visitas, el metro ligero circularía muy ligero por la ronda de Outeiro y, por qué no, en el parque ofimático estaría el Silicon Valley gallego. Dadas las circunstancias, en los plenos municipales se saltaría a la comba y se jugaría al siete y medio. En los parlamentos gallego y estatal, al brilé.

Si este año, y sin pasar de este, se cumplieran todas las promesas y el feísmo pasara a la historia, y la polémica sobre las terrazas de María Pita pasara a la historia y la reforma de la Marina pasara a la historia, y las colas del INEM pasaran a la historia; si el Plan General fuera general y no hubiera doble fila, si en el centro existieran plazas de aparcamiento suficientes y en el Castrillón se levantara ya un polideportivo? entonces, ¿para qué los íbamos a necesitar? Demasiadas veces nos llevan a pensar que quizás sea este el motivo por el que no cumplen, ni de lejos, todo lo que nos prometen: porque necesitan sentirse necesarios. También este año que ahora empieza.