Organizan un curso sobre las repercusiones de la patología de cadera La consulta de ortopedia infantil del Teresa Herrera atiende anualmente a 7.000 niños
23 jun 2006 . Actualizado a las 07:00 h.?i un niño cojea, se queja de dolor en las rodillas y no abre las piernas de forma simétrica, hay que llevarlo al médico. Si además ha sufrido en días anteriores una gripe, una otitis o ha tenido una herida mal curada, cualquier trastorno con fiebre, con más motivos por los riesgos de las infecciones. En el caso de que sea todavía un bebé, que aún no camina, el signo a tener en cuenta es que encoja las piernas, es decir, no quiera apoyar los pies. Son algunas de las claves que especialistas como Pedro González Herranz, jefe de sección de ortopedia infantil del Teresa Herrera, aportaron ayer, coincidiendo con la celebración del curso La cadera infantil: repercusiones en la vida adulta . «Son algunas claves, no quiere decir que tengan algo en la cadera, pero hay que descartarlo -explica- y hay que pensar que puede ser por eso, porque una lesión puede tener secuelas importantes de cara a su vida adulta, ya que se produce cuando están en período de crecimiento», explica. Precisamente el curso que reunió a un centenar de especialistas se centró en analizar técnicas y métodos para tratar de evitar discapacidades en las diferentes patologías de la cadera. Aunque no lo parezca, son bastante numerosas. González Herranz, junto con César de la Fuente y Miguel Castro, atienden cada año a 7.000 niños en las consultas del Materno, de ellos, entre el 10 y el 20%, alrededor de mil, tienen algún problema en la cadera. La mayoría no son graves y se resuelven con tratamiento farmacológico. Pero a veces, es necesario operar. De hecho, de las 400 intervenciones que realizan los traumatólogos infantiles cada año, alrededor de cien son por estos problemas. Las enfermedades varían en función de la edad de los pacientes. «Hasta los dos años -explica Herranz- lo más frecuente es la displasia o luxación congénita, ya que 1 de cada 200 niños nacen con esta lesión, además de las infecciones, por eso es importante estar atentos cuando un niño tuvo fiebre». De los 3 a los 10 años, los médicos suelen ver sobre todo inflamaciones o sinovitis transitorias, además de la llamada enfermedad de Perthes o problemas de vascularización de la cabeza del fémur, del que «vemos 40 o 50 casos al año». Ya en la preadolescencia y hasta los 16 años, a las consultas llegan, sobre todo, tumores óseos, lesiones por accidentes, desprendimientos de la cabeza femoral, que afectan sobre todo a niños obesos. En todos los casos, Herranz insiste en que la clave es diagnosticar de forma precoz y realizar un seguimiento adecuado para evitar secuelas de cara al futuro. «Los tratamientos son distintos en cada caso y los resultados suelen ser satisfactorios, pero aún en las mejores condiciones a veces se producen cojeras, diferencias en la longitud de las extremidades o rigideces en las articulaciones ya en la pubertad; de adultos, pueden tener dolor por degeneración de la articulación y artrosis», indica este experto.