De abuelo a nieto, los guardianes de la portería son estirpe en Camariñas

Pablo Varela Varela
pablo varela CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

De izquierda a derecha: Pablo Novo, portero del Camariñas; Vicente Carril, presidente del club, y Vicente, su hijo y exguardameta del equipo
De izquierda a derecha: Pablo Novo, portero del Camariñas; Vicente Carril, presidente del club, y Vicente, su hijo y exguardameta del equipo CEDIDA

Pablo Novo, meta del conjunto costeiro, sigue el camino que abrió Vicente, el presidente del club, ya nonagenario

14 nov 2021 . Actualizado a las 16:42 h.

A sus noventa años, Vicente Carril aún tiene quien le recoja el guante. O más bien, quien se lo enfunde para seguir protegiendo la portería de su querido Camariñas. El presidente del club, el más longevo de la Liga da Costa, se inició como portero cuando el equipo aún vagaba por campos de tierra, sin estar federado. Ahora, es su nieto, Pablo Novo, el que defiende la meta y viaja a lo largo y ancho de la comarca. «Nós case non faciamos desprazamentos. Xogábamos por aquí, máis preto. Cambiaron moitas cousas desde a miña época, pero cando o vexo a el recordo os días que eu xogaba, e tamén cando o fixo o meu fillo», dice Carril.

De Vicente a Vicente, porque el segundo en la línea de sucesión también fue el guardián del arco hasta que, con 23 años, una lesión de rodilla prolongada en el tiempo lo llevó a dejar el verde. Su historia, como la de otros muchos porteros, parte desde una reticencia inicial a estar bajo palos. «Foi nos campeonatos do colexio. Eu renegaba, pero é algo que levas contigo. Naces cos reflexos, é innato», apunta. Ocurrió que, siendo ya juvenil del Camariñas con catorce años, en un encuentro contra el Negreira, el portero titular no pudo acudir y, cuando el vestuario miró a su alrededor en busca de a quién acudir, todos los ojos se posaron en él. «Sabían que na escola xogara nesa posición e asumín a responsabilidade», dice. Aquel día perdieron 3-0, pero quienes lo conocen concuerdan en que fue el mejor de un partido al que acudieron con doce jugadores.

Fue el punto de partida de una trayectoria en la que se cruzó La Masía. Tiempo después, en un encuentro en Cee, unos ojeadores del Barcelona invitaron a su familia a que Vicente pasase una prueba en la Ciudad Condal, pero él intuyó que aún era demasiado joven para irse. «Estaba cos estudos a voltas, e vivir do fútbol pode darse ou non», resuelve. Con dieciocho años, ya era el guardameta del primer equipo del Camariñas y, con veinte, probó suerte en el Bergantiños, donde estuvo un par de temporadas antes de volver a su casa para conquistar la Copa da Costa en dos ocasiones y, finalmente, abrir el camino a la generación de un clásico como Juan Cabrejo.

Ahora, es Pablo, con treinta años, el que estira la saga familiar. «É o meu neto, fillo da miña Marisa», dice el mayor de los Vicentes. Nunca perdió el ojo clínico para intuir a un buen meta. En su momento le gustó el eterno José Carlos, del Cee. Ahora, además de Mackay, del Deportivo, otro guerrillero que tiene cuerda para rato: Suso, del Corme.