«Paseabas con el coma cunha persoa»

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

XESUS BUA

Una familia de Nemiña convivió durante unos días con un mandril encontrado por el padre en Baroña

18 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El marinero muxián Julio Vilela Lagoa estaba de visita un domingo por el Castro de Baroña, en el municipio barbanzano de Porto do Son, y se topó con una inesperada sorpresa: un pequeño mono de apenas 50 centímetros, un mandril para más señas, «de cabeza pequeña, hocico largo, cola de dimensiones considerables y pelaje espeso», como recogía la crónica de La Voz al sábado siguiente. Ni huía ni le aparecía el dueño, con lo que decidió quedárselo.

«Era unha cría mansiña, víase que era de alguén que o tiña así sin papeis nin nada e lle marchou. Así que collino, metino no maleteiro do coche e tróuxeno, xa de noite», recuerda el muxián, que incluso le habilitó su propio espacio con tablas y una malla metálica, al lado de donde por aquel entonces criaban las gallinas.

Para sus dos hijos, todavía escolares de corta edad y hoy hombres ya hechos, se convirtió en todo un acontecimiento, porque no cualquier escolar de la época podía tener entonces en su propia casa un animal que, a lo sumo, podían ver por televisión o en alguna visita al zoo, algo de lo que ellos no habían tenido aún oportunidad. De ahí que lo convirtiesen de inmediato en compañero inseparable de juegos. «Eu acórdome que o trouxera un día de noite e para o outro xogábamos con el, dabámoslle plátanos e ovos. Pouco máis me acordo. Era como un neno, dábache a man e paseabas con el coma se fose unha persoa», relata Diego, en un recuerdo que coincide casi al detalle con el de su hermano mayor. «Eu tampouco me lembro de moito, porque debía ter entonces oito ou nove anos, pero sí que era mansiño, deixábase coller sen problema. Comía plátanos e máis ovos, escachávaos. Foron só dous ou tres días, porque despois vén a Garda Civil e levouno. Meu pai mesmo lle fixera un cocho con unha alambrada por fóra», cuenta Iván.

La historia no quedó ahí «porque incluso chamaron dun circo que o querían», como dice Julio, y, finalmente, muy a su pesar, tuvieron que deshacerse de él. «Eu aínda mirara con un señor, Carlos Ulla, que era da asociación de consumidores para poder quedar con el de maneira legal, pero tiñas que facer os papeis, despois levalo a revisión cada certo tempo e saía carísimo», añade el muxián, que acabó entregándoselo al Seprona de la Guardia Civil. «Levárono para un refuxio para Oleiros, dixéronnos que estaba ben e xa non soubemos máis», concluye.

Fueron solo unos días, pero quedaron grabados para siempre en la memoria de esta familia y también en el catálogo de anécdotas curiosas ocurridas en la Costa da Morte a lo largo de los años 90.

Vilela incide en su intención de quedarse al simio, aunque no pudo