Siempre al servicio de los clientes

Marta Valiña CARBALLO/LA VOZ.

CARBALLO

Francisco García y su esposa, Carmen Varela, se hicieron cargo hace medio siglo de una taberna que hoy es ya un moderno y completo ultramarinos

26 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Aunque hace ya muchos años que se jubilaron, Francisco García o su esposa, Carmen Veiga, se pasan a diario por el negocio familiar. Les gusta reencontrarse con los clientes de toda la vida y comprobar que todo está en su sitio. Y si les dejasen, estarían encantados de ponerse de nuevo detrás del mostrador. «Morrerán coas botas postas», concluye su hijo mayor, Manuel, encargado del enorme almacén que da servicio a Ultramarinos Francisco, uno de los negocios más tradicionales de Carballo.

Medio siglo avala el éxito de un establecimiento que nació como casa de comidas y que poco a poco, y echándole muchas horas de trabajo -«traballamos tanto que un día dos nosos vale por dous», explica Manuel-,?se ha convertido en un clásico en todo Carballo. Pero su fama llega también mucho más allá de Bergantiños, ya que a diario dos camiones recorren toda la Costa da Morte para llevar a las aldeas más apartadas de la comarca alguno de los más de 5.000 productos que pueden encontrarse en Ultramarinos Francisco, un negocio del que ahora se encargan Manuel y su hermano Antonio, responsable de la gestión de la empresa. «Somos unha compañía humilde que sempre se sustentou nas mesmas premisas: tratar ben á xente e dar o mellor prezo», asegura el mayor de los García Varela, quien, añade, siempre tuvo claro que quería dedicarse a lo mismo que sus padres.

«Eu ía á escola a pasar o tempo, vía os libros e saía correndo, así que estaba encantado de vir á tenda a axudar. Tivemos un bo mestre, porque o meu pai sempre, e aínda agora, foi un gran traballador», asegura Manuel, que a diario se desvive por mantener en orden el almacén de más de 400 metros cuadrados, la misma superficie que actualmente ocupa la zona de venta de Ultramarinos Francisco.

«A nosa especialidade son os viños e os licores, que tamén servimos a moitos locais hostaleiros, porque temos prezos de distribuidor, pero tamén hai moita xente que segue a vir aquí porque aínda temos moitos produtos a granel que non se poden atopar en ningún outro lado», cuenta Manuel, que aún recuerda sin perder la sonrisa que la ampliación del negocio se hizo siempre, «pouco a pouco, sobre seguro e cos cartos na man», sin perder de vista la atención a los clientes. «Non pechamos nin un só día, así que as obras fómolas facendo por fases, sen pechar nin un ratiño», explica.

Y es precisamente el hecho de que Casa Francisco esté abierto todos los días lo que le ha dado una de sus señas de identidad. Abren a diario, incluso los domingos, a las seis de la mañana -«para facerlle os bocadillos aos obreiros e clubs deportivos»- y no cierran hasta bien pasadas las nueve y media de la noche. Incluso ayer, día de Navidad, estuvieron al pie del cañón. «Antes tamén abriamos o 1 de xaneiro, pero hai dous anos obrigamos ao meu pai a pechar», indica el mayor de sus hijos.

Este año, sin embargo, quizás vuelvan a las viejas costumbres, ya que, según aclara rápidamente Carmen, «desta vez o día 1 cadra a sábado, así que quizais haxa que estar aí para darlle servizo aos bares». Ella, como su marido, siempre le inculcó a sus hijos la misma norma: «Ante todo, tratar ben aos clientes e ser bos pagadores».

Y ahí, siguiendo al pie de la letra sus consejos, continúan Manuel y Antonio, quienes insisten en que ellos no quieren, bajo ningún concepto, «crecer pisoteando a alguén». «Nós imos ao noso e respectamos o que fagan outros negocios, temos os nosos clientes e dedicámonos a coidalos», cuenta el mayor de los hermanos. Por sus clientes de toda la vida, por ejemplo, decidieron poner un servicio único: un acompañante que les ayuda a llevar las bolsas hasta el coche. «Antes de que fixeran a rotonda todo o mundo deixaba o coche en dobre fila e xa estaba, pero agora teñen que aparcar lonxe e moitos clientes son maiores, non poden coas bolsas», dice Manuel.

Él, aunque era muy pequeño, recuerda todavía los primeros años de Casa Francisco, cuando sus padres no ponían reparo alguno a la hora de fiar a los clientes. «Meu pai tiña un caderno enorme onde anotaba todo o que lle debían. Pero eran outros tempos, porque entón pagaba todo o mundo», cuenta. «Cando empezamos viña moita xente das aldeas e marchaban cargados no autobús. Ese día, ao mellor, non pagaban un peso, pero volvían en canto tiñan», añade. Ahora, dice, eso sería impensable, a pesar de que la crisis sí que ha cambiado los hábitos de consumo. «Agora a xente elixe os produtos máis baratos», confirma Manuel.

No es un buen momento para el comercio, pero los hermanos García Varela se muestran tranquilos. Han aprendido de sus padres la clave del éxito y saben como aplicarla: «Traballar sen descanso, pensando sempre nos clientes». Ambos lo cumplen a rajatabla.