Manolo Fontaíña

| MANUEL RIVAS LORENZO |

CARBALLO

IN MEMORIAM

18 jun 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

ES DIFÍCIL ser objetivo cuando se habla de un amigo que ha muerto, porque los recuerdos que tu memoria rescata son siempre positivos. Pero es que en este caso todos son agradables. Para mí y para muchos otros fue el mejor compañero en la profesión y casi un hermano en lo personal. Manolo Fontaíña tenía la capacidad de catalizar el entorno, era el nexo de unión entre amigos y la referencia siempre presente en el ambiente profesional. Su único defecto conocido era no saber decir que no a los favores que le pedían. Haber nacido en Santa Uxía de Ribeira supongo que le confirió un espíritu viajero y aventurero, pero su carácter era claramente mediterráneo, con una predisposición a la alegría y a la sonrisa fácil que he conocido en muy pocos. Así pues, no me extraña que terminada la carrera de medicina acabase por trasladarse a Barcelona para cursar la especialidad en Pediatría en el Hospital Vall de Hebrón, en donde aún muchos compañeros conservan en la memoria su capacidad de trabajo y su humor a prueba de cansancio. De allí se trajo un gran bagaje profesional y una familia a la que siempre adoraba. Previo paso por Almería y Orense, su camino le condujo a esta ciudad en dónde desarrolló su profesión en el Hospital Teresa Herrera, en el Centro de Salud del Ventorrillo y en la Maternidad Belén. Dado su carácter alegre y sociable, pronto fue muy popular entre los compañeros y entre sus pacientes, a los que dedicó mucho más tiempo del exigible. De esta forma se convirtió en el alma de los Jueves Pediátricos , consiguiendo para las conferencias a estupendos ponentes y, sobre todo, consiguiendo aglutinar a todo el colectivo pediátrico del norte de la provincia. Lo mismo era capaz de dar una charla para padres que se enrolaba con una oenegé para atender en su mes de vacaciones a niños de las zonas más pobres del Perú (todavía le recordamos contando impresionado las miserias de las que había sido testigo). De esta forma, mucha de la gente que le conocimos (compañeros, pacientes...) consideramos que merecía por parte nuestra y de la ciudad un reconocimiento y un agradecimiento a la pasión que puso en su trabajo. Por ello, el día 12 de junio, en un acto modesto (cómo a él le hubiera gustado) se colocó en el centro de salud del Ventorrillo una pequeña placa que honra su memoria. Fue un pequeño acto de justicia con quien tan bien supo dignificar la profesión y la amistad.