Un escualo al que se echa de menos en el puerto ribeirense

Jose Manuel Jamardo Castro
j. m. jamardo RIBEIRA / LA VOZ

RIBEIRA

La quenlla era una especie que daba trabajo a muchos barcos de la comarca

14 ago 2019 . Actualizado a las 16:45 h.

La quenlla, o tiburón, fue siempre una especie muy apreciada en países tan lejanos como Japón, pero no muy bien vista en aguas de la ría de Arousa, hace muchos años. Sin embargo, en el puerto de Vigo este escualo era bastante apreciado, pues la demanda llegaba de fuera y se enviaba a otras comunidades y países. En Ribeira, el mayor puerto pesquero de bajura de Europa, apenas tenía aceptación por lo que casi nadie se dedicaba a su captura. Pero la demanda que llegaba del Berbés hizo que algunas embarcaciones con base en la capital de Barbanza comenzasen a dedicarse a su captura.

Poco a poco, cada vez eran más barcos que ponían proa hacia un lugar conocido como Os Cantos, por donde suele pasar esta especie pelágica en las estaciones de primavera y verano. Unas tres horas de ida y otras tres de vuelta era el duro recorrido que debían hacer casi todos los días para faenar. El aumento de la demanda provocó que los compradores ya se acercasen a Santa Uxía para hacerse con las mejores piezas, muchas de las cuales viajaban para la zona del Levante y Andalucía.

La mayoría de las embarcaciones del palangre de fondo de Ribeira que se dedicaban a la pesca con este arte optaron por ir en busca de este escualo, pues hace unos 30 años la demanda crecía de forma espectacular y la cotización era muy apetecible, ya que en un día se podía hacer bastante dinero.

Complemento veraniego

El armador del Sievil, Francisco Ruiz, comenta que al llegar la primavera alguna nave se dirigía a la zona y cuando aparecía la quenlla se alertaba al resto de la flota y todos los barcos iban a su encuentro. «Eramos uns 20 barcos de Ribeira e tamén había de Aguiño e de Porto do Son». Y es que este pescado comenzaba a ser apetecible para la flota, pues su cotización subía como la espuma. Para el colectivo era un excelente complemento en la época veraniega.

Uno de los momentos más álgidos de la pesca del tiburón fue en el año 2015. En este ejercicio llegaron a pasar por la lonja de la ciudad ribeirense más de 45 toneladas, cuyo kilo alcanzó un precio medio de un euro y medio. Los armadores del palangre estaban más que contentos, pues mientras iban a esta actividad descansaban las otras especies.

Los problemas comenzaron para esta flota cuando los ecologistas empezaron a protestar. Y es que en el Atlántico sur los pescadores capturaban el tiburón y solo aprovechaban las aletas y el resto lo tiraban al mar. Esta situación provocó que al final los gobiernos tomasen conciencia y procedieran a poner trabas.

Especie protegida

Las piezas capturadas en Galicia se vendían enteras. En el mar le sacaban las tripas antes de llevarlas a tierra, por lo que se aprovechaba prácticamente todo de esta especie. A pesar de las restricciones, la flota ribeirense fue aguantando hasta que hace unos cuatro años llegó la prohibición total. Ahora el escualo es una especie protegida que no se puede capturar, por lo que dejó al sector pesquero de Ribeira sin un recurso importante en su economía. En la actualidad, la práctica totalidad de aquella flota hoy se dedica a la captura de congrio y también pez espada.

La campaña de la quenlla solía durar unos dos meses, dependiendo de su presencia frente a las costas gallegas. La llegada de las restricciones dejó al colectivo en una situación difícil, ya que en los últimos años tan solo una embarcación con base en el puerto ribeirense tenía licencia para dedicarse a su captura. Al final, la pesquería se fue a pique y los escualos ahora siguen su ruta.

«Era un peixe moi perigoso e fíxolle dano a moitos mariñeiros»

Francisco Ruiz, ex armador ribeirense que acudía todos los años a la campaña de la quenlla

El ex armador ribeirense Francisco Ruiz acudía casi todos los años a la campaña de la quenlla. Reconoce que era un buen complemento todos los veranos y sacaban un dinero importante. «Cando a atopabas collíamos moitos quilos. En algunha ocasión pasabamos de unha tonelada». Las piezas eran de todos los tamaños. Comenta que las había pequeñas, pero normalmente pesaban sobre veinte kilos, aunque llegaban a alcanzar los 60 kilogramos. Pero dedicarse a la pesca de este escualo incluso llegaba a tener sus riesgos.

 Esta especie es muy agresiva y cuando se izaba a bordo para quitarle el anzuelo, «xa ten mordido a moita xente. A un compañeiro fíxolle un corte que precisou de sete puntos de sutura. Era un peixe moi perigoso e fíxolle dano a moitos mariñeiros polo que había que ter coidado», anotó Ruiz.