Javier Rey: «Soy gallego, el 'depende' va siempre conmigo, como Noia»

NOIA

cedida

El Rey noiés del cine ha vuelto con «Mentiras». «Mis mentiras son de chichinabo, no me llevarían a la cárcel», asegura Javier. Dice «te quiero» por WhatsApp, llora «cuando toca», es confiado y emocional, y su lugar favorito en el mundo nos lleva a un «spa» casero, muy particular...

02 may 2020 . Actualizado a las 23:16 h.

Miente a veces, pero sus mentiras «son de chichinabo», apunta con una voz segura de sí misma Javier Rey (Noia, 25 de febrero de 1980), que quiso ser enfermero y hoy suma éxitos, oficios y vidas como actor. Muy lector de cómics y deportista hecho al maratón, Javier nos atiende desde un confinamiento activo en Madrid, tras el estreno de la serie Mentiras, en Atresplayer Premium, «que invita a debatir, desde la ficción, del peso de la mentira en nuestra sociedad». Él dice «te quiero» por WhatsApp («A mi madre, cada día», cuenta) y se define como un «tipo emocional que llora cuando toca». Javier Rey tiene pendiente de estreno Orígenes secretos, una película que cumple su sueño de interpretar a un superhéroe, «pero no desde un punto de vista humorístico». En otoño llegará El verano que vivimos, junto a Blanca Suárez; una historia épica, «una historia de amor enorme, clásica, donde lo que ocurre roza lo mágico». «Y la dirige el que es probablemente mi director favorito, Carlos Sedes», se moja.

-En «Mentiras» te pones en la piel de Xavier Vera, un cirujano que ve tambalearse su vida de la noche a la mañana.

-Este es el punto de partida de esta serie, donde todo un grupo de personas mienten. Ese punto de partida es sensible, una violación, una presunta violación. Cómo contamos ese tema puede generar, creo, mucho debate.

-Es una ficción inspirada en la británica «Liar» que nos trae al mundo de hoy, al movimiento MeToo. Pero «Mentiras» invita, sobre todo, a dudar. ¿Es muy similar a «Liar»?

-Es una adaptación, pero no hacemos copias. Digamos que los grandes hits sí que están, pero le damos otro color. Mentiras transita por los mismos lugares pero de maneras un poco diferentes. Creo que los que hayan visto Liar se van a sorprender. Tú hablabas del movimiento MeToo, y una de las cosas chulas de la serie es que no nos vamos a posicionar en ningún momento, ni a favor de ella [Laura, Ángela Cremonte] ni a favor de él. Vamos a mostrar una realidad tal como es, a lo que puede conducir. No solo hablamos de una presunta violación, en este caso hablamos también de la presunción de inocencia.

-¿Qué valoras más de la serie?

-Lo inteligente y lo maduro es que no hacemos un cliché, dejamos que sea el espectador el que se posicione por ella, o por él, por duro que sea. El único juez es el espectador.

-Así que el juez, como espectador, somos mis prejuicios y yo...

-Esa es la idea. Creo que esto significa que hay una muy buena salud en la ficción, el contar una historia desde ese lugar, sin posicionarte como creador, sin juzgar a los personajes, sin señalar: ‘Esto está mal, esto bien'. Para que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones.

-Va una frase que nos dio María Pujalte: «Dame una ficción, cuéntame una mentira para mostrarme una verdad». ¿Es aplicable a «Mentiras»?

-Claro... Al final, las ficciones tienen un gran poder, el poder de abrir debates y de mostrar otras realidades que a lo mejor la gente no tiene posibilidad de vivir, sentir, leer, conocer.

-En una entrevista anterior, al hilo del estreno de «El final del camino», nos decías que interpretar es, sobre todo, ponerte en el lugar de otro. ¿Cómo has conseguido ponerte en la piel y el lugar de Xavier para afrontar la duda que pende sobre él?

-Xavier es un personaje complejo y eso me atraía, su manera de ver las cosas. Yo, al final, lo que he hecho ha sido construir una víctima de una falsa acusación. Un hombre que tiene una vida, un padre viudo de una relación anterior, muy respetado por su comunidad, un gran profesional que se ve envuelto en una acusación... y se siente inocente y ve cómo se está desmoronando la vida delante de él. Este es el punto de partida de mi trabajo, y que lleva también a exponer otro tema actual: falsas acusaciones, fake news, opiniones sin ningún tipo de fundamento; por ejemplo, los de aquellos que se limitan a leer un titular y dan por verdades cosas que no lo son. Vuelvo a lo que hablábamos al principio: la serie no solo aborda una presunta violación, es una radiografía de la mentira dentro de nuestra sociedad.

"La serie no solo aborda una presunta violación, es una radiografía de la mentira en nuestra sociedad"

-¿Estamos muy en el estallido, en el juicio rápido de redes sociales?

-Sí.

-¿Todos tenemos algo que ocultar?

-Me imagino que sí...

-¿Eres fácil de engañar? Te hemos visto en «El Hormiguero» decir que a ti te las «cuelan todas».

-No es que me crea todas las mentiras... Lo que quería decir es que no soy ese tipo de persona que duda habitualmente de lo que le dicen los demás. No tengo por qué andar dudando de lo que me dicen nuestros representantes en el Gobierno, o de lo que me dice el médico de cabecera. Yo, en principio, intento dar por bueno lo que me dicen, aceptar que eso es lo real. Si no, sería una persona desconfiada y no viviría.

-Todos mentimos en algún momento, ¿no? A veces por no vernos amenazados o por no hacer daño a otros. ¿Qué mentiras son las que no soportas, y con cuáles transiges más?

-Hay mentiras que no tienen por qué doler, no pasa nada... pero la falta de honestidad en general a mí es algo que me puede. Mentir y manipular para conseguir las cosas es algo que yo no llevo bien. El baremo lo marca cada uno... Pero luego hay mentiras en las que caemos día a día y que no tienen mayor importancia. Todo el mundo llega tarde porque hay tráfico, ¿no?

-¿Eres de mentiras piadosas?

-Sí, claro...

-¿De los que mienten por amor?

-Más por no cagarla. Mis mentiras son de chichinabo, no me llevarían a la cárcel. Son de esas en que te metes en un jardín sin querer y lo llevas hasta el final. Eso de que la peli que dije que no estaba mal no me gustó.

"Mis mentiras no me llevarían a la cárcel. Hay mentiras en las que caes a diario y no tienen importancia”

-¿Como espectador, eres exigente, por ejemplo con las películas nominadas y las favoritas en los Goya?, ¿sueles coincidir con el público?

-Me dedico a esto, veo mucho cine y tengo una opinión personal, probablemente un criterio diferente, ni mejor ni peor, pero en general suelo ser bastante benévolo. Me pongo en el lugar del que tengo enfrente, y veo que ocurren cosas. Lo que veo en otros a mí también me pasa o me pasará. Hay producciones y producciones, y el resultado depende de muchos factores. Partimos de la base de que todos queremos hacerlo bien.

-No tienes miedo a mirar debajo de la cama, nos dijiste una vez. ¿Qué temes, qué te quita el sueño?

-Ahora lo único que me quita el sueño es esto que tenemos encima. Y la incertidumbre, la preocupación de no saber. Esto del covid es una cosa tan novedosa y tan marciana, no saber qué va ocurrir, ya no solo en relación contigo y los que te rodean. Me preocupa el bienestar de la gente en general.

-¿Te sigue gustando esa sensación de improvisar al máximo que te movía, aún puedes?

-Sí, bueno... pero teniendo en cuenta que ahora estamos en confinamiento, ¡eso ya no existe! Jajajaja. Ahora lo que te salva es justo lo contrario, marcarte rutinas para no estancarte física y mentalmente.

-¿Cuáles son tus recetas vitales para sobrellevar esta situación?

-Estoy haciendo mucho deporte, muchas lecturas, ficción... Y eso me está salvando. Tenía tantos rodajes, tantas cosas, el viajar de un lado a otro. El trabajo me privaba de tiempo para hacer otras cosas, y ahora puedo aprovechar para volcarme.

 "La fama pesa, sí, pero no me voy a hacer el tonto, sé a lo que me dedico y lo que significa"

-«Fariña» marcó un pico, e interpretar a Sito Miñanco te dio, además de una popularidad enorme, premios como el Iris y el Feroz. ¿Te pesa la fama; es para ti, como manifiestan algunos actores, «un daño colateral»?

-Sí, en muchos sentidos sí. Lo que pasa es que tampoco me voy a hacer el tonto. Sé a lo que me dedico y sé lo que significa. Al final, lo asumo con resignación. La fama tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Es muy bonito, por ejemplo, que la gente te diga que tu trabajo, de una u otra forma, transforma al de enfrente, y luego está, claro, la pérdida de intimidad... Desde mi punto de vista, esta pérdida es un sacrificio muy grande.

-¿Por qué personaje dirías que te queremos más?

-Pasa el tiempo y me doy cuenta de que a cada uno le toca una cosa distinta. Y ahora mismo, fíjate, hay un buen baremo en redes sociales. Todo el mundo está en sus casas viendo pelis, series... Y cada día me escribe un montón de gente o dejan comentarios sobre cosas que han visto mías, ayer, hoy. ¡Están viendo de todo, y de hace un montón de años! Hasta La chica de ayer [2009]. Evidentemente, Fariña y Sito Miñanco, sobre todo en Galicia, están, pesan. Da igual que mi carrera sea larga, que me retire con 95 años y haga de Batman, en Galicia Sito Miñanco será ese rostro. Pero para otra gente hay otras cosas. Sí es verdad que me siento muy afortunado cuando me paran y me dicen cosas bonitas. Pero es por la suerte que tengo también con los personajes que me ofrecen, que son muy buenos.

Da igual que me retire con 95 años y haga de Batman, Sito Miñanco marca, sobre todo en Galicia"

-El glamur de Mateo, de «Velvet», está un poco en tu Sito Miñanco. ¿Hay algo de Javier Rey en todos sus personajes, inevitablemente?

-Sí, claro, hay algo en todos. Javier Rey tiene una voz, un físico. Aunque me cambien el pelo, me pongan ondas, me lo alisen o me lo rapen. Y al final, las construcciones no son casi nunca al azar. A Sito le quisimos dar un carisma muy fuerte, pero básicamente porque nos contaban que él tenía un carisma muy fuerte. Si alguien lo relaciona con una elegancia de Mateo, lo puede hacer, pero la dirección no iba en ese sentido, sino en lo que nos contaban que provocaba Sito Miñanco: ese llegar, entrar por la puerta y hacer que todo el mundo se girase.

No tengo número de la suerte ni color, pero me gustan los tonos oscuros. Será por lo gris de la niebla del Iroite"

-¿Color y número de la suerte?

-No tengo. Tiendo a los tonos oscuros, debe de ser por lo gris de Noia en invierno, por la niebla en el Iroite. Será por eso, no lo sé... Pero no tengo números especiales, ni soy supersticioso. Tampoco leo el horóscopo.

-¿Qué tal esos 40, recién cumplidos?

-Muy bien. Igual que los 39... jajaja.No hay grandes cambios.

-Cuando adelgazas, «despois xa me dá o caldo miña nai», nos contaste. Santo remedio.

-¡Claro! Lo que venía a decir es que mi ser se amolda al personaje que me toca. Después cuando me toca volver a lo que se supone que soy yo, «en el spa de Noia», a casa, ya me arreglo, jajaja.

-¿Hay para ti una historia o un papel que te haya marcado, atormentado o atrapado más que el resto?

-Siempre hay, sí... Yo, al final, disfruto de los pequeños momentos de los personajes. Soy muy enamorado de todos los que he hecho porque les he dado mucho de mí. Al final, los llevo todos en una mochilita casi como si fueran hijos... De todos saco cosas buenas y en todos ellos hay una parte de tormento. Cuando tú les regalas cosas, ahí se quedan para siempre.

-¿Lugar favorito en el mundo?

-Noia. Siempre. Si no me dedicase a esto, viviría en Noia.

-¿Eres de lágrima fácil?

-Lloro cuando toca. Como todo el mundo, depende de lo que ocurra enfrente. Depende. Soy gallego, el «depende» siempre va conmigo, como Noia.

-De niño querías ser ciclista, luego te llamó la enfermería y... ¿qué pasó?

-Estudié para técnico de laboratorio y la idea era pasar a enfermería, pero enseguida se cruzó la interpretación. Y ya me vine a Madrid y me quedé. Y fíjate al final lo que son las cosas, cómo están médicos y enfermeros en primera línea luchando. Yo no dejo de decir que ellos son los grandes protagonistas. Ahora que hablamos de esto, una de las cosas que deseo es que no se mercantilice más con la sanidad.

-¿Expresión galega favorita?

-Acábasme de pillar! Gústame algo que é un insulto frouxo, iso de «Es un chinglán», un sosainas, vamos, un insulto que no llega para la pelea.

-¿Tienes la gran seguridad en ti mismo que proyectas?

-Tengo mis días, pero intento tenerla. No es fácil, pero no se puede fallar.

-¿Quiénes son hoy tus referentes?

-Necesitamos sabios, que se les dé voz. Ojalá que los que marquen el nuevo rumbo sean sabios, los más inteligentes, los más preparados de verdad.