Varias formas de «estar en el mapa»

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Dentro de una semana, el Arousa empieza la liga con una ilusión: el ascenso

04 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Dentro de una semana, empieza la liga y el Arousa retorna a una división más doméstica, más de andar por casa. Se acabó el cosmopolitismo en A Lomba. Ya no vendrán el Langreo ni el Avilés. Los cambiaremos por el Paiosaco, el Silva y el Rápido de Bouzas, que tiene uno de los nombres más bonitos del fútbol español, superado solo por el Pedrusco Fútbol Club de Garbayuela. En Segunda RFEF, los equipos tenían un nombre vulgar, el del pueblo; en Tercera, además del Rápido, están el Alondras y el Choco, que son apelativos evocadores y poéticos.

El Pedrusco se llama así en honor a Pepe el Hincha, popular personaje de los tebeos Tío Vivo y DDT, un aficionado muy divertido que enloquecía con los colores de su Pedrusco. El pueblo de este club, Garbayuela, está en la Siberia Extremeña. Gracias al nombre y a sus continuas derrotas, algunas cadenas televisivas señalaron al Pedrusco como el peor equipo de España, lo cual no deja de ser una imagen de marca y les facilitó la aparición en diversas cadenas televisivas, incluido un amplio reportaje en Canal Plus.

 El fútbol es el camino más directo hacia la fama de una localidad. No hay mejor manera de estar en el mapa, obsesión municipal de todos los alcaldes de España, que ascender a Primera o a Segunda División. Subir de categoría depende de los goles, de los árbitros, del azar, en suma. También hay otros caminos para lograr la ansiada visibilidad, pero estos, además de depender de la suerte, están a expensas de los favores del público y de los medios.

Los primeros vilagarcianos que arrojaron agua el día de la procesión de San Roque no imaginaban ni en sus mejores alucinaciones que, pasado el tiempo, su gesto improvisado acabaría atrayendo a la ciudad a 20.000 jóvenes cada 16 de agosto. Los mismo podemos decir de quienes se pusieron a tirarse tomates en Buñol o a bajar en piragua por el río Sella el primer domingo de agosto de 1930. ¿Y qué decir de la locura luminosa de Abel Caballero en Vigo? Empiezas con unas guirnaldas iluminadas y acaban preparando excursiones en el pueblo del Pedrusco para venir a Vigo a asombrarse en Navidad.

Quedamos, pues, en que el fútbol es la mejor manera de que una villa, pueblo o ciudad alcancen notoriedad, tengan un sitio en el mapa y consigan visibilidad, tres en uno. Si es ascendiendo, se garantiza la visibilidad y el dinero a lo largo de toda la temporada. Un ascenso a una división importante mejora la economía local, da vida a los hoteles, bares, tiendas y restaurantes y crea empleo, aunque solo sea para atender a la organización del club. Si no es gracias al ascenso, entonces habrá que conformarse con una fama efímera, que no da dinero, pero sí popularidad, ya sea buena, como la ternura que provoca el Pedrusco, ya sea mala, como le sucedió al Arousa a principios de los 90, cuando el narcotráfico estaba en auge y se convirtió en una cuestión mediática (hasta entonces nadie hacía caso al problema, ni el sistema político, ni el sistema judicial ni la prensa nacional).

Esperando en el bar al cacheado

Esta narcopopularidad también llegó al fútbol y a la vida cotidiana. En aquel tiempo, cuando viajábamos en avión, si en nuestro DNI o pasaporte ponía que vivías en Vilagarcía, te registraban más que a un colombiano o a un chiita. Y si tenías barba y llamabas la atención por tu físico, entonces ya era el acabose. Que se lo pregunten al vilagarciano Manolo Carregal, que trabajaba en una empresa que montaba ferias y certámenes por media Europa y cuando tocaba cruzar la aduana en un aeropuerto, sus compañeros de trabajo ya le decían que lo esperaban en el bar porque sabían que lo detendrían, lo desnudarían, le registrarían las maletas y lo olisquearían los perros antidroga en cuanto leyeran en su DNI Vilagarcía de Arousa.

Paquetes de albal y gasolinera

En el fútbol pasaba algo parecido. A los jugadores arousistas los insultaban llamándolos narcos y recuerdo una historia de película de risa cuando, tras ganar al Mindoniense en su campo, con expulsión del mejor jugador de los de Mondoñedo y un penalti pitado en su contra, partieron del estadio camino del sur de Galicia tanto el coche de los árbitros como el autocar del Arousa, que se detuvo en un bar-gasolinera a tomar unos bocatas. Al directivo Darío Rodríguez, secretario del club vilagarciano, no se le ocurrió mejor idea que comprar tres bocadillos de tortilla, envolverlos en papel de aluminio y acercárselos a los árbitros, que habían parado a repostar.

Dio la casualidad de que en la gasolinera había parado también el periodista de una cadena de radio, que se percató de la operación y sacó conclusiones: victoria del Arousa, el árbitro pita penalti a su favor y expulsa al mejor rival, un directivo de Vilagarcía entrega un paquete sospechoso al equipo arbitral en plena noche y Vilagarcía es la capital del narcotráfico. Conclusión: la directiva del Arousa compra a los árbitros con coca. Podrá parecer una tontería, pero las emisoras nacionales, con José María García a la cabeza, anduvieron detrás del tema hasta que quedó claro que no había tema. Fue una manera chusca de conseguir visibilidad. Mejor, ascendemos esta temporada y directamente, al mapa.