Gallinas que ponen huevos entre algodones

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso MEAÑO / LA VOZ

MEAÑO

MONICA IRAGO

Este vecino de Meaño dice que quien prueba la carne y los productos de las pitas de Mos, se enamora de ellos

10 mar 2017 . Actualizado a las 07:57 h.

Valentín es «albañil de nacemento, pero con inquietudes na agricultura», explica él mismo. Y fueron esas inquietudes las que hicieron que se cruzaran en su camino las gallinas de Mos. Porque en su casa siempre se trabajaron las fincas y se criaron animales. Pero un día consiguió probar la Raza Mos. «E namoreime dela. É algo exquisito e mira que na casa sempre criamos galos de forma natural, pero non ten nada que ver», sostiene. Así que ahora su vivienda se encuentra rodeada de gallineros en los que cría esta raza autóctona gallega, que a punto estuvo de desaparecer. Son animales que crecen entre algodones, con todos los mimos posibles y de la forma más natural. Y que ponen huevos entre esos mismos algodones. Estos productos han comenzado ahora a llegar a los mercados de Arousa. Y cuentan los que los prueban, que repiten.

La gallina de Mos es una de las razas más antiguas de la Península Ibérica y es autóctona de Galicia. En las últimas décadas estuvo al borde de la desaparición, pero ahora cada vez son más los criadores que, como Valentín, han apostado por ella y se dedican a su recuperación. Lo hacen con todo el rigor que ello exige, «levan carné de identidade e documentación para evitar o fraude», explica. Cada año hace una rigurosa selección de las que serán sus próximas reproductoras, eligiendo a las que tienen la cresta más perfecta o las plumas que más se parecen a unos patrones establecidos.

Estos animales reciben todos los cuidados posibles. Se alimentan solo «de millo, trigo, e verdura. Criámolas coma as de casa, con cebola, allo e vinagre de mazá para desparasitalas», relata. Desde el primer día pisan suelo y están al aire libre unas seis o siete horas diarias. «Elas traballan co día, así que se ás sete da mañá non abres, hai barullo», explica. Todos estos mimos tienen su recompensa. «O galo ten unha textura de carne impresionante, é unha carne marabillosa», afirma. También está la pularda, que es una gallina de cinco meses criada a cereales. «É unha carne máis fina, máis suave», sostiene. Casi como la del pollo, «que tamén sabe moi ben»,

El problema de criar gallinas es que, de repente, Valentín se encontraba con un sinfín de huevos. Empezaron por consumirlos en casa y descubrieron que, también aquí, había diferencias. «É un ovo que ten menos humidade, que salpica menos na tixola», dice. La yema es más compacta, resulta incluso cremosa. Así que decidió lanzarse a la conquista de los mercados. No fue tarea sencilla, «fante pasar máis de 3.000 controis», afirma. Certificados, controles de envasado... «é moi fácil rendirse», sostiene. Él cuenta con el respaldo de la asociación Avimós, que le ayuda con toda la tramitación. El resultado es un producto, la docena de huevos, que ofrece «todas as garantías que ninguén ofrece», en referencia a los huevos de casa que se venden en las plazas de la comarca y que nadie controla.

Su tarea comienza con una primera selección en los gallineros, «e os sucios xa non serven». Después, en la zona de envasado, se miran uno a uno con un ovoscopio que ayuda a determinar si tiene demasiados días y se pesan «porque a media ducia non pode pasar de 318 gramos». Queda aún pendiente definir la fecha de consumo preferente y sellarlos, uno a uno, con tinta alimentaria. Todo el trabajo lleva aparejado, además, un sinfín de documentación. Cuando los paquetes están listos, solo queda ponerles el precinto de garantía.

Por ahora, este producto solo se puede encontrar en algunas pequeñas tiendas, como el Lar de Carme en Cambados, pero su intención es la de dar el salto a los restaurantes. «Cada galiña pode dar uns 800 ovos ao ano», sostiene, aunque reconoce que el proceso de envasado es muy laborioso. Por eso va poco a poco. Actualmente cría unas ochenta pitas. También está ya listo para comenzar a comercializar la carne. «O campo non ten horas, pero onde hai animais vivos menos aínda. E eu son moi estrito», explica. Todo este esfuerzo se nota. En esos huevos cuya yema es casi naranja. Pruébenlos.