Vinos del Monasterio: ora, labora... ¡y vendimia!

Marcos Gago Otero
marcos gago POIO / LA VOZ

AROUSA

RAMON LEIRO

Tiene a su cargo la recuperación y puesta en valor de los viñedos de esta institución religiosa poiense

09 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Arsenio Fernández Rodríguez (Población de Valdivielso, provincia de Burgos, 1945) dirige desde el 2015 la comunidad de frailes mercedarios en el Monasterio de Poio. Su imagen dista mucho de la que la gran mayoría espera de un dirigente religioso. Viste como laico -al menos así se presentó para este reportaje-, y aunque no es gallego, no está exento de retranca y bromea con el sobrio tono monástico de la mesa y sillas de madera de la sala tuvo lugar la entrevista. Arsenio Fernández es un apasionado de Poio, institución donde hizo su noviciado en 1964, para profesar al año siguiente.

Aunque su trayectoria profesional como religioso lo llevó a impartir docencia en lugares tan diferentes como Bilbao o Verín, ha regresado a Poio de forma recurrente a lo largo de estos años. Él señala que, al igual que muchos de sus compañeros, mantiene un lazo espiritual con este antiguo enclave benedictino, que sufrió bajo la Desamortización en 1835 y que su orden, los mercedarios, son los responsables de haber recuperado de una ruina que, sin su intervención en 1890, habría sido certísima.

A la hora de hablar de la trayectoria vital del padre Arsenio, llama la atención un detalle biográfico de la máxima actualidad, sobre todo por la política de Donald Trump hacia los indocumentados. Este religioso burgalés fue expulsado de la isla de Puerto Rico, adonde había ido a vivir para ejercer su ministerio, precisamente «por no tener toda la documentación» que se le exigía.

Doce compañeros empezaron el noviciado con él y de estos, solo dos lo acabaron. Puntualiza que en su llamado sacerdotal ocurrió «como todas las cosas». Entró de joven en el seminario y se fue adaptando poco a poco, hasta que se dio cuenta de que era su vocación y que esta decisión «le da sentido a tu vida».

La máxima latina «ora et labora», en castellano «reza y trabaja», se ha relacionado tradicionalmente con los benedictinos, la antigua orden religiosa que ocupó los claustros de Poio hasta el siglo XIX. La expulsión de los frailes por orden estatal dejó el monasterio convertido en un erial. Se perdieron muchas cosas, y algunas se pudieron salvar.

Indicación Xeográfica Protexida

La llegada de los mercedarios 55 años después supuso un renacimiento de la institución monástica, que en la actualidad tiene nueve miembros, «casi todos de más de 80 años», matiza el superior. Uno de los integrantes de esta comunidad rebaja la media de edad: no llega a los 40 años. El cultivo de la vid goza de buena salud y la comunidad ha contratado a un trabajador para atender su finca. Los vinos son una actividad que, como explica el padre Arsenio, «siempre se han elaborado en los monasterios».

Es precisamente ahora, más de un siglo después de la refundación de la institución religiosa poiense, cuando sus caldos están a punto de dar un salto cualitativo al mercado gallego, estatal y, si todo va bien, al europeo en cuestión de unos años. Todo de la mano de la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) Ribeiras do Morrazo, ámbito comercial en el que la Xunta ha incluido también a Poio.

Cuando el padre Arsenio era solo un novicio, en Poio sus antecesores ya cultivaban viñedos. «Cuando yo vine aquí, como era un régimen de internado, se cultivaba una huerta y había una zona de vino», relata. Eran, como él lo define, «el famoso vino catalán, un poco ácido y de uso común». En las bodegas del pétreo edificio se hacía el vino a la forma tradicional. En la década de 1980 todo cambió con las subvenciones autonómicas para extirpar las cepas de vino catalán, que se vieron sustituidas por Albariño, de muchísima mejor calidad.

Con los años, la elaboración del vino en la comunidad monástica se fue modernizando. Se retiraron las cubas de madera y se sustituyeron por otras de acero inoxidable. Se puso en marcha una producción más reglada de los caldos de este entorno y se llegó a tener, aunque durante un plazo breve de tiempo, una denominación de origen, pero que se perdió por razones burocráticas ajenas a la comunidad religiosa. El regreso del padre Arsenio a Poio hace dos años supuso un nuevo impulso a la producción y el Monasterio se ha incluido en el proyecto de la IXP, liderada por Vilaboa.

En la actualidad, en los viñedos de esta comunidad, se producen unos dos mil litros de Albariño y otros 1.200 de Mencía. Poio surte de caldos a las otras casas de la orden de los mercedarios.

Al protagonista de esta historia no le entusiasman los vinos blancos, si bien reconoce la buena calidad de su producción. Eso sí, a la primera oportunidad que tiene va a las viñas -«en cuanto tengo tiempo voy porque me gusta el campo»- y allí, «en los ratos libres» y en lo que le deja su salud, se pone a trabajar, «he vivido la agricultura desde pequeñito, ahora no puedo como antes, pero si hay que coger el tractor, se coge», remacha. «La vida religiosa no es solo ora, también es labora, hay que trabajar», sentencia.