Arousa, en el mapa de las estrellas

Pablo Penedo Vázquez
Pablo Penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

PHIL NOBLE

Dani Abalo, en el Ludogorets búlgaro, y Sergio Álvarez, en el Celta, aparecen entre los jugadores del momento en la Champions y la Primera División tras formarse en la comarca y trabar amistad en el club de Balaídos

01 oct 2014 . Actualizado a las 09:17 h.

Que una comarca de 100.000 habitantes como la de Arousa, con su equipo más representativo en Tercera División, apellide hoy a dos de las más recientes estrellas en el firmamento del universo futbolístico es sin duda un lujo. Un motivo de orgullo que sus vecinos deben al catoirense Sergio Álvarez y al vilagarciano Dani Abalo. Dos jugadores de moda a nivel internacional con tantas cosas en común que casi se podría hablar de carreras paralelas. Casi. Porque mientras O Gato de Catoira ha conseguido triunfar bajo los tres palos del Celta de Vigo tras años y años de laboriosa resistencia y veranos de recurrentes rumores de salida del club, con una breve cesión al Racing de Ferrol de por medio; su amigo capitalino tuvo que abandonar Balaídos, coger las maletas y tirar de movilidad exterior para triunfar a casi 3.000 kilómetros de distancia en Razgrad, Bulgaria, en las filas de un Ludogorets con el comparte primera experiencia en la Liga de Campeones, y en cuya historia ha pasado a figurar como su primer y hasta hoy único jugador en marcar gol en la fase de grupos de la Champions. Ni más ni menos que en un templo del fútbol como Anfield, con el Liverpool como anfitrión.

Sus orígenes sin duda ayudaron a la buena química que Dani y Sergio descubrieron existía entre ambos cuando el segundo acogió al primero en su piso recién desembarcado en el Celta B. El catoirense, un año mayor, había llegado a A Madroa una temporada antes en su última campaña juvenil tras toda una vida en el Arousa, y después de haber disputado varios partidos de Tercera. El vilagarciano, en el que hoy parece un preludio de lo que viviría años después, ya había pasado por el Vilagarcía, Pontevedra y Juventud Cambados, en el que era un fijo en su primer plantel de Preferente aún juvenil. Como Sergio, llegó a Vigo en su último ejercicio de formación, y como su amigo, desembocó en el Celta B casi sin tiempo de deshacer las maletas.

Lo que une una pareja de hecho

«Siempre le estaré muy agradecido al Celta por apostar por mí» pese a tener que acabar buscándose la vida fuera, decía ayer Abalo. Entre las muchas cosas buenas que dejó en Vigo está su amistad con Sergio. «Él me acogió en su piso, y me ayudó a incorporarme al equipo cuando a los 6 meses me subieron al Celta B. Es una persona excelente, un pedazo de pan. Me daba de comer y me hacía todo». Por eso, y porque lo conoce bien de jugar con él tantas temporadas entre el filial y el primer equipo, ve en el momento estelar de O Gato de Catoira la consecuencia lógica de su calidad y entrega, y la recompensa a quién «nunca le han regalado nada».

Tampoco para Dani fue fácil. Tras dos cesiones sin tanta suerte en el Gimnastic y el Beira-Mar luso «tuve que venirme para aquí -Bulgaria- para intentar jugar al máximo nivel, y lo estoy consiguiendo. Fue una decisión difícil el verano pasado», y le salió bien.

«Dani está a disfrutar do seu momento. Ten unhas condicións incribles, un dos mellores un para un que vin». Habla Sergio, que se echa a reír cuando se le pregunta por cómo era Abalo como compañero de piso: «Un pouco máis desordeado cá min, pero sempre gastando bromas». Y recuerda que «cando saíu do Celta sei que o pasou mal, porque é o equipo da súa vida. Pero esto é fútbol. Un día estás nun sitio, e outro noutro».

En su caso, O Gato de Catoira dice estar muy feliz en Balaídos, y que nada ha cambiado tras su espectacular inicio de Liga: «Sigo sendo o de sempre. Limítome a disfrutar do momento. Sempre tiven claro que para xogar na elite ninguén me ía regalar nada, e que hai que traballalo todos os días». Viendo a su amigo en la Champions, ¿se ve jugándola? «É o soño de todo futbolista. ¿Por que non?». Sergio ya sabe lo que es saltar más alto para llegar a donde muchos no lo veían capaz.