Lo que queda del antiguo esplendor

Susana Luaña Louzao
susana luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Publicidad del Café Poyán, con cerillas y telegramas, del año 1922.
Publicidad del Café Poyán, con cerillas y telegramas, del año 1922.

Valentín Viqueira conserva los nobles edificios que hace un siglo caracterizaban la ciudad

10 dic 2020 . Actualizado a las 21:15 h.

En los añorados años veinte, el café Universal de Daniel Poyán era la segunda casa de don Ramón María del Valle-Inclán. El café Poyán era entonces el epicentro de la vida social de Vilagarcía, y estaba a la entrada de la calle Comercio, la arteria principal que unía el centro de la villa con el muelle de hierro. Era, por lo tanto, paso obligado de las mercancías que iban al puerto, y en esa calle se fueron ubicando poco a poco los comercios, las consignatarias y los hoteles.

La que primero se llamó Travesía de la Marina y más tarde Calle Comercio, fue con los años rebautizada como Valentín Viqueira, en honor al que fuera en varias ocasiones alcalde del municipio y médico muy querido y al que se rindió homenaje en 1924 en Carril, diez años antes de su fallecimiento.

Era, y sigue siendo, una de las principales calles de la ciudad; y lo que es más importante, la única que con las décadas sigue conservando el esplendor de entonces. La piqueta que tanto disfrutó arramplando los edificios antiguos fue capaz de respetar los de la antigua calle Comercio que es, de hecho, el último vestigio del antiguo esplendor de la vieja Arealonga.

La actual alienación de la calle y la arquitectura de sus edificios tienen dos nombres propios. Como recuerda Manuel Villaronga en A Vilagarcía das vellas postais, fue en 1883 cuando el maestro de obras compostelano Manuel Pereiro presentó el plano de alienación «de la calle traviesa de la Marina y sus afluentes». Los segundos protagonistas fueron los hermanos García, los hijos del empresario Juan García que promovieron la construcción de los más antiguos edificios de la calle, y que todavía hoy conservan su fisonomía tradicional; algunos, como el antiguo hotel Cortegada o el edificio del café Poyán, en pleno proceso de restauración.

Valentín Viqueira, en los años en que se constituyó Vilagarcía era, pues, reflejo de lo mejor del joven municipio: de su noble arquitectura, de su actividad portuaria y comercial, de la banca y de la vida social que se generaba tanto entre las grandes familias como entre sus ilustres veraneantes, que también encontraban en ella confortables hoteles en los que alojarse, como el Moderno, en la primera planta del edificio del café Universal, o el Cortegada, justo en frente.

El «crack» de la banca Deza

Pero Valentín Viqueira fue también reflejo de esa otra Vilagarcía que casi nunca salía en las postales. Recoge Villaronga una petición que Daniel Poyán hizo al Concello en el año 1909 instando a que se expropiase una casa vecina «habitada por una familia numerosa, atacada de tuberculosis y que con ella convive un cerdo».

Y fue, también, como no podía ser de otra manera, testigo del inicio del declive de aquellos años dorados. Junto a los consignatarios y a los cafés en los que las damas lucían sombreros y los caballeros fumaban sus puros, estaba la banca Deza, fundada por la familia del alcalde de la fusión, Valeriano Deza. En el año 1921 hizo crack, y con él, los ahorros de muchas familias vilagarcianas. No era oro todo lo que relucía.