Todas las manos son la misma mano

Rosa Estévez
R. Estévez O GROVE

AROUSA

VÍTOR MEJUTO

El chapapote del «Prestige» conquistó ayer la batería militar de San Vicente de O Grove. Impulsado por las olas, el fuel escaló las piedras y se coló por todos los resquicios convirtiendo los cons en ataudes de percebes y de aves. Era la marea negra. Una marea negra contra la que luchó, durante todo el día, un ejército compuesto por cientos de voluntarios.

06 dic 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

El único fuel llegado a tierra en Arousa ha elegido para cebarse la zona de Con Negro. Para llegar hasta ella, flechas negras pintadas en cartones y contenedores. Y una senda peatonal que Cuiña Crespo hizo construir para disfrutar de una de las zonas más bellas de toda la costa gallega. Ayer, la única belleza que se apreciaba era el trabajo de las personas que hasta allí habían llegado a primera hora de la mañana, y que seguían llegando a las seis de la tarde, para devolverle al mar su color natural. «Esto non vai ser cousa dun día. Esto vainos levar moito traballo». Conchi, mariscadora de O Grove. Ayer, durante toda la jornada, estuvo repartiendo mascarillas, guantes, trajes de aguas. Estuvo repartiendo agua, cartones de leche. Estuvo ayudando a los voluntarios a adentrarse en los ajustados trajes de agua y sellándoles los puños con cinta. Estuvo mirando incrédula los cientos de capachos que no dejaban de subir, arrastrados por cientos de manos, desde el fondo de la zona de cons . «Esto é demasiado. E mira que hai xente traballando». Muchas manos Conchi, como casi todos los grovenses, no da crédito a la cantidad de personas que han llegado hasta la batería militar para trabajar. Un matrimonio mallorquín decidió emplear sus vacaciones en «echar un cable». A él ayer le encargaron distribuir material a todos los voluntarios y encargarse de mantener el ritmo de evacuación del maldito chapapote. «Todo lo que sea es poco», decía mientras lanzaba los capachos vacíos rocas abajo. Allí, metidos en el agua, una decena de personas se esforzaba en cargar las tintas. Eran pocos, pero trabajaban con tanto afán que, por momentos, la cadena humana formada para trasladar la carga hasta los contenedores no lograba mantener el ritmo. «¡Que veña máis xente!», pedían algunos. Y más gente iba en camino. Tantos, que en la cofradía estaban ayer desbordados. «Eu non lle sei dicir canta xente está apuntada xa para limpar as praias. Temos tantos folios que non podo nin calculalo. De feito, estamos desviando xente para Cangas e para Aguiño porque aquí xa hai moitísima xente». Un joven se acerca. Trae la cara sudorosa. Otra de las mariscadoras que reparten el material le limpia el rostro y le echa un poco de agua para refrescarlo. «¿Queres que che dea de beber?», pregunta. El chaval quiere un poco de agua y quiere también un cigarrillo. Pero tiene los guantes llenos de chapapote y no quiere perder el tiempo. Así que se vuelve a sumergir entre la marabunta de voluntarios para seguir trabajando. «¿Como estará a señora que se puxo mala pola mañá?», pregunta Conchi. Era una vecina de San Vicente que, tras horas y horas acarreando capachos llenos del veneno negro, comenzó a perder el aliento y precisó atención médica. Fue evacuada en camilla mientras juraba y perjuraba que, durante toda la jornada, había llevado puesta la mascarilla e incluso había bebido leche. Pese a todo, «ardíalle o peito». Comunicaciones Pero en la playa, las únicas noticas que iban llegando eran las que traían los voluntarios que se incorporaban al trabajo. Y las que llegaban por los teléfonos móviles de algunos de los voluntarios. En la cofradía, los integrantes del comité de emergencia se esforzaban en comunicar con la batería militar. «Hai que levarlles máis bocadillos e máis bebida»», comentaban ayer en el centro de organización. «Xa se lle levaron varios sacos, pero van facer falta máis». Eran necesarios. Eran necesarios para gente como un joven estudiante de biología que, a las seis de la tarde, abandonaba la zona de guerra con los ojos empañados de lágrimas por todo lo que no había logrado hacer. «Esto é unha desesperación», decía mientras se marchaba. Pero mañana seguirá desesperando en Con Negro, entre el chapapote y la solidaridad. Con él, los voluntarios que mañana se incorporarán a esta guerra contra la marea negra. Una larga lista de nombres que ayer continuaba engrosándose en la cofradía. Por eso, en la lonja un cartel invitaba a las mariscadoras a no ponerse el traje de aguas para bajar al mar. «Mariscadoras, nesta ponte hai moitos voluntarios, e o luns pode que non haia ninguén»».