Fuciño do Porco es distinto desde el mar

AL SOL

Pepa Losada

El primer paseo en bote desde Viveiro al sendero sobre acantilados de O Vicedo ofrece vistas únicas del imán turístico

20 jul 2018 . Actualizado a las 17:30 h.

«Maréaste, rapaza?», eso fue lo primero que preguntó Iria Rego, la capitana del bote Catro Vellos Mariñeiros, nada más poner un pie en el pequeño barco, amarrado en el puerto deportivo de Viveiro. «Xa o veremos», insegura respuesta antes de sentarse en la veterana embarcación de madera, de casi sesenta años y con un par de puestas a punto, que surcará la ría de Viveiro adentrándose en el Cantábrico.

Es el viaje inaugural, el primero de los paseos que ofrece el Catro Vellos Mariñeiros por la costa más occidental de A Mariña. Desde Viveiro hasta O Vicedo, navega por un mar por lo general tranquilo y de aguas cristalinas.

El motor del barco resuena con fuerza, demostrando su potencia nada más zarpar. A bordo, diez pasajeros expectantes. Al principio, bien sentados y un poco nerviosos. Pero conforme pasa el tiempo, el bote deja Viveiro atrás y se adentra en el mar, ya se respira tranquilidad. Los rostros de los pasajeros se relajan y expresan ilusión. Bueno, de casi todos, ya que un mar un poco revuelto y algún que otro ligero meneo causan más de un susto a alguna pasajera, que se aferra a la cubierta como «alma que lleva el diablo».

Por lo demás, todo va como la seda. De hecho, un par de niños incluso se atreve a coger el timón brevemente. La capitana se lo permite y les explica cómo pilotar mientras los padres los contemplan con orgullo.

A lo largo de la travesía, la ría de Viveiro exhibe vistas incomparables. No solo en el destino final, el famoso Fuciño do Porco, sino durante toda la navegación por cerca de la costa, un paisaje salvajemente maravilloso. El cielo oscuro y nublado impide apreciar en toda su plenitud la belleza de un panorama que semeja demasiado bonito para ser cierto. Parece sacado de una postal fotográfica.

Un punto de vista diferente

Playas como la de Covas, Seiramar, Sacido, Abrela, San Román y Xilloi enmarcan el horizonte. La isla Coelleira, la que habitaron los templarios, también se divisa a lo lejos, a la izquierda, y por la derecha puede verse Punta Roncadoira, en Xove.

La hora y media que duró el paseo a bordo del Catro Vellos Mariñeiros se hizo corta. Al regreso surge la idea de parar el tiempo y seguir contemplando ese paisaje eternamente. Parece que la impresión la comparten todos los pasajeros.

Asombro y felicidad en los rostros de cada uno; especialmente de los niños, que andan de un lado para otro de la barca, provocando que en algún momento se mueva más de lo que la mayoría quisiera. Pero es divertido. Parece un parque de atracciones, con las olas balanceando suavemente el barco. Y claro, una caída inesperada que queda en una divertida anécdota, causando muchas risas entre todos los «tripulantes» del Catro Vellos Mariñeiros. 

Aventura náutica

Quien ha visitado Fuciño do Porco por tierra, por la pasarela que serpentea acantilados, a bordo del barco color turquesa comprende por qué Punta Socastro es más conocida por lo que parece desde el mar, un hocico de cerdo.

A bordo de una embarcación las vistas no son comparables a las del propio sendero, ese del que pocos más que los fareros sabían de él antes de que La Voz lo diese a conocer hace un año.

Ahora, y hasta septiembre, el Catro Vellos Mariñeiros ofrece la posibilidad de apreciar de una forma diferente lo que ya se ha consolidado como otro de los tesoros hasta hace poco ocultos de A Mariña lucense. Si tienen ocasión, este rincón de la costa gallega no los dejará indiferentes.