En un margen de pocos segundos, dos atacantes suicidas se volaron por los aires en un barrio militar de Lahore, en el este de Pakistán. Su objetivo: un convoy del Ejército. En el doble atentado de ayer perdieron la vida 45 personas, la mayor parte civiles que acudían a rezar a una mezquita. Mientras el mundo mira con creciente preocupación al vecino Afganistán, Pakistán sigue hundiéndose en la violencia. El Gobierno de la potencia nuclear no logra controlar la ola de terror radical islamista y desde hace tiempo solo puede observar con impotencia su expansión. Precisamente ayer, el presidente norteamericano, Barack Obama, convocó a miembros de su Gabinete para dialogar sobre la situación en Afganistán y Pakistán.
La metrópolis de Lahore, cerca de la frontera con la India, se consideró durante mucho tiempo segura en comparación con las zonas del noroeste el país, donde la insurgencia se hizo fuerte tras la invasión estadounidense al vecino Afganistán.
Pero desde hace algún tiempo la capital de la provincia de Punyab ya no puede considerarse tranquila. El atentado de ayer, ya reivindicado por los talibanes aliados de Al Qaida, fue el más grave sufrido jamás por la ciudad, aunque no el primero.
Los kamikazes, a pie, se acercaron a los vehículos del Ejército y detonaron sus explosivos cerca de un mercado abarrotado, en momentos en que los transeúntes acudían a la gran plegaria musulmana de los viernes.
«Hemos recuperado las cabezas de los dos kamikazes. Hubo un intervalo de 15 segundos entre las dos explosiones», declaró el oficial de policía Chaudhry Mohamad Shafiq en declaraciones transmitidas en directo por las televisiones paquistaníes. «Hubo 45 muertos y 134 heridos», informó por su parte el jefe de la policía de Punyab, Tariq Saleem Dogar. Entre las víctimas había por lo menos cinco militares.
Unas horas después, cinco bombas de fabricación casera y poca potencia estallaron en el sector de Allamma Iqbal de Lahore, provocando daños menores y un movimiento de pánico, pero sin dejar víctimas.
El lunes, un kamikaze al volante de un coche bomba pulverizó un inmueble de la policía de Lahore, matando a quince personas, entre las cuales había policías y transeúntes. Ese ataque fue reivindicado por el Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP), que en diciembre del 2007 se subordinó a Al Qaida y proclamó la yihad contra las autoridades paquistaníes, por apoyar a Estados Unidos en su «guerra contra el terrorismo». El TTP es el principal responsable de la ola de atentados que en los últimos dos años y medio dejó más de 3.000 muertos en Pakistán.