Una de las primeras consecuencias de la devaluación es que los billetes a España ya cuestan el doble
13 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Pobres o ricos, los 200.000 gallegos que viven en Venezuela, en su inmensa mayoría de clase media, y dedicados al comercio o a la pequeña industria, tienen claro que las condiciones en este país cada vez son más restrictivas para la actividad económica, pero que su deber es ingeniárselas para seguir adelante.
Y si bien la mayoría tienen medios de vida decentes, aquellos que, por su edad, ya dejaron el mercado laboral y dependen de una pensión, están padeciendo por partida doble. Por un lado, les afecta la inflación del país, que es de un 25% anual promedio en los últimos tres años; por otro, que las pensiones que reciben desde España, en su mayoría no contributivas, están amarradas al dólar oficial al ser depositadas en bancos nacionales, lo que las hace menos atractivas.
El Gobierno venezolano anunció el día 8 que el tipo de cambio oficial sufriría una devaluación del 18%, y a la vez, establecería un segundo tipo de cambio, con una devaluación del 50%, para las importaciones no esenciales de alimentos y medicinas. En el país hay un tercer tipo de cambio para el bolívar, a tasa libre, aceptado por el Ejecutivo, y que se concreta a través de transacciones informales y en casas de bolsa, con una tasa que ayer era un 67% superior a la oficial.
Venezuela, cuyo presidente, Hugo Chávez, ha afirmado que se dirige al socialismo, es el único país latinoamericano con control de cambio.
Doble precio
Aún así, Juan Lagoa, desde la plaza Candelaria (reducto de los gallegos en Caracas), de 69 años, y quien llegó con 17 desde Ordes (A Coruña), señala que no piensa regresar a España, aunque dice que esta devaluación «es demasiado». La última vez que viajó a Galicia fue en el 2007, y tenía pensado volver este año, pero como primera consecuencia de la devaluación, los pasajes han duplicado su precio.
La única pensión que tiene es la venezolana, que por unos 230 euros a cambio oficial no le garantiza el sustento. Junta la suya con la de su esposa, quien también trabajó toda su vida en Venezuela, y con las ayudas esporádicas que le da su hija, economista. «También con unos ahorrillos que juntamos, nos vamos manteniendo», indica.
Por su parte, Ramón Torneiro, en la Hermandad Gallega, señala que «yo cada vez que devalúan, gozo». La única pensión de la que disfruta es la no contributiva española, de 330 euros. Pero reconoce que no alcanza para vivir, como le pasa a sus compañeros del Centro de Día de esa institución, que atiende a unas 60 personas de la tercera edad.
«Lo que nos amarra a este país es el clima, y nos quedamos porque estamos viejos, pero no nos alcanza para vivir, todos sabemos que las cosas están malas», lo secunda Pedro Ribelles, quien llegó hace 55 años a Venezuela. Ambos han vuelto una sola vez a España durante su vida.
Sara Rodríguez, coordinadora del centro, indica que la voz que predomina en los gallegos es la de quienes están bien económicamente, «y eso no representa ni un 20% de los emigrantes». Afirma que un 80% de los ingresos de las personas que atiende se van en medicinas.
«Aquí tenemos casos dramáticos, y gracias a Dios tenemos a (la fundación) Salud España, que presta atención médica. Pero hace falta más conciencia de la Xunta, porque ellos se fueron jóvenes y contribuyeron al bienestar de Galicia con sus remesas. Ahora merecen, en su vejez, dignidad».