Un terrorista suicida provocó ayer una nueva masacre en Argelia con un coche bomba, el más sangriento en los últimos ocho meses. El objetivo fue esta vez la Escuela Superior de la Gendarmería Nacional de Les Issers, en la región de la Cabilia, 60 kilómetros al este de la capital, y el saldo, 43 muertos y 45 heridos. Aunque nadie había reivindicado ayer la autoría del ataque, todos los indicios apuntan hacia Al Qaida en el Magreb Islámico, grupo que durante los últimos días, en una ola de atentados sin precedentes desde la década de los noventa, habría causado al menos 70 víctimas mortales solo en la Cabilia.
El kamikaze habría hecho explotar dos artefactos, el que llevaba él mismo encima en forma de cinturón explosivo y el que contenía la furgoneta Toyota que conducía. Hacia las 7.00 hora local, el terrorista llegó al lugar de los hechos, descendió de su coche y se reunió con los aspirantes a gendarmes que esperaban a la entrada del establecimiento. Una vez entre ellos accionó a distancia la bomba del vehículo para, segundos más tarde, hacerse explotar él mismo.
«Este método, novedoso en Argelia, recuerda a las técnicas empleadas por Al Qaida en Irak para disuadir a la población de unirse al Ejército y a las fuerzas de seguridad», confesó un responsable de la lucha antiterrorista en Argelia que prefirió guardar el anonimato.
«Una carnicería»
«Ha sido una carnicería», se lamentaba el padre de uno de los candidatos a gendarme que murió, en medio de un paisaje desolador. Un cráter de varios metros de diámetro, la fachada de una escuela totalmente reventada, los árboles arrancados, los vidrios de tiendas aledañas hechos añicos y los escombros de casas derrumbadas dan una idea de la potencia de la explosión, cuyo ruido se pudo escuchar en varios kilómetros a la redonda. «Es una catástrofe. ¡Que Alá los castigue por el crimen que han cometido contra estos jóvenes y su país!», añadió inconsolable este hombre.
Una parada de autobús justo frente a la escuela tampoco se salvó del ataque. Muchos de los fallecidos acababan de bajar de un autobús, los que permanecían en el interior pudieron salvarse. «Estaba sentado en los asientos traseros, cuando escuché una explosión», declaró uno de estos pasajeros. «Comprendí que era un atentado cuando vi una columna de humo negro y los cristales hechos añicos. Salté por la ventana y me encontré sentado encima de los cadáveres tirados por el suelo», añadió.
Todos los fallecidos son civiles, excepto un gendarme, según el balance del Ministerio del Interior. Por lo que respecta a los heridos, 32 de ellos son civiles y 13 gendarmes.