Solo ocho mil espectadores presenciaron el decano de los trofeos veraniegos
11 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.No hay mal que por bien no venga. Menos mal que los asistentes al Teresa Herrera han perdido la costumbre de merendar empanada, lacón asado y demás delicatesen en las gradas de Riazor durante el partido, porque a más de uno se le iba a atragantar con solo observar el desolador panorama de su alrededor. Ocho mil personas para ver en directo al decano de los trofeos veraniegos del fútbol español. No parece demasiado. Desde luego, el ambiente en la grada no era infernal.
Hizo bien el Deportivo en programar el partido al anochecer, porque la playa hubiese sido un competidor intratable ante la posibilidad de disfrutar de la visita de un Atlético de Madrid devaluado. A Coruña se conjuró y aparcó el caos de tráfico en el que se ha convertido en los últimos años para dar fluidez a los accesos a Riazor. Otra cosa eran aquellas ediciones del Teresa Herrera en las que el campo se mostraba pletórico tras los pertinentes problemas para aparcar, señal de buena salud futbolística en A Coruña.
Minuto de silencio por Jarque
Con la puesta de sol como detalle estético más atractivo, el deportivismo incondicional se prestó a partido único a golpe de lunes. Así, antes de ponerse a la faena, el árbitro gallego Bernardino González Vázquez señaló un minuto de silencio en memoria del repentinamente fallecido Dani Jarque. Especialmente emotivo fue para aquellos que lo trataron de cerca, Miguel Ángel Lotina y Alberto Lopo. El defensa central quiso vivir los sesenta segundos de homenaje con la camiseta de su ex compañero de equipo, que devolvió al banquillo con el rostro circunspecto justo antes del comienzo del partido.
La nueva camiseta, como el partido, no desató pasiones en la parroquia deportivista, que hizo lo que pudo para motivarse. No hubo demasiadas voces de ánimo, aunque es cierto que tampoco hubo exceso de motivos para ello. Comenzaba a refrescar en las inmediaciones de la bahía herculina y nadie hizo nada para entrar en calor.
Algunos tomaron la iniciativa aplaudiendo la salida de Valerón a calentar por la parte exterior de la banda, al filo del minuto cuarenta. Fue efímero. El flujo de pasión, que debe partir del césped en dirección a la grada para regresar después, no existía. Llegó el innecesario descanso, ya que no hubo esfuerzo previo por parte de nadie.
Desde entonces, el partido fue un ejercicio de paciencia para nota, a la espera de la jugada que diese rienda suelta a los ánimos acumulados. La megafonía quiso participar y brindó otra de sus inexplicables confusiones. Pero la chispa la encendió Valerón, en solo dos minutos. Dinamizó, con un par de pases, al equipo y a la grada. Uno de ellos acabó en jugada de gol. Iván Pérez marcó magistralmente y la grada coreó al de Arguineguín. También se llevó una cerrada ovación Juan Domínguez al ser sustituido, y una sonora bronca Reyes en situación parecida.
La temperatura ascendió tras el clamoroso error de Bodipo y el gol de penalti de Jurado minutos después, e hizo cumbre con la tanda de penaltis, que coronó al Atlético de Madrid.